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O D A A L A P O L É M I C A
L A G U E R R I L L A L I T E R A R I A E N T R E
D E R O K H A – N E R U D A – H U I D O B R O
S E G U N D
A P A R T E Y F I N A L
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De Rokha convirtió
los ataques contra Neruda en una obsesión y hasta escribió un
libro muy a su estilo de 250 páginas, Neruda y yo,
acusándolo de estar en connivencia con el peronismo y el
imperialismo norteamericano.
Pero su polémica
con Vicente Huidobro no tuvo ribetes tan trágicos: ambos poetas,
a lo largo del duelo, pusieron también en juego su sentido del
humor:
De Rokha: No voy a continuar
golpeándote: me da flojera y asco, Vicentillo. Declamas y
berreas tanto que tus afirmaciones y bufonadas se deshacen y
quedas desnudo de dignidad, pataleando, gordo, rosado, tonto,
inefable como guagua de rico. Ya me aburrió la historia esta,
Vicentillo.
Huidobro:
Terminas tu polémica como era de esperar: en un gran amasijo
de baba verde. Arrinconado, haces una pirueta de foca inflada y
te sales por la tangente.
De Rokha: No soy cobarde como para
pegarle en el suelo a una gallina que cacarea porque dice que ha
puesto un huevo en Europa. La miseria moral grita en tus
alforjas de embaucador vencido y falsario, Vicentico.
Huidobro:
Pobre Páblico: estabas habituado a chillar y falsificar.
Creías que jamás te darían un revolcón. Esta lección te servirá
de experiencia. Era necesario limpiar el ambiente de un
escorpión venenoso. Eres un tonto que en cuarenta y dos años
todavía no te has dado cuenta de que eres tonto.
Por otro lado la
polémica y los conflictos personales entre Huidobro y Neruda
tuvieron caracteres melodramáticos, un tanto absurdos, risibles
y propios de la tensión ocasionada por el choque de los
antagonistas. Mario Ferrero recuerda que un grupo de amigos de
Huidobro, reunidos en Cartagena después de un regado almuerzo,
se informó de que Neruda pasaba sus vacaciones en ese balneario,
asombrando a las muchachas del lugar con sus extrañas
vestimentas hindúes.
“Nos propusimos
–dice Ferrero-
invadir el balneario vecino, asaltar la casa de Neruda y
secuestrar a su dueño por el resto de sus días. La proposición
encontró la más delirante de las acogidas, comenzándose en el
acto los preparativos para la invasión. Vicente, con una
sonrisa que tenía muy poco de beatífica, nos informó que su
hermano Domingo, el pintor, tenía en su fundo de Llolleo una
valiosa colección de armaduras, espadas, arcabuces, escudos y
corazas antiquísimas, incluso mallas de acero para preservar las
cabalgaduras. Al día siguiente fuimos a Llolleo y obtuvimos en
préstamo del coleccionista los más absurdos implementos de
guerra: lanzas, machetes, sables de doble empuñadura, cimitarras
y ballestas del año del Rey Perico. Y como si esto fuera poco,
don Domingo nos prestó los caballos más viejos, flacos e
inverosímiles de su fundo. Eran unos jamelgos duros y
acartonados, sobre los cuales parecíamos una mezcla fantasmal de
Don Quijote, el Cid Campeador y Cantinflas”.
“Con esta facha circense y ambulatoria cruzamos una tarde, en
número de once, la terraza de Cartagena. Hacía un calor de los
mil demonios. Crujían las mallas y armaduras. Tanto era el
sudor de los rostros ocultos y tanto dolían las heridas de
antiguas batallas, que antes de haber cabalgado dos kilómetros
uno de los soldados tuvo la genial idea de que pasáramos a
tomarnos unas cervezas. Allí mismo terminó la invasión. A
medianoche nuestro ejército, diezmado e irreconocible por la
tierra, vencido pero alegre por el efecto de las muchas
libaciones, volvía cantando por la orilla del mar, dueño y señor
de la más desordenada trifulca”.
