En el prólogo de Ribera Norte se enuncia
que tu producción poética se ha mantenido mayoritariamente en
silencio y lejos de la hipervisibilización. ¿ Por qué has hecho
esa opción ? ¿Por qué, entonces, publicar hoy?
En los años 80 publiqué textos en algunas
revistas y participé en las actividades de ese entonces con los
escritores jóvenes en la SECH. Siempre tuve la intención de
publicar un libro, pero en esa época no era fácil ya que había
menos recursos, no como ahora que existe una cantidad importante
de editoriales independientes. Por otro lado, hubo situaciones
tanto de carácter político como personal que hicieron alejarme
de la esfera literaria y darle más tiempo y energía a la
contingencia.
Reconozco que la vuelta fue un poco larga…, pero
en fin, tal como digo en el libro, siento que la deuda ya está
pagada.
En varios de tus poemas reflexionas sobre el
desgaste. Ese movimiento del tiempo que va horadando todo
aquello que se proponía eterno e infranqueable. ¿Qué crees tiene
que decir la poesía sobre el ser y estar finito en el mundo?
Creo que la poesía es una especie de fotografía
de lo que somos en los diversos momentos de la vida. Es un
registro que nos desnuda ante el mundo con absoluta libertad. La
mirada hacia los objetos que envejecen junto a nosotros. Hay un
hermoso verso de Brecht que dice: “De todos los objetos, los que
más amo/ son los usados”.
En Paseo Peatonal, grupo de poemas que componen
tu libro. Describes imágenes y sensaciones que te evocan
elementos variados de la ciudad. Desde construcciones,
señaléticas o propagandas comerciales. ¿Cómo definirías tu
relación con la ciudad y sus espacios? ¿ Como la mira tú poesía
?
Soy absolutamente citadino. La ciudad me nutre y
estimula. También me gusta la naturaleza y lo salvaje, sin
embargo, es en la ciudad donde me siento cómodo. Aunque en estos
últimos meses ha sido la ciudad el escenario de la revuelta y el
estallido social, la ciudad herida como símbolo del pueblo
herido y maltratado. Un ciudadano que clama por una ciudad justa
e integrada. Una ciudad cuyos muros se han llenado de arte y
poesía.
Radio Pekín,
son trece poemas insertos también en el libro. Una cuidada
y profunda unidad que indaga en la figura de una chinidad de tu
escritura, es decir toma los elementos basales de esa cultura y
se aproxima a experimentar y leer la existencia. ¿Qué
importancia tiene ese aspecto en tu vida creativa? Logras
imágenes muy emotivas cuando construyes un paraje de la memoria
ancestral tomando la figura de tu abuelo, ("con su mirada
cavando un túnel hacia el otro extremo del planeta" ) ¿Quién
fue él?
Mis primeros años de vida estuvieron rodeados de
símbolos de la cultura china por todos lados: la comida, la
música que escuchaba mi abuelo en su radio de onda corta, los
cuadros bordados de seda y sobre todo el libro rojo de Mao que
me encantaba mirar sin entender nada -por cierto estaba escrito
en chino-, pero la imagen de Mao al comienzo tras una hoja
transparente para mis ojos de niño era todo un misterio.
Después de más grande me acerqué a la poesía
china, la escritura, el cine y también las artes marciales. La
cultura permanece aunque ahora con la globalización ha perdido
parte de su misterio.
"Cantan
los albañiles" reúne poemas que hablan de materiales y
edificaciones. Se activa una poética constructiva que
homenajea también al poeta turco Nazim Hikmet del que tomas el
título, para como el hacer hablar la materia con la mayor
libertad imaginativa posible. ¿ Qué te interesa de la imagen del
proceso de construcción? ¿De los trabajadores levantando
estructuras ? ¿Qué ves en esa acción?
Esto tiene que ver con mi experiencia de haber
trabajado durante mi juventud en varias construcciones tanto de
edificios como casas realizando instalaciones eléctricas y de
climatización. El mundo de la construcción es una cultura llena
de códigos muy particulares que, cuando los conoces y te haces
parte de ellos, le tomas mucho cariño. Hace años que ya no entro
a una construcción y no sé cuánto habrá cambiado esa cultura con
las nuevas generaciones. Por otro lado, a mí me tocó vivir la
experiencia de que en los años 60 y 70 eran los propios dueños
de casa quienes o construían o agrandaban sus casas, así es que
el hecho de mezclar cemento o mojar ladrillos es parte de una
experiencia que viví siendo cabro chico junto a mi padre.
¿Qué te interesa transmitir en los poemas
agrupados en Los Puentes del Mapocho.? En 1700 Sor Tadea en su
Relación de la inundación que hizo el Río Mapocho de la ciudad
de Santiago de Chile describe extasiada y horrorizada el
potencial de violencia natural del Río. El Mapocho es un hito
fundamental desde siempre para la ciudad y su habitante. En un
par de poema hablas de "carnaval revuelto de esperpentos"
o de la "sucia guerra de sus aguas". ¿Qué significa ese
torrente para ti? ¿Cómo entra a tu poesía?
El Mapocho es parte de la identidad de esta
ciudad , pero a veces me parece que es un río invisible o
invisibilizado. Junto a él se yergue todo un mundo que es
básicamente pobre. El río Mapocho es un río pobre, no es como
los grandes ríos de otras ