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R O Q U E D A L T O N
C O N E L A G R A V A N T E
D E
S E R S A L V A D O R E Ñ O
p o r
M i g u e l M o r e n o D u h a m e l
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Poesía
Perdóname por haberte ayudado a comprender
que no estás hecha sólo de palabras.
ARTE POÉTICA 1974
El padre de Roque Dalton nació en Tucson, Arizona, en 1894. Junto a sus
dos hermanos, fue un forajido, un buscavidas, un contrabandista que
suministraba armas y pertrechos para la revolución mexicana de Pancho
Villa. “Cientos de fusiles Springfield, carabinas Remington, revólveres
Colt 44 y 45, cuchillos, hachas, machetes, Collins, cientos de miles de
cartuchos 30.06 y 30.30, pasaron por sus manos nervudas y bruscas, con
rumbo al país aquel de indios borrachos, locos, desatados.” Se
ganaron la completa confianza del líder revolucionario el que les llegó
a pagar por adelantado 30.000 dólares por un cargamento que nunca llegó
ya que tuvieron la grandiosa idea de escapar con el dinero traicionando
al histórico comprador. Por supuesto, volverse de la noche a la mañana
un enemigo de la revolución mexicana es echarse encima una corta vida
que sólo se alarga con la distancia de la huida. El mayor de los Dalton
se fue a California, mientras el padre de Roque migró junto con su otro
hermano por Centro América. Viajó por Guatemala, Honduras y con el paso
del tiempo llegó a El Salvador donde enamoró a María García Medrano,
entonces Roque Dalton fue concebido.
La historia que les acabo de describir pertenece a Dalton y Cía.,
una novela inconclusa escrita por el poeta y revolucionario salvadoreño,
cuyo texto se encuentra en los archivos de Casa de las Américas, en
Cuba. De alguna manera existía en Roque Dalton el afán de implementar
un mito sobre la figura de su padre. En realidad, lo que se sabe es que
el gringo enamorado, llamado Winnal Dalton, logró establecerse como un
terrateniente en El Salvador y entablar negocios con la clase acomodada
de ese país. Sin embargo, su carácter irascible lo metió en un
altercado con un banquero, del cual salió herido de bala. Así, cuando
estaba en el hospital conoció a María García, enfermera. Winnal, que
estaba casado, mantuvo con ella una fugaz relación amorosa, de la cual
nació Roque. Winnal fue un padre ausente, que mandaba dinero para su
hijo y lo ayudó a ingresar a colegios religiosos y privados de San
Salvador. María, fue una madre amorosa y preocupada, una imagen
poderosa que quedó en la mente del poeta. Ejerció poco como enfermera,
con el tiempo logró mantenerse con una tienda llamada “La Royal”, que
actualmente es un puesto donde se reparan relojes y es atendido por un
viejo amigo de Roque. Durante su educación primaria y secundaria, el
pequeño Roque creció como un católico conservador y feroz, completamente
ajeno a la realidad de ese hermoso país que habitaba y que alguna vez
Gabriela Mistral, y él mismo, retrató como el “Pulgarcito de América”.
El régimen de enseñanza religiosa que recibió Dalton determinó su manera
de comprender el mundo, “una doctrina cristiana uniforme, monolítica,
sin contradicciones, de verdades que había que aceptar con
agradecimiento” (sic). Sin embargo, esa ideología se vio zamarreada
hasta los cimientos cuando tuvo la oportunidad de viajar a Chile a
estudiar leyes a la Universidad Católica. Irónicamente, fue el propio
decano de la facultad de Teología de esa casa de estudios quien le
recomendó cambiar de destino e ingresar a la Universidad de Chile, lugar
donde conoció diferentes corrientes de pensamiento laico, entre ellas,
al Partido Comunista. En un proceso paulatino, el joven Dalton, se vio
interesado por lo social-cristiano, pero entonces ocurrió un famoso y
anecdótico encuentro que lo llevó a leer sobre el marxismo: trabajando
para una revista universitaria, y en virtud de un congreso de la cultura
realizado en este país, Roque Dalton se vio entrevistando al famoso
pintor mexicano Diego Rivera, quien ante la juventud y discurso de su
entrevistador, le preguntó por su filiación política y por su edad.
“Soy social-cristiano –dijo Roque- y tengo 18 años”. “¿A leído usted
marxismo?”, preguntó Rivera. “No”, respondió el joven Dalton. “Pues
entonces, usted tiene 18 años de ser un imbécil” y echó al sorprendido y
asustado escritor. Seguramente no sólo este hecho, posiblemente
traumático en un principio, sirvió para que Roque Dalton se adentrara en
la filosofía marxista, como ya dijimos, su aventura por una universidad
laica ya lo había puesto en contacto con estas ideas. |
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Roque
Dalton y un amigo en la adolescencia |
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El propio Dalton reconoce: “de repente me di cuenta de que yo tenía la
necesidad, real urgencia de decir un montón de cosas acerca de mi país,
de los hombres, de lo que yo pensaba. Y el instrumento que hallé a
mano, es posible que haya otros más importantes para cumplir esta
función, pero el que a mí me pareció justo y correcto fue la palabra
escrita bellamente, que entiendo que es la poesía, y desde entonces yo
(...) espero seguir siendo hasta morir: un poeta revolucionario”. Y
cumplió cabalmente con este propósito. Roque Dalton participó
activamente en el proceso revolucionario de El Salvador, una nación
apretujada por constantes dictaduras militares apoyadas siempre por el
afán imperialista norteamericano. Una vez que Dalton volvió a su país,
integró algunos grupos de política y literatura, lo que significó que en
varias ocasiones callera preso. Se casó joven, cumpliendo casi los
veinte años, con Aída Cañas, con quien tuvo tres hijos: Roque Antonio,
Juan José y Jorge; de ellos, Roque Antonio, el mayor, ingresó a las
fuerzas revolucionarias y desapareció en las montañas de El Salvador en
1980.
A estas alturas, pienso que hacer una biografía lineal sobre Roque
Dalton es repetir más de lo mismo que cualquier lector puede encontrar
profusamente en internet. Hoy, la figura de este escritor
revolucionario, es la de un héroe nacional en su país; se le recuerda,
se le estudia, se le admira. Su corta vida es una aventura, más
interesante y trágica que la que quiso inventar para su padre, pero
también más humana. Con las luces y sombras que conlleva una vida
jugada por una verdad que, para él, era absoluta.
Su actividad política le significó a él y a su familia la cárcel y el
exilio. Hay que recordar que por esos años, el triunfo de la Revolución
Cubana eran un bastión para toda la lucha social en América Latina, y
que también por esa época, lo que más nos sobraban eran las dictaduras
cívico militares de derecha. Roque Dalton vivió un tiempo en Cuba,
donde trabajó para radio Habana y en Casa de las Américas. El Salvador
lo recibió de nuevo, cayó otra vez preso, huyó de la cárcel de manera
casi cinematográfica en medio de un terremoto y cuando todos lo creían
muerto. Pasó a Guatemala, a México, volvió a Cuba. Con toda su familia
estuvo en Europa del Este. Vivía en Checoslovaquia para la muerte del
Che Guevara. Y después, de nuevo a Cuba.
Lo recuerdan como un gran bohemio, un tipo de risa fácil, magnético, que
atraía fácilmente a todo el mundo, y por supuesto a las mujeres. Le
gustaba rondar los burdeles donde conoció a las prostitutas que después
reflejó en sus escritos nombrándolas por sus apodos. Tuvo amantes,
vivió las fiestas. Y con el paso del tiempo, en la medida de que su
convencimiento político se cimentaba más y más, fue un revolucionario y
luchó por la liberación de su patria.
