Carmen Gaete Nieto del Río y la Poesía

Un Compromiso Inevitable

por María Teresa Pérez

 

 

FOTOGRAFÍAS: ARCHIVO PERSONAL DE CARMEN GAETE.

 

Carmen Gaete Nieto del Río nace en Valparaíso en el año 1938 según comienza su relato.  Su abuelo, funcionario de aduanas, cuando regresa de Europa a Chile, establece una residencia en Playa Ancha.  Ahí, en una inmensa casa que la recuerda por las cosas antiguas y un ambiente muy  tradicionalista, vivió sus primeros años al amparo de sus abuelos y sus padres.

 

Desde niña, sintiendo tan cerca el mar, los temporales de Valparaíso azotando las ventanas y la lluvia que caía sobre la claraboya en el portal de su casa, se inquietaba enormemente.  La naturaleza le despertaba los sentidos, sometiéndola con cierta familiaridad, al encanto substancial de las costas chilenas.

 

Recuerda a "La Pantoja", una limosnera de quien se decía, amenazaba a los niños con un palo. 

Entonces, si se portaban mal, no era el viejo del saco ni el cuco, sino "la Pantoja" que vendría en busca de los más desobedientes.  Su abuela, sentada en un balancín, se dormía repetidas  veces advirtiendo el sueño de la muerte inevitable, entendida sólo años después, aunque no haya sido fácil concebir de pronto, esa extraña desaparición que la marcaría para siempre.

 

Su madre era una gran dibujante, talentosa creadora.  Pertenecía a la alianza de intelectuales fundada antes que la Sociedad de Escritores.  Su padre, en tanto, escribía poesía sin publicar libros.  Fue quizás una vez, que uno de sus poemas apareció publicado en una revista.

 

Entre los amigos que frecuentaban a sus padres, no deja de mencionar a Augusto Dalmar, Gustavo Labarca Garat y otros tantos intelectuales.  Su proximidad con las letras y el arte, en general, fue su mayor legado.  Desde pequeña su abuelo le enseñó el idioma francés.  Estudió danza clásica y tuvo clases de piano, donde la particularidad de su profesora, estaba en ser la hermana de Claudio Arrau, por parte de padre, Isabelita Arrau.  Los Arrau-Gaete eran primos de su papá y primos del gran pianista.

 

Su primer poema a un perrito muerto en Viña del Mar, se sustenta fácil en los cimientos de un proceso evolutivo favorable para ella, por cuanto, no podía ser de otro modo.  La presencia de Gustavo Labarca Garat, escritor, y un aliado casual en estas materias, la instruían sin siquiera habérselo propuesto.  Para él, era tan sólo una niña de colegio interesada en la poesía.

 

Continuando con los traslados y viviendo ya en otro sector del gran Santiago, en una casa  a pasitos de Vicuña Mackenna, se instala la librería Antártica.

 

Su mención cobra notoriedad porque a este lugar llegaba un prestigioso grupo de escritores.  Nombres como, Francisco Coloane, Eugenio Rigo Vicuña, Augusto Dalmar, Enrique Bunster y su conocido Gustavo Labarca Garat, solían reunirse a menudo, conforme a su rol de destacados intelectuales en el país.

 

Ella leía Los Miserables de Víctor Hugo.  Ahí descubrió la realidad de las injusticias sociales y las desigualdades ampliando sus visiones en todo aspecto, asumiendo una voz, cada vez más fortalecida a los versos. Nada hacía suponer, que tomando este rumbo se casaría mucho después con Enrique Bunster, de quien, por alguna razón, poco hablamos en esta entrevista.

 

En el año 1952, durante la exhibición de un documental sobre el mineral El Teniente se encuentra con Gustavo Labarca, quien le presenta a Ismael Edwards Matte, fundador y editor de la Revista Ercilla.  Importante hombre de letras que, luego de leer unos manuscritos suyos, le publica su primer poema en una columna de la misma revista: Sonámbula, era el poema urbano, inspirado en las calles de Santiago.

 

Así comienza su historia y un recorrido obligatorio de datos ocasionales que resume una vida rica en acontecimientos.  Eso nada más, para acercarnos al reflejo de una mujer encantada con los recuerdos.  Sobreviviente a la voracidad del tiempo y la nostalgia de lo que nos duele perder y de otras tantas que abandonamos.

