|
Martín Huerta es un
gestor cultural. Recuerdo cuando el patio de prensas de La Nación se
transformaba en el lugar para realizar sus "Carretes Culturales" y
colgaba en la puerta de entrada un deslavado carrete gigante de hilo de
volantín. Mucho vino, conversación, música, poesía, lanzamientos de
libros, exposiciones. Le debemos a Martín Huerta y a su amiga Angélica
Anabalón varias jornadas de hermosa bohemia. A propósito, además de
este libro que hoy reseño, el Martín Huerta escritor tiene a su haber un
poderoso volumen que se llama "La gran bohemia", libro del que espero
ver pronto se esperada publicación.
"Yo, Carlina X" fue
publicada por primera vez en 1967 por Editorial Ráfaga. Su única
edición se agotó rápidamente. Al parecer fue uno de esos casos en que
los críticos ignoran una obra que es muy bien recibida por el público.
Como sea, la novela desapareció de las estanterías y con el tiempo sólo
fue posible leerla en fotocopias. Su autor se fue del país, se dedicó a
la fotografía y, me imagino, a muchas otras actividades acordes con el
espíritu de Huerta.
"Yo, Carlina X" está
escrita de una manera ágil y entretenida. Cada uno de sus capítulos
lleva el deseo de pasar al siguiente para ir conociendo la vida de la
más famosa puta y regenta de Chile: la Tía Carlina. El lector pasea de
su mano pequeña de niña pobre, su adolescencia huérfana y abusada, el
desprecio que fue sintiendo por los hombres a quienes consideraba tan
fáciles de manejar, su adultez adinerada, la resignación. Nos muestra
también el típico ser nacional, el doble discurso, las apariencias de
los políticos que condenan la prostitución por ser una constante ofensa
a la moral de la familia, núcleo de un país, pero que terminaban
abrazados a las cinturas de jovencitas y homosexuales para disfrutar de
sus placeres. Policías que persiguen a este negocio, pero que liberan a
las cautivas si es que ellas acceden a sus requerimientos, de forma
gratuita por supuesto.
Es la hipocresía de
la ciudad que habita el prostíbulo. Un prostíbulo, casa de huifa o de
remolienda, hermosamente alhajado con música, baile, alcohol para
"bañar yeguas", pinturas en las paredes, mucho humo y el persistente
sonido del enjambre. La fiesta comienza todos los días en la tarde y no
se detiene hasta la madrugada, siempre ante la atenta mirada de la Tía
Carlina y del "Rana", su hombre de confianza que llevaba también los
libros de contabilidad.
|
|
|
Uno de los momentos
que más me conmovieron de este relato en primera persona, fue aquel
cuando la Tía Carlina era muy joven y aún se llamaba Carlina Morales
Padilla. Una pobre niña de once años sin juguetes que encontró en la
basura a una muñeca que adoró como si fuera parte de su ser. Le colocó
"Sarita" y fue fuente de ínfimas alegrías. Esto duró poco, ya que un
día un grupo de matones, tan pequeños como ella, le arrebataron el
juguete y comenzaron a burlarse. ¡Fea!, le gritaban. La niña no soportó
más y se abalanzó sobre uno de ellos comenzando a rasguñarlo. Pero esto
no detuvo aquí la escena, el resto de los rufianes siguió golpeando a
Carlina y a "Sarita", siguió burlándose, siguió humillando. La niña
debió salir corriendo mientras era perseguida y le tiraban piedras,
muchas de las cuales dieron en el blanco. Allí Carlina perdió a su
muñeca y ganó un creciente rencor por los hombres.
"Yo, Carlina X" es
un buen libro, búsquenlo, cómprenlo, léanlo y compártanlo. Seguramente,
cuando pasen las estaciones y nos alejemos más de este ahora, lo
buscaremos entre nuestros muebles para volver a leerlo.
Miguel Moreno
Duhamel
Santiago, Marzo de 2014. |
|