Es imposible separar su obra de su vida, sus poemas de su ideología,
esas bellas palabras del mensaje para los oprimidos. Se ha tratado de
dividir la creación literaria de Roque Dalton en tres etapas, la primera
donde resalta la influencia Nerudiana, el canto a los pueblos, a lo
erótico, a lo indígena. Una segunda donde su verso es más libre, con
una mayor plenitud poética, donde reniega de Pablo Neruda y adopta el
credo poético de César Vallejo. De esta fase es su libro “Taberna y
otros lugares” (premio Casa de las Américas) y “El amor me cae más mal
que la primavera”; y una tercera etapa más radical e ideológica,
narrativa, como en “Un libro rojo para
Lenin”, donde se une indisoluble el mensaje poético con el político.
Esta racionalización de la obra no es nada más que la evolución que
mantiene todo artista en la medida de que su obra madura y se hace una
con la filosofía que se sustenta.
A principio de la década de 1970, volvió a visitar Chile, de esa ocasión
reproducimos en este número una entrevista que apareció en la revista
Chile Hoy bajo el título Tiene la palabra Roque Dalton y que
pueden leer pinchando aquí. Por ese tiempo él estaba completamente
convencido de que sólo la lucha armada lograría un cambio político en su
país. Con anterioridad ya había renunciado al Partido Comunista
Salvadoreño, por considerarlo a la derecha del movimiento
revolucionario. El PCS había sufrido una importante crisis interna que
significó la renuncia de muchos de sus militantes. Roque estaba en Cuba
y su afán era incorporarse a las FPL (Fuerzas Populares de Liberación),
pero fue rechazado por la dirigencia de ese movimiento por considerar
que servía mejor a la causa como poeta y escritor que como combatiente.
Hacia 1973, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) buscó ayuda en
el gobierno cubano el cual puso la condición de que incorporaran a Roque
Dalton como asesor de comunicaciones y de estrategia política-militar,
de esa manera pudo incorporarse clandestinamente a la lucha armada
salvadoreña. |
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Famosa fotografía de Roque Dalton saliendo de la prisión
hacia 1961 |
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Las discrepancias crecieron en el interior del ERP. Se formaron dos
facciones, una “militarista u operativa” que hacía hincapié sólo en las
acciones armadas y otra llamada “burocrática”, incluso “revisionista”,
dominada por una “clase pensante pequeño burguesa” en la que incluían a
Dalton. Según la versión de algunos antiguos combatientes, una relación
entre el poeta y Lil Milagro Ramírez, revolucionaria, pero también
pareja de Alejandro Rivas Mira, el jefe de la organización, sólo
alimentaron las antipatías y ayudaron a desembocar en el trágico fin del
escritor.
Se acusó a Dalton de conducta en rebeldía y el 13 de abril de 1975 fue
apresado junto a José Armando Arteaga, el “Pancho”, con quien estuvo
recluido en una casa de seguridad en el barrio Santa Anita de San
Salvador. Lil le insistió que la situación estaba muy complicada y que
era mejor huir, pero Roque declaró que confiaba en su labor como
revolucionario y en el juicio de sus compañeros de armas. Se equivocó.
Las pequeñeces del alma humana hicieron que el 10 de Mayo, tras ser
declarados culpables como contrarrevolucionarios, Roque y Pancho fueran
asesinados a balazos en el lugar en que encontraban presos y luego sus
cuerpos fueran trasladados al sector de El Playón, una zona de restos
volcánicos, donde fueron abandonados a merced del clima y de los
animales. Un testigo de ese instante relata que después de entrar
intempestivamente a la habitación, primero fue muerto José Arteaga y que
luego el sorprendido Dalton fue arrojado sobre una cama donde le
dispararon dos veces. Sus restos nunca aparecieron, pero está claro que
el olvido no sumergió la obra y figura de quien dijera “el día que un
hombre que tiene la verdad en las manos y que la reconoce y que la ha
cultivado durante muchos años y que está convencido por completo, sin
lugar a ninguna duda, tiene posibilidades de fallar, pero lo que fallará
ahí será el hombre, no será la verdad, no será el camino escogido, no
será la ideología, será el hombre”. |
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Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como "silver roll" y no como "gold roll"),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
("me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño"),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
("La gruta azul", "El Calzoncito", "Happyland"),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos. |
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Roque
Dalton en la época de Casa de las Américas |
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