 

Carmen Gaete a publicado siete libros de poesía, entre los cuales están: Resultado de Brumas, 1958 en Buenos Aires; Valparaíso y Otras Almas, 1972; En Estado de Gracia, 1966; y Voz Reunida, 1998.  Última publicación; son los libros que se asoman entre fotografías con famosos, la rememoranza de su marido muerto, un hijo enfermo y el mosaico rescatado de las ruinas, cuando se demolía la casa de Vicente Huidobro.

 

Y por decirlo en términos sencillos, su personalidad a ratos rupturista, contrasta claramente con la administración pública donde trabajó hasta jubilarse.  Algunos, por ejemplo: El Ministerio de Obras Públicas, Ministerio de Transporte, Ministerio de Educación, La Cancillería, La Embajada de Chile en Argentina, etc.; realizando, por cierto, distintas tareas, más de alguna acaso, asociada a cargos culturales dentro de los mismos ministerios, acusan el cansancio, la marginalidad que ha buscado.  Y si bien las fechas son poco exactas, estando en la Dirección de Bibliotecas y Museos, inicia los trámites de su jubilación en el año 1989, dedicando gran parte de su tiempo a la poesía, la prosa, la narrativa y muchos proyectos inconclusos, en su departamento de Paseo Bulnes, donde me recibe confiada y entregada al diálogo que no puedo concretar a no ser de este modo.

 

 

¿A qué generación pertenece?  

 

el ‘50. Recuerdo totalmente a Mila Oyarzún, María Urzua, Zulema León, Fernando Lamber, Juvencio Valle. A ellos los conocí en el sindicato de escritores donde también se aceptaban poetas inéditos. Yo entré al sindicato en el ‘53 ó ‘54 porque me impulsó Erwin Bascuñan, un poeta de Talca, funcionario del Ministerio de Obras Públicas donde yo igualmente trabajaba. Era un día de lluvia, de invierno que recuerdo, cuando fuimos a un recital en la sala de operaciones de la morgue. Todos entrando al Cementerio General un día tétrico, macabro, a lo Charles Baudelaire. Recitamos toda la tarde y luego nos encaminamos al Quita Pena. Ahí, hablaba de poesía del sur, Juvencio, el hijo de guardabosques.

   

¿Qué circunstancias marcaron esos años y como se reflejó en su poesía?  

 

En  el sindicato aprendí a conocer muchas realidades, sobretodo de los escritores. En esos años había mucha efervescencia y comenzaron a decir que algunos estaban en un conato revolucionario y que eran como terroristas de esa época.  

El sindicato funcionaba en La Biblioteca Nacional. En el subterráneo donde ahora existe un archivo fantástico; nos juntábamos en invierno. Ahí no había calefacción, incluso nos cortaban la luz para echarnos. El Director de la biblioteca hostilizaba a Juvencio –entonces presidente del sindicato- porque eran de izquierda .

Así fue que tomaron preso a Gustavo Mujica (siquiatra) porque decían que tenía armas en su casa. Ahí entendí lo que significaba la opresión, la represión con La Ley Mordaza durante el gobierno de Gabriel Gonzáles Videla. Yo salí a las calles y quería perderme en los desfiles y manifestaciones de estudiantes, pero como era funcionaria de la administración pública, por supuesto no lo podía hacer.

Sí participé emitiendo una protesta y lo fui a ver cuando estaba detenido. Ese fue mi primer encuentro con la persecución a los escritores.  

Sin embargo, yo tenía un hondo conflicto existencial lo que me llevaba a analizar muy a fondo al ser humano en todas sus circunstancias y eran más bien, poemas a las calles de Santiago lo que escribí. Mis dolores, mis angustias, mis frustraciones. Me interesaba lo que había pasado en Europa con el existencialismo. Y casi toda mi rebeldía en contra de la burocracia, en contra de la burguesía la vaciaba en las páginas de mi diario.  

 

Su primer libro fue publicado en Argentina. ¿Tuvo eso una resonancia mayor a la que pudo ser en Chile?  

 

Bueno… regular. En esa época conocí a Alejandra Pizarnik y nos hicimos muy amigas a raíz del libro. Lo que pasa es que este libro lo publiqué ya casi cuando me venía a Chile. Pero fue leído por notables poetas y tuvo muy buenas apreciaciones. Entre ellos, Jorge Luis Borges, Bernardo Coremblits, gran crítico literario. Ahí conocí también a Manuel del Cabral, que en ese momento era un personaje 

muy llamativo y de trascendencia en Buenos Aires porque él era el poeta dominicano que había dado asilo en la embajada a Juán Bosch, quien fuera más tarde presidente de Santo Domingo.

