U n a R e f l e x i ó n S o b r e e l M u n d o M a p u c h e . p o r C r i s t i a n P o b l e t e C e b a l l o s |
|
Cristian Poblete C. es un libre pensador independiente. |
|
Recuerdo una tarde de marzo, hace ya 18 años, llegando de las vacaciones de verano al colegio, donde se respiraba entre los compañeros una abundante sensación de apatía por volver a estar en cuatro paredes escuchando al profesor, escribiendo como autómatas la materia que en algún momento sería evaluada. De pronto entra un nuevo maestro, algo serio, pero informal. A muchos nos llamó la atención su aspecto bastante retraído y por supuesto su apellido difícil de retener en nuestras mentes: "Yo seré su profesor de música este año, mi apellido es Quilaqueo, ¿alguien sabe mi origen?", mientras muchos seguían hablando en voz baja de las vacaciones, algunos pusimos más atención ya que intuíamos estar frente a un personaje distinto del común profesor de música. Nos comenta poco a poco que sus raíces son Mapuche, nos habla de temas tradicionales en el folclor Chileno, de los cuales ninguno de nosotros sentía el respeto y melancolía que brotaban de sus ojos al cantarnos un par de canciones tan conocidos por todos nosotros.
Al dejar su guitarra, comienza sin importar que muchos conversaran y no tomaran en cuenta sus palabras, una historia tan simple y breve, pero tan sabia y bella, que caló en lo más profundo de mis oídos hasta llegar a escuchar su relato una y otra vez a lo largo de los años. Nos invitó a reflexionar sobre los mapuches y la llegada de los españoles. Contaba una vieja historia que le hablaba su abuela del sur: "Los españoles venían en sus caballos de los cuales se bajaban unos señores con sandalias, nos miraban con cierta lástima como un Padre mira a su niño perdido en su propio mundo. Querían enseñarnos a cerca de su gran Dios, mas bien nos decían que era el único camino hacia la salvación de nuestras almas, luego nos invitaban a beber de un agua que otro hombre apuntaba hacia el cielo diciendo que ahora podíamos tomarla para perdonar nuestros pecados ya que era agua bendita. Nosotros no entendíamos mucho sus rituales y ellos quedaron mudos cuando la Machi les decía con voz suave y serena que no era necesario, ya que nuestro Dios no estaba tan lejos en los cielos, que hace mucho tiempo atrás ya había bendecido toda el agua y que señal de ello estaban los ríos que vienen de las montañas y nos apagan la sed día a día, alimentando la tierra que es nuestra madre, sus manos son el viento que acarician nuestro rostro al amanecer y con un manto de oscuridad que llega en la noche nos cubre nuestros ojos para poder descansar. Nuestro Dios jamás nos ha dejado solos y nos alimenta día a día con el maíz que brota de los valles, no podemos olvidarlo si ya desde mucho nos regaló una tierra donde sostener nuestros pies para no caer". |
Este pequeño relato fue un despertador de aquellos días de marzo, a lo mejor una de las mas grandes lecciones que aprendí en la escuela.
Desde aquel entonces mi interés ha sido investigar más sobre los Mapuches y otras culturas indígenas tan miradas en menos, llegando al borde del desprecio por mucha gente de nuestra sociedad u hombre blanco como le dicen ellos. Incluso en la historia de Chile enseñada en nuestros colegios, no rescatamos lo más importante de ellos como la sabiduría en su cosmovisión tan integral del mundo y la realidad que los rodea tanto social como interna-espiritual.
Uno de los últimos libros interesantes en todo su aporte es del antropólogo José Bengóa, Historia de los antiguos Mapuches antes de la llegada de los españoles, libro que ha sido bien controversial y revolucionario en sus hallazgos, interpretaciones arqueológicas e históricas. Hay varias teorías en este libro que está haciendo temblar varias enseñanzas un poco erróneas que se han escuchado por mucho tiempo en las escuelas de nuestro país. |
Cosas interesantes postuladas en los hallazgos de Bengóa es que los ríos como el Bío-Bío y Toltén no eran líneas divisoras en el territorio Mapuche, si no más bien un modo de conexión que entregaba la tierra para comunicación con los demás grupos indígenas. De hecho una de las formas antiguas de entierro era poner al muerto en una canoa sobre el río para dejarlo viajar hacia el más allá, hacia el infinito del horizonte, entendiéndose que para ellos el más allá no es como para nosotros la idea del cielo (arriba o abajo), sino más bien una visión lateral de dejar al cuerpo viajar por el río hasta llegar al mar a su encuentro con el mundo espiritual. También encontramos extractos de testimonios recopilados por los primeros evangelizadores españoles. Uno de ellos relata que después de un extenso viaje por valles, cerros y ríos, llegaron a una gran planicie, tan hermosa por su vegetación y amplitud, que llamaba inmutablemente a la contemplación, pero más allá de toda esta belleza del paisaje, existía algo más sublime aún, un gran número de chozas de los indios que acoplaban perfectamente con la armonía de aquellos lugares, algo que jamás había visto en sus tierras natales, una especie de fragmento del paraíso en la tierra.
Ahora mi pregunta es si valía la pena enseñarles algo a estos hombres que al parecer estaban en equilibrio, por lo menos geográficamente, con su entorno. Pero esto no era todo, porque Bengóa descubre en su análisis sociológico, que los Mapuches eran una sociedad que vivía en absoluta armonía, donde no existía Mapuche pobre o con carencias materiales, todo era opulencia en cuanto a alimentos. El tiempo era muy bien aprovechado tanto como para lo terrenal y lo espiritual como si ninguno pudiera vivir sin el otro.
