|
|
¿ Q U I É N
E S
C A R L O S
P E Z O A V É L I Z ?
p o r L o r e t o D í a z
|
|
|
Para muchos,
sólo plantear esta pregunta puede parecer un insulto. Se han escrito
innumerables artículos, estudios y ensayos acerca de Pezoa Véliz y de su
obra. Importantes nombres de las letras chilenas se han ocupado de
eso y todos han aportado con acierto su visión del autor.
A mi parecer,
ocurren tres sucesos capitales con Pezoa y su creación: el primero
se trata de que a partir de él y de Diego Dublé Urrutia (su
contemporáneo) se genera en Chile una corriente de magnífica
poesía que dura hasta hoy. Antes de Pezoa, Chile era considerado un
país de historiadores y juristas, ajeno a la sensibilidad y al lenguaje
mayor que radica en el poema. Pero luego de él la lista es
inacabable; piénsese sólo en nombres como Gabriela Mistral, Pablo
Neruda, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Nicanor Parra, Jorge Teillier,
Enrique Lihn, Gonzalo Rojas o Armando Uribe, por sólo nombrar
algunos. Este es un fenómeno inusual que ha significado un
quebradero de cabeza para los estudiosos, más aún si se da en un
restringido terreno geográfico y en algo más de cien años, de
manera que muchos de estos poetas conviven y comparten un mismo periodo de
tiempo.
En segundo
lugar, la temática de su poesía está influenciada por el naturalismo
fijándose sobre todo en el devenir de la gente del pueblo, de los
humildes, de los que cada hora de su existencia cuesta sangre y
penas. Si cruzamos esto con su propio pasar, corto y desdichado,
pero apurado al máximo resulta en una poesía recia, a veces brutal,
austera y amarga. El mismo Pezoa declara en una conversación con su
amigo Ignacio Herrera Sotomayor: "Piense usted que desde Homero hasta
mí ha habido una sola concepción de la poesía y que, después de mí,
toda va a cambiar. Hasta ahora se ha cantado lo bello; pues bien, yo
voy a cantar lo feo, lo repugnante". Afirmación simplificada y
nada modesta del poeta, pero sin duda errada. Demos por ejemplo tan
sólo a Baudelaire que 50 años antes había publicado Las Flores del
Mal y en relación al tema social no olvidemos a Baldomero Lillo
y aún antes a Dublé Urrutia. Con todo Carlos Pezoa fue, y así se
le reconoce, un poeta popular.
|
|
|
En tercer
lugar, su obra más importante se reduce a 10 o 12 maravillosos
poemas. El resto es, a decir de los críticos,
irregular. Pero esos pocos poemas bastan para modificar el curso de
la poesía venidera y situarle como el referente más válido de la
mayoría de los poetas chilenos contemporáneos.
Tema aparte es
referirse a su vida, marcada siempre por la carencia, la poca fortuna y
tan corta además, apenas 29 años.
El poeta nació
en 1879, hijo natural de Elvira Jaña y de un español de apellido Moyano.
Sin embargo, fueron Don José María Pezoa y Doña Emerenciana Véliz
quienes le cuidaron y le dieron sus apellidos. Ellos eran un
matrimonio modesto y sin hijos que vivían en esa época en un negocio de
venta de carbón frente a Plaza Almagro, en el Barrio San Diego de
Santiago. Allí creció Carlos Pezoa, en un medio bravo y de dudosa
moralidad, rodeado de burdeles, guapos y pelusas como él. Cumplió
la primaria en la Escuela Pública Nº 3 y más adelante, a los catorce
años se matriculó en el Colegio San Agustín dónde se destacó como
buen alumno, pero por razones económicas y tal vez sicológicas
suspendió estos estudios para retomarlos tiempo después. Se
desempeñó como zapatero remendón y más adelante se ocupó de calar
sandías en La Vega Central. Ya entonces escribía poesía. En
1898, ante el peligro de guerra contra Argentina, ingresa como voluntario
al cuartel del Tercero de Línea, es una experiencia nada grata al parecer
por su soneto La pena de azotes en que describe el humillante
castigo a que es sometido un desertor aprehendido. Luego de esto se
desempeña como ayudante en la Escuela San Fidel, lo que le permitió
ganar algunos pesos, pero donde fue pronto despedido. De ahí de
vuelta a la vida de carencias y bohemia que mellarían su delicada
naturaleza física. Escribe en su diario: "Me acostaré
pronto. Anoche tuve algunos ataque en mi cama que me hicieron temer
la muerte. Parece que hoy se repetirán. Estoy bastante enfermo de
mis pulmones". |
|
|
|
|
|
|
|
Su
situación económica es tan mala que pasa días enteros sin comer.
Consigue un puesto administrativo en el Escuadrón de Escolta el cual
pierde al poco tiempo debido a "incompetencia para llevar la
documentación". En 1902, Carlos Pezoa se radica en Viña del
Mar donde se enamora, es una relación breve y dolida. Comienza a
trabajar como secretario de la Municipalidad. También dicta clases
en el Instituto Inglés. Este es al fin un periodo de bonanza.
Alcanza relativo renombre al ser publicados sus versos en periódicos y
revistas. Aumenta sus ingresos sirviendo de agente de avisos en el
diario El Chileno. Vivía en una Residencial de la calle
Viana donde lo sorprende el terremoto de 1906. Así, poco le duró
su buena fortuna. Le trasladaron herido a una carpa en la
calle Traslaviña y de ahí le llevaron al Hospital Alemán del
Cerro Alegre. Pezoa estaba inválido de ambas piernas. Luego
de una breve convalecencia en el pueblecito de El Almendral vuelve a caer enfermo y los
doctores le suponen una apendicitis, le operan con desastrosos resultados
porque la herida no cicatriza. Es derivado al Hospital San Vicente
en Santiago donde por razones económicas debe quedarse en la sala común
de aquel recinto.
Alone
recuerda que Augusto D'Halmar fue a visitarlo con otros amigos, entonces
el poeta le entregó una cuartilla. "Acabo de escribir estas
líneas. ¡Guárdelas Usted!", le dijo. Era Tarde
en el Hospital, hermoso poema que figura en varias antologías. El
Dr. Eugenio Cienfuegos, que lo atendió en sus últimos momentos con gran
esmero y cariño, ha dejado constancia de ese trance: "Su soledad
durante el tiempo que estuvo recluido en el hospital fue horrible...Su
agonía duró cinco días, durante los cuales vivió en un estado de sopor
y letargo...Falleció, acompañado sólo por mí, una mañana como a eso
de las 9, en otoño". Pezoa murió el 21 de Abril de 1908
. Su
funeral fue como su vida, pobrísimo, apenas un carro mortuorio
acompañado de algunas pocas gentes. D'Halmar ha subrayado tan
triste verdad: "Ya sabemos su fin. Muerto a los 29 años,
ningún amigo acompañó al cementerio sus restos, para que se cumpliera
lo que él predijo...Tras la paletada, nadie dijo nada, nadie dijo
nada". |
|
|
|