 

Tiempo después, Manuel del Cabral prologó mi segundo libro, En Estado de  Gracia.

   

¿Cuáles fueron sus otros destinos?  

 

Estuve en Brasil en el año 1978, en el congreso mundial de escritores del Pen Club. Fui como secretaria de la filial en Chile junto con otro escritor que ahora no recuerdo su nombre, a reclamar por la libertad de opinión y la libertad de prensa porque habían clausurado la revista HOY por esos días en nuestro país.  

Los  escritores africanos y sudafricanos hablaban de la persecución racial y de la discriminación que también se daba de los negros hacia los blancos. Y cuando un escritor “de color” o negro era amigo de un escritor blanco, lo castigaban. A algunos se los llevaban presos por esta causa y los metían en una mazmorra donde habían perros con hidrofobia. Saber eso, te digo, me impresionó mucho.

Ahí logramos que a la filial chilena del Pen Club, opositora al régimen de la dictadura, no la expulsaran de la cede internacional porque eso querían hacer.  

Lo otro que me impresiono fue ir a Cuba. Pero te digo, cuando te enfrentas con esas palmeras delgadísimas ves la imagen, como una síntesis en el fondo de lo que es el país. El alma de la Habana está en esas palmeras de gente mal alimentada y sin embargo alegre, danzando. Además, yendo hacia Varadero, en una colina te encuentras con un monumento al Quijote sin Sancho Panza. Un quiebre entre el espíritu y la materia. Una disociación en el pensamiento, en los conceptos del pueblo mismo. Separar al caballero del escudero en ninguna otra parte se ha visto.

   

¿Cómo recuerda su relación con Chile y su cultura. Cuánto se hacía por resaltar nuestra riqueza artística?  

 

Bueno. La mayoría de los escritores, entre todos los internacionales, al que más se distinguía era a Pablo Neruda y también a Gabriela Mistral; ellos eran los que tenían mayor proyección, mayor resonancia. Después, había otro grupo de escritores, algunos más amigos, que nos conocíamos, que habíamos mandado libros y se habían difundido en otros países. Entonces, había eco…  

 

¿Hay alguna diferencia con el Chile actual?

   

Mucho, mucho!! Mucha diferencia. Mira, en realidad, en mi caso te confieso, nunca fui amante de lo costumbrista y lo descriptivo. Lo mío era más subjetivo, por eso estaba más dentro de la literatura francesa. Yo me sentía ahogada en Santiago, me proyectaba hacía afuera en todo lo que hacía.  

En Argentina, por ejemplo, se hablaba de Marta Brunet, Antonio Undurraga, Juán Guzmán Cruchaga. Rafael Alberti hablaba de Neruda en los círculos. Y en Chile habían grupos asociados a un lenguaje más bien costumbrista; pero en resumen, había un reducido grupo de la generación del ’50 que nos conocíamos todos en el café Sao Paulo.  

Ahora, claramente hay muchos grupos de escritores y no sé, a mi me pasa que me desconcierto. Son tantos! Y así como alguna vez me pasó en Argentina, siento que se hace muy difícil, al final, encontrar a quien realmente me deje satisfecha, eso creo.

En los ’80 quiero destacar sí, que a mí me gustó mucho un poeta de la Serena, Tristán Altagracia. Nos hicimos amigos y él me visitaba mucho en los años 1987 y 1988 hasta que nos perdimos de vista. Un gran poeta, no dejes de mencionarlo por favor.     

 

Trabajó hasta jubilarse en la administración pública. Pasó por distintos ministerios, uno de ellos el de educación. ¿Cuál fue su aporte en lo personal y cuánto le era permitido hacer?  

 

Sí, ahí estuve en la casa de la cultura del ministerio. Llegué como secretaria cuando se fundó y se organizó el encuentro latinoamericano de escritores, al cual vino Juan Rulfo y Vargas Llosa por 1ª vez a Chile.  

Te digo que fue una muy rica experiencia. En la casa se organizaron concursos literarios para los colegios a nivel nacional. También se realizaban talleres y exposiciones de arte maravillosas.  

Fue una hermosa época porque además coincidió con una visita de Juan Manuel Serrat y se repartían gratis las entradas para que los chicos fueran a su presentación.  

Había libertad de acción. Uno podía respirar tranquilo. No tenías que andar marcando horarios nada más que en calidad de burócrata.

   

¿Qué cargo ocupaba cuando ocurrió el golpe de estado chileno en 1973?  