Un
grupo de sus enemigos literarios se conjuró mientras Neruda
permanecía en España, acusándolo de haber plagiado el Poema
16 de Tagore. Fue una bien urdida intriga en que
participaron varios escritores que más tarde se sumaron al bando
del autor de 20 poemas de amor. Según el grupo que
defendía a Neruda, se trataba de una interpretación de mala fe,
puesto que se limitó a escribir una recreación sobre el tema del
poeta hindú. Pero las acusaciones se multiplicaron a tal
extremo que Neruda, en una nueva edición de los 20 poemas,
escribió en el prólogo: “Metido todo en el corazón de la
guerra civil española me sorprende la quinta vez que este libro
va a las prensas, sin tiempo para haberlo revisado siquiera.
Una sola palabra final: el ‘poema 16’ es, en parte, paráfrasis
de uno de Rabindranath Tagore, de ‘El jardinero’. Eso ha sido
siempre públicamente conocido. A los resentidos que intentaron
aprovechar, en mi ausencia, esas circunstancias, les ha caído
encima el olvido que les corresponde y la dura vitalidad de este
libro adolescente”. |
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Al
final de la historia, el fuego polémico se concentró entre los
dos Pablos: Neruda y de Rokha, incorporando ambos poetas a sus
respectivos grupos de seguidores, admiradores, polemistas,
exaltadores, panegiristas y hasta boxeadores. Volodia
Teitelboim refleja la tensión ambiental de esos momentos:
“Huidobro llegó una vez más desde París escribiendo una
desafiante epopeya del mal. Repetía cada noche los nombres de
Apollinaire, Benjamín Péret, Breton, Aragon. Con su
inconfundible lenguaje atacó a Neruda en diarios derechistas
bajo seudónimos, atacando a la España republicana en guerra.
Para Huidobro la verdadera guerra era la Poesía. Y en ella
Neruda y de Rokha eran potencias enemigas”.
El
crítico sueco Artur Lundkvist, en su libro El continente
volcánico, se refirió a esta polémica: “La guerra amarga
y prolongada empezó hace mucho tiempo. Como los dramas que
dividían generaciones en otros tiempos, ya casi nadie recuerda
su origen. Sólo se habla de sus consecuencias. El mayor afán
de Pablo de Rokha es superar a Neruda en todo: en marxismo
ortodoxo, en comunismo ardiente, en panoramas épicos volcánicos
y en erupciones de lava”.
En
el otro extremo del resentimiento está el crítico Alone, al que
de Rokha califica de “pinganilla siútico, con lenguaje de
señorita y de picaflor sin pico”.
Por momentos, de Rokha se queda en una tierra de nadie y es
atacado desde distinto ángulos. Está marginado oficialmente del
partido comunista y por momentos las embiste contra algunos
dirigentes del PC, y en cuanto a la derecha, lo ataca de forma
más o menos coordinada y conjunta. Recuerdo que tuve que
integrar una comisión que visitó al crítico Hernán Díaz Arrieta
para pedirle a nombre de un grupo de escritores su voto a favor
de Pablo de Rokha para que se le otorgara el Premio Nacional de
Literatura. Alone era una vez más jurado. Nos dijo: “No
tengo capacidad para poner la otra mejilla. He sido ofendido
hasta el cansancio por el señor de Rokha. Tendría que ser un
imbécil para no reconocer sus condiciones de gran poeta.
Además, ese título genial de su libro: ‘Acero de invierno’…”.
Y agregó: “Pueden tener ustedes la seguridad de que mientras
viva utilizaré toda mi influencia para que jamás de los jamases
se le otorgue el premio a ese individus”.
Alone cumplió a cabalidad su palabra. El crítico y humanista
Juan de Luiggi se lo había advertido: “Si a usted lo pica una
pulga, carga un cañón calibre 22, lanza una andanada de fuego
graneado con la cual deja un boquete considerable. Pero lo
curioso es que el disparo ha sido tan violento y
desproporcionado que la pulga sigue viviendo y lo vuelve a picar
en el otro costado”.
