El 22 de octubre de 1965, a eso de las siete de la tarde, conocí
a Violeta Parra en persona. En la Feria Internacional del Parque
Los Cerrillos estaba instalada con una Carpa, asociada con el
fotógrafo Keko Larraín.
Me presenté como cantor del Puerto que venía a invitarla desde
Valparaíso. No bien había terminado mi frase cuando ya había
tomado el micrófono para decirle al público:
—¡A ver! ¡Aquí hay un cantor del Puerto a quien vamos a escuchar
de inmediato!
Y como yo debo habérmela quedado mirando de una pieza, me lanzó
esta otra frase a la par de alargarme la guitarra:
—A ver, pues niño, ¿no dice que es cantor?, ¡cante, pues!
—Es que yo sólo canto canciones suyas —apenas pude balbucear,
por decir algo que quería parecerse a una disculpa…
—Mejor, entonces —determinó Violeta y se alejó en busca de
empanadas.
Muerto de miedo comencé por “Adónde vas, jilguerillo” y sólo
después de haber cantado “Del mirarte y no mirarte” me atreví
con algo más reciente y comencé “Mañana me voy pal Norte”.
Entonces, Violeta se acercó a acompañarme con un tambor.
Esa noche no nos dejó partir. Nos invitó a la Peña de los Parra
que por ese tiempo estaba más o menos a su cargo. Violeta,
después de cantar en la Carpa de la Feria, cerraba temprano y
aún hacía dos pasadas en la Peña de la calle Carmen 340. Isabel
y Ángel no estaban en la Peña, al igual que Violeta habían
instalado un local en la Feria. En los carteles que anunciaban
el espectáculo figuraba el nombre de alguien que ha sido
fundamental en la Canción Latinoamericana: Daniel Viglietti.
Esa noche en la Peña recuerdo más bien un público escaso y
apagado. Luego que todo el mundo se marchó, conversamos con
Violeta y el gringo Favre. Yo iba acompañado de Chantal de
Rementería (artista visual, nota del editor) y Nelson Nahuel,
co-fundador de la Peña de Valparaíso. Violeta nos había invitado
a dormir, pero a eso de las tres de la mañana, cuando la
conversación empezaba a decaer, nos dimos cuenta de que no había
camas. No nos importó. Estábamos felices porque Violeta había
aceptado ir a Valparaíso. Nos marchamos de Carmen 340 contentos
y muertos de frío. El día anterior había habido elecciones en la
Federación de Estudiantes de manera que pasamos a tomar un café
en ese local, la gran casona de la Alameda donde todo hervía de
efervescencia. Era la misma casa desde cuyos balcones Salvador
Allende improvisaría, cinco años más tarde, un discurso, al
saberse los resultados ya definitivos de la votación que lo
elegiría Presidente de la República.
Aquella noche de recuento de votos, luego de dejar a Violeta,
había en esa casona ambiente para cualquier cosa. Dos
estudiantes del Conservatorio me acompañaron en la guitarra.
Eran Patricio Castillo, amigo entrañable desde entonces, y
Sergio Arriagada, músico chileno que después integraría los
grupos Kalchakis y Ayacucho en París.
Osvaldo "Gitano" Rodríguez, trovador, poeta y ensayista chileno
(1943-1996).
Extraído del libro "Canto a Valparaíso", Ed. Universidad de
Valparaíso, 1996.
|