 

Ay! Eso fue muy complicado. Te digo que yo pasé momentos bien difíciles antes del golpe. Yo estaba con la Democracia Cristiana y tenía un cargo, ahí, en un departamento de la subsecretaria de transportes.  

Esperaba a mi primer hijo cuando me sacaron de la oficina y me dejaron en un pasillo entre ventanas abiertas, donde me ha dado un golpe de aire tremendo y como consecuencia de aquello lo aborté, perdí a mi hijo.  

Después, a pocos días ya del golpe, me di cuenta que esperaba a mi segundo hijo, a Enriquito; entonces, yo reclamaba mucho, porque mira, el desorden era muy grande… no sé. Pero eso no vale la pena que lo grabes.  

(En OFF me cuenta haber enfrentado dolorosas situaciones asociadas a que su marido Enrique Bunster era entonces cronista del diario El Mercurio. Y continúa).  

Embarazada me sentía muy mal. Me obligaban a que fuera a la oficina y el caos que había me enfermaba. Incluso estaba alojando en la casa de mi mamá a ver si me recuperaba. Por suerte en el mismo edificio había un médico que confirmó mi estado y a la semana siguiente le pedí socorro a un amigo para que hablara con ese jefe que no me quería dar permiso. Entonces firmó el parte médico y me pude ir.  

Luego de eso se viene la tragedia. Yo estaba a tres cuadras de la presidencia, en la calle que hoy es Tucapel Jiménez. Era muy angustioso, parecía que se venía abajo todo. Ahí supe que fue dramático. La voz de Allende pronunciando su último discurso… era muy impresionante.  

Mi papá conoció a Allende en el colegio, en Valparaíso. Después se hicieron muy amigos, aunque estaban en bandos políticos distintos. Aún así, se respetaban mutuamente y en algunos puntos coincidían, sobretodo en la nacionalización del salitre…

Y fue atroz como te decía. Pude ver las llamas ardiendo en La Moneda y los tiroteos que aun se sentían. Cosa que no debió haber ocurrido nunca en este país. Pero fueron situaciones que se vinieron arrastrando por la falta de sensibilidad social y por la poca cultura que había en el país porque la gente tampoco sabía lo que realmente significaba estar dentro de un sistema socialista. Y con todos los horrores que se habían cometido en la Unión Soviética con las purgas de Stalin, entonces, imagínate tú, conociendo toda esta historia se pensaba que podía ocurrir, tal vez lo mismo en Chile. Te fijas?, no era nada agradable.       

 

Fin de la Primera Parte

 

 

 

 

POEMAS DE CARMEN GAETE  

 

                               

El 

Reto  

del 

Beatnik  

 

 

 

 

 

En mi melena toma otro largo el tiempo

Señorita secretaria

Taquígrafa

Dactilógrafa

En mi vestimenta se diseña otro rostro del alma

No el valor de los peinados prefabricados

No el valor de los escotes

Señor Ministro

En las suelas de mis zapatos existen otros recorridos

-¿Saben lo que es un ángel esotérico?-

Los sueños dejan llagas en las plantas de los pies

La mujer que yo amo es sencilla como mis propios pantalones

La mujer que yo amo no usa por casualidad un vestido

Llega a mi propia simplicidad y atesora sus piernas blancas en sus

Bluejeans

En mi camisón de sarga pesa más el símbolo de la justicia que en un traje de seda natural

Señor padre de familia

Señor Pavo Real

Señor Jefe de Impuestos Internos

No se escandalice de mi barba

Yo no sé hacer nada

En mi barba pesa la condena de los dioses

A ella no se acercan los que temen el hambre

A ella llegan los irreverentes ladrones de aire puro

Los que son congénitos exploradores del alma

No se asusten de mi facha

Niña, cuide que el tiburón de su muslo no se le salga hasta la superficie de la enagua .-  

 

 

 

El 

Ideal  

 

El hombre que yo amo

Punto de interrogación en campo abierto

Luz y mímica en el éter más sensible de mi sueño

El hombre que yo amo lleva el siglo xx envuelto al cuello

Tiene microbios de luna llena en el cerebro

Sus manos van detectando defectos de astronautas histéricos

Mastica alambres de púa delicadamente al almuerzo

En sus pupilas se asoman ojos de palomo dormido en el destierro

 

El hombre que yo amo

Gajo muy tierno de universo

De pronto como si el futuro se desangrara en sus silencios

Él encuentra en el mutismo extrañas bujías y dioses ciegos

Él sabe que se hacen líquidos los espejos

Es un hermoso juguete de azogue cuando escucha mis cuentos

Me dice palabras que prendo en mis cabellos como flores de almendros

 

El hombre que yo amo

Fantástico reloj de sangre

Al estrecharme la mano se acumula existencia entre mis dedos

Sonríe lentamente... desde más allá del tiempo...

