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En
medio de la pandemia, las conspiraciones, el nuevo orden
mundial, las portadas de The Econimist ("Everething's under
control"), el gran gobierno, la libertad y el virus; en uno de
los vértices del mundo están ocurriendo mayúsculos cambios
sociales. Tal parece que el cloroformo de masas perdió su efecto
y la gente en Chile se decidió por fin a gritar por justicia y
dignidad.
Hace
un año, el 18 de octubre de 2019, comenzó una gran movilización
social como hace muchos años no se había visto, quizás desde las
grandes jornadas de protesta nacional que ayudaron a derribar el
régimen de Pinochet. Cientos de miles de personas repletaron las
calles del país, las imágenes de la marcha más grande de su
historia dio la vuelta al mundo, así como lo hizo un canto
reivindicativo, de toda claridad y urgente en la voz de las
mujeres: "El violador eres tú". ¡Cuántos machos se sintieron
interpelados y ofendidos! Es que la verdad ofende, de eso no hay
duda. El movimiento también trajo violencia (¿hay alguna
revolución que no la tenga?), pero la más patética y horrible es
la violencia que el Estado siguió ejerciendo contra los
ciudadanos. Si en los últimos 30 años fue la violencia de la
desigualdad social, las pensiones de pobreza, el endeudamiento
eterno en la educación superior, la salud no garantizada, el
agua en manos privadas; ahora la policía militarizada atacó con
más fuerza a la población civil. Se perdieron decenas de vidas,
cientos de ojos. Se torturó, golpeó, y violó. La clase política
buscó acondicionarse al momento y, luego de días de conflicto,
propuso una mesa de trabajo "por la paz" y se determinó la
posibilidad de escribir una nueva constitución, un hecho
inédito, ya que es la primera vez que el pueblo tiene la
posibilidad de participar activamente en este proceso: cambiar
la carta magna que se redactara hacia 1980, bajo los ojos torvos
de la dictadura cívico militar de derecha.
Pero esta
clase política chilena buscó resguardar sus privilegios. Aunque
algunos vociferen por lo contrario, la verdad es que, en las
sesiones de las cámaras de diputados y senadores, se han
aprobado varias indicaciones que hacen muy difícil la
participación ciudadana que esté ajena a la militancia de los
partidos. A pesar de eso, esta es una oportunidad nueva y tal
vez única, que se debe a la presión que ejerció la gente con los
cientos de marchas que, incluso en medio de la pandemia, no han
cesado.
Al momento
de escribir estas líneas, faltan unos pocos días para que se
realice el plebiscito en el que la gente decidirá si quiere una
nueva constitución o no, y el mecanismo para redactarla.
Seguramente ganará la opción del apruebo y Chile escribirá su
hoja de ruta, ojalá más justa y digna. Es muy seguro que algunos
leerán esto cuando el proceso ya haya ocurrido. Hay que tener
por cierta una cosa, el movimiento social en Chile no se
detendrá hasta que los políticos y todos los grupos de poder se
den cuenta de que no pueden seguir sangrando a este país. El que
una vez fue llamado por un triste presidente como "el oasis de
américa latina" y luego, el bello salto de un estudiante sobre
un torniquete del metro para evadir el pasaje dio inicio a la
más grande revuelta de Chile. Sí apruebo, aprobamos, pero el
pueblo no bajará los brazos ni saldrá de las calles si los
poderosos intentan nuevamente engañarnos.
Miguel
Moreno Duhamel |
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