Otra de las cosas interesantes es entender que la sociedad Mapuche carecía de delincuencia, grupos antisociales o disconformes con sus pares. Esto se puede explicar en parte gracias a la no centralización del poder en su estructura como sociedad. El poder estaba distribuido solo en familias y no existía un estado de poder que ejerciera derecho soberano sobre todos. |
Para nosotros puede ser difícil imaginar una sociedad sin los vicios y peligros de la nuestra. Se nos dificulta pensar que algún día podamos salir a la calle y ver a todos como seres que jamás nos robarán o nos dañarán. Bueno, cuando la sociedad Mapuche enfrentaba algún peligro como una guerra, intrínsicamente sabían que el peligro no venía desde dentro de ellos como sociedad, si no que era externo a su pueblo. Tan fuerte cohesión la vemos hasta los días de hoy cuando luchan por sus tierras que son habitadas según las últimas teorías arqueológicas, desde hace 13.000 años atrás.
Diversos autores en variadas circunstancias han dudado de la existencia de una forma política en lo que fue la organización social Mapuche en el devenir histórico , cuestión que es fundamental determinar, ya que de ahí se desprende la existencia o no de los Derechos del Pueblo Mapuche. Sobre lo mismo y de acuerdo al aporte de otros historiadores mapuches e indigenistas a través de sus relatos, han señalado que antes de la preexistencia del Estado chileno en el territorio Mapuche, el Pueblo Mapuche mantenía socialmente plena autarquía en lo político y económico, es decir, decidían libremente en sus destinos como pueblo-nación y a la vez, asumían la realización de todas aquellas necesidades que se hacen imprescindibles. |
Esta marcada autarquía social, implica que el Pueblo Mapuche ejercía una total autonomía en su territorio como asimismo, mantenía una coherencia entre todas las agrupaciones mapuches existentes al interior del territorio lo que se traducía, en momentos difíciles, en una inmediata cohesión, como era en los casos de guerras de los cuales ya mencioné. Estos elementos señalados, como son la Autarquía, la autonomía, la coherencia y cohesión, demostrarían, según los criterios de algunos autores de Derecho y Ciencias Políticas, que por lo menos, el Pueblo Mapuche reunía los elementos básicos para constituir una organización política, contraponiéndose a aquellos que afirman que sólo existió una etapa pre-política en una sociedad mapuche absolutamente primitiva.
Estos elementos, junto a otros singulares como son la lengua, cultura, raza, religión y un Territorio, como espacio físico en que se desenvuelve su propia existencia, son los que mantienen al Pueblo-Nación Mapuche, como una organización política que conlleva a su vez, Derechos inherentes. |
Dejando de un lado todos los análisis sociales de la vida mapuche, quiero contar una experiencia personal para reflexión del lector.
Hace dos años atrás, en uno de mis viajes hacia el norte en busca de de lugares habitados por indígenas, llegué a un pueblo cerca de tierra amarilla por Copiapó. Los carabineros nos dieron cierta información además de desayuno. Uno de ellos nos contaba que por las noches teníamos que tener cuidado con los temporeros. En este pueblo no hay tasas de delincuencia, pero cuando llegan ellos, que en su mayoría son de origen mapuche, las riñas aparecen, algunos asaltos y hechos de violencia. La mayoría deambula por las noches en estado de ebriedad. Además que todos ganan por la temporada mucho dinero del cual malgastan en alcohol. Algunos se quedan dormidos en la vereda |
de la carretera y dejan su cabeza apoyada sobre el camino por donde pasan los camiones y revientan sus cráneos. El carabinero nos contaba con cierta naturalidad, que una vez por semana en esta época, aparecía un hombre muerto por con la cabeza reventada en la orilla de la carretera.
El carabinero tenía una visión muy negativa de los Mapuches debido a su mala experiencia con los temporeros del sur. Decía que eran una raza mala, llena de apatía por la vida y por sus semejantes.
A
lo mejor si miramos desde otro punto de vista las cosas y analizamos
históricamente lo ocurrido con el pueblo Mapuche, podemos sin justificar
a estos temporeros, entender un poco más el sentimiento de muchos de
ellos. ¿Qué haríamos nosotros mismos, que sentimientos guardaría
nuestra alma si nos mataran nuestra gente, nuestra familia, nuestros
hijos, nos desterraran de nuestro lugar ancestral, difamaran a nuestro
Dios, contaminaran nuestras aguas benditas, nos insertaran a un mundo que
nunca pedimos, casi como esclavos de un Egipto gobernado por un rey
monetario que nos deja en el ultimo escalón de una sociedad
discriminadora, materialista y amenazante, donde no existe la igualdad,
donde abunda la pobreza material y espiritual. Mi pregunta es si acaso
dejaríamos silenciosamente que nos arrebataran a nosotros mismos, a
nuestros hijos, familia y creencias, pero a cambio nos regalaran a la
fuerza un lugar desierto de árboles, desierto de igualdad, desierto de
espiritualidad, desierto de amor hacia la tierra y desierto de paz?
Entonces me atrevería con osadía a decir que si a mí me arrebataran
todo eso, deambularía como un temporero, sin Dios ni ley, con el alma
inundada de nostalgia y amargura por un pasado perdido, tratando de
embriagar el brillo que dejaron mis antepasados en la retina de mi
memoria, para seguir por la carretera de esta fría soledad, esperando ser
arrollado para siempre y ver si así puedo silenciar en mi mente todas las
voces grabadas que gritan en mi corazón. |
|