A veces su rostro es robot glorioso

A veces sus miradas son medidas de abismos

A veces dudas...

Aromas...

Sed...

¡Encuentros!

 

El hombre que yo amo

Torre de música sin término

Se somete a la batalla sincopada

El saxofón excita las aspas del sexo

Tiene éxitos distribuidos en el alma

E interminables persecuciones de melodías en los miembros

Algo semejante a la arquitectura barroca

Suspenso

Vigilia

Duelo

Compactos collares de nubes

Consecuencias del cielo y el infierno

Como el jazz

Como Bach

Garito y templo

Pero el hombre que yo amo de la rosa negra tiene miedo

Vive obsesionado de la espiga eléctrica que no respeta ensueños

Protege su estructura y desnudez de estatua adolorida de la época

Siente temor del ángel colérico que al hablar por teléfono provoca

El hombre que yo amo

Bello debutante sintético

A los bailes de gala va descalzo

Va con frac y sin corbata al cementerio

Oculta su colección de lágrimas de marfiles nuevos

Y como recordando lo nunca antes dice:

-Cuidado con el balcón del Limbo y el espectro del beso-

El hombre que yo amo no me quiere

Me piensa...

Acaricia la consistencia de mi letra

Anda delirando por las Lenguas Muertas

No desea la experiencia de mi piel

Me piensa...

Hasta el eco de mis palabras escarmena...

 

 

 

Música 

Antigua  

 

 

He aquí el lirio

Flor que Dios olvidó instalar entre los astros

Es heraldo y párpado desprendido de la gloria

Aliado al rocío posó sus alas en el Campo de la Nobleza

El Lirio permanece eternamente en vigilia

Esas lágrimas del Lirio quedáronse suspendidas en el rostro del alba

Lágrimas del Lirio aquel hermanadas a ciertas otras

Decoradoras perfumando silencio de sábanas nupciales

lirio es aquella lámpara que ilumina hacia dentro 

va enmielando a la suavidez y languidez de dos formas en fuga

tiene la avidez de un instrumento de Cámara

difunde sus arpegios en ámbitos inmemoriales

escapa a los oídos del hombre común

penetra suave

hondamente en la maestría del amor

 

Amamos

Al que sorpresivamente entre las manos se nos torna antojadizo

Ansiosa criatura trazándose camino en la oscuridad

Avanzando por ojo mágico de húmedas paredes

Siente la vida sin verla

Conociéndolo todo

 

Ábrense los labios al Lirio

Entonces transformada en cápsula es ave dispuesta a besar el infinito

 

Conocemos la señal del Lirio

El cansancio del Lirio

La angustia del Lirio

La humillación del Lirio

La cruel arrogancia del Lirio

Sin embargo hemos palpado el delirio del Lirio

Así mismo instuímos su tristeza

Debemos nombrarle

Lirio

Deseamos saber si nos veremos obligados a renunciar a él

A su Solo fino en Mí mayor

Aceptando esa apasionante promiscuidad con Beethoven

No estamos dispuestas a dejarnos seducir por virtuales especies digitales

No nos habituaremos a caricias electrodomésticas

Lirio mágico lo más decisivo que recibimos

Nos pena el Lirio

 

Nos pena aquel que nos habita y deshabita

Nos conquista y abandona

Nos pena el Lirio

El que toma posesión de tan pequeño espacio

Y de todo un Universo

Uni

Verso

Nos pena el Lirio

Lirio

Flauta dulce tocando lo más hondo de nuestro continente

Llegando a donde sólo el amor logra anidar

Flauta dulce continúa desparramando tus arpegios

Socavando mi prisión

Impulsando libertad

Instalando la verdad

 

Flauta Dulce

Suene la Viola

Suene la flauta

Lirio-Delirio

Vuelen párpados y pétalos por los aires

Vuelen plumas y labios justicieros

Vuelen lágrimas y notas

Besos e imprecaciones

Vuele mi Lira

Mi beso hasta la punta de tu espada.

                                                          (Inédito)  

 

 

 

Limpio de petróleo

reposa tu cuello

 

Sumerges palabras rubias

entre suaves peces azules

atrapados en un rostro

 

Al fondo

gusanos estridentes

vidriosos de lunas.-  

                              (de Voz Reunida)