Por su parte, el crítico Hernán Loyola opina lo siguiente sobre
la obra de de Rokha: “Hay mucho de patética epopeya en el
trajinar vociferante de Pablo de Rokha, en su furor megalómano,
en su egocentrismo descomunal, en esa feroz envidia y en ese
corrosivo resentimiento que lo impulsaron a cometer increíbles
hazañas de tenacidad y esfuerzo en el ejercicio de la poesía”;
Homero Arce, secretario de Neruda, advierte: “A Pablo le
cuesta olvidar algunos agravios. No perdona ni la ingratitud ni
la envidia. Tiene buena memoria y recuerda lo malo y lo bueno,
aunque no lo diga”.
De
Rokha vuelve a la carga contra Neruda, como lo haría hasta los
últimos días de su vida: “Yo no he tenido colecciones de
mascarones, de conchas ni de caracolas. No tengo plata para
eso. Yo expreso al pueblo porque soy un marxista leninista
honrado y honorable. He vivido de mis libros, los he vendido
para comer y tener una chaqueta y dos pares de pantalones. Esto
no lo considero ni una hazaña ni un motivo de orgullo”.
Neruda mantiene un silencio prudente y estratégico. Pero existe
un hecho cierto: ninguno de sus editores jamás publicará a de
Rokha en ninguna circunstancia. Un Pablo bloquea al otro Pablo,
usando una estrategia diferente para anular a su enemigo
literario.
Luis Merino Reyes reconoce: “Las imprecaciones de de Rokha se
caracterizan por llevar la injuria más allá de la barrera del
sonido, anulando su efecto”. En ese aspecto coincide con el
crítico de Luiggi. Por su parte, Luis Sánchez Latorre, afirma:
“De Rokha era como el viudo del partido comunista. La habría
gustado ser el poeta oficial, pero fue desplazado por Neruda,
que se convirtió en tal”.
De
Rokha ataca de nuevo, porque Neruda es la obsesión de su vida, y
de ahí su afán por demolerlo, ultimarlo, cavarle la fosa
definitiva, reemplazarlo. Afirma: “Neruda no es un
vertebrado, ni un renacuajo; es un molusco con la técnica del
boomerang”. “El infantilismo coprolálico y pornográfico del
trovador senil, cacaseno, calzonudo, no es únicamente el régimen
de puerilidades de don Fulgencio, el hombre que no tuvo
infancia, sino el extremismo infantil de derecha, coincidiendo
con el extremismo infantil de izquierda”.
Neruda acumuló ira contenida largos años, reaccionando con un
poema sin precedentes en las reyertas literarias. Lo tituló
Aquí estoy, y aunque más tarde lo retiró de su obra general,
resulta de interés conocer algunos fragmentos: |
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Aquí estoy con mis labios de hierro y un ojo en cada mano,
y con mi corazón completamente,
y viene el alba y viene
el alba, y viene el alba
y estoy aquí a pesar
de perros, a pesar
de locos, a pesar
de ladillas, a pesar de pesares,
estoy lleno de lágrimas y amapolas cortadas
y pálidas palomas de energía
y con todos los dientes y dedos escribo
y con todas las materias del mar,
con todas las materias del corazón escribo.
Cabrones:
hijos de puta!
hoy ni mañana
ni jamás
acabaréis conmigo!
A mí no me amenazáis ni con anónimos
ni con saliva, existo entre los metales
y la harina y las olas,
entre el mundo y el cielo
con un corazón
lleno de sangre y rocío.
Muerte al bandido
que cambia fecha en sus libros y con la otra mano
vive puro perro y puro rico,
vive de oscuras administraciones,
vive falsificando incestos con hijas de madres
ultrajadas, |
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muerte al bandido,
al estafador de diez años,
cuadros, muebles,
tíos, hermanos,
provincias saqueadas…
Mientras el mundo se surte de llanto a cada lado
y los trabajadores y los alcaldes crujen de sangre,
mientras el mapa se sobrecoge entre las sábanas
y la angustia hace girar a los cabildos,
hay literatos de siniestra cara,
ladrones verdes,
payasos de París, miserables de Talca,
descubriendo odio,
fabricando pequeños plagios.
…
Adiós a muerte,
adiós a muerte,
fracasados,
aquí estoy con harinas y cimientos.
Aquí estoy haciendo pájaros,
aquí estoy solo,
venid horribles seres muertos
a clavar cadáveres en mi alma
para que en vuestra muerte,
en el terrible olor a muerte de
vuestras muertes
os ayude a salir de las tumbas amargas
en que estaréis llenos de baba pútrida
con el olvido a cuatro labios
y una víbora negra en la garganta. |
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Neruda entra y sale de la batalla. De acuerdo con su propia
táctica, son sus amigos los que agregan presión a la polémica.
Más tarde diría: “Jamás he ofendido o dado argumentos contra
otro escritor; sólo cuando la paciencia parecía llegar a su
último límite”.
La
polémica ácida, absurda por momentos, cruel, personal, familiar
siguió su curso con el correr de los años. En el libro
Estravagario, Neruda saca por fin el habla en respuesta a
los agresivos Tercetos dantescos a Casiano Basualto,
publicados por Editorial Multitud, de Pablo de Rokha.
Con algunas licencias, se puede establecer un curioso
contrapunto “poético”, anteponiendo caprichosamente los versos
agresivos de los dos Pablos:
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Neruda
¿Aquel enemigo que tuve
estará vivo todavía?
Era un barrabás vitalicio
siempre ferviente y fermentado.
De Rokha
Gallipavo senil y cogotero
de una poesía sucia, de macacos,
tienes la panza hinchada de dinero.
Neruda
Es melancólico no oír
sus tenebrosas amenazas,
sus largas listas de lamentos.
De Rokha
Abominando del hombre valiente
echas en cara la desgracia humana
y, al insultar, muestras la bestia
ingente.
Neruda
Debo llamarle la atención,
que no olvide sus andanadas,
me gustaría un nuevo libro
con aplastantes argumentos
que al fin terminara conmigo.
De Rokha
Engañas a “las musas”, y el cantante
de prostíbulo que hay en tus maletas,
en las ideas es un comerciante.
Neruda
Este provechoso sujeto
acechaba mi nacimiento
y apenas quise respirar
él se dedicó a exterminarme
siguiéndome con alevosía
por tierra y mar, en prosa y verso.
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De Rokha
Los capos de la antigua servidumbre
te abandonaron por ingrato e inmundo,
como a un cuchillo mordido de
herrumbre.
Neruda
Cargó sus años y los míos
con perseverancia encomiable.
Y sobre su alma picaresca
anotó todos mis pecados,
los que tuve y los que no tuve
los que tendré probablemente,
los que no pienso cometer
y allí el pobre hombre con su lista,
con su pesado cartapacio,
sólo preocupado de mí
y de mis acciones funestas.
De Rokha
Traidor y desertor calificado,
te burlaste de los trabajadores
yendo de negociado en negociado.
Toda tu obra, mal robada, imita:
“Machu Picchu” es Ramponi, el
argentino,
a quien plagiaste su “Piedra infinita”.
Neruda
Aquel enemigo que tuve
ha sacado los pies del plato
con su silencio pernicioso!
Yo estaba habituado a esta sombra,
a su envidia desgarradora,
a sus torpes dedos de ahogado.
De Rokha
Y si aún deseas premios y más
premios,
te ofrezco el premio de la
sinvergüenzura
colosal y feroz de los bohemios,
que se cavan la propia sepultura,
no importas tú, importa tu
impostura! |
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Arturo Aldunate Phillips cuenta que semanas antes de que Pablo
de Rokha se suicidara, lo visitó en inspirado afán apaciguador,
buscando la manera de poner fin a la larga polémica y obtener la
reconciliación de los dos Pablos. El autor de Los Gemidos
le dijo: “De acuerdo, pero cada uno tiene que poner algo de
su parte”. Aldunate Phillips fue al día siguiente donde
Neruda y le transmitió el recado de de Rokha. “¿Para qué?
Este asunto está terminado” - respondió Neruda. Y así fue.
Artículo aparecido en septiembre de 1983 en la revista La
Bicicleta, posiblemente de Alfonso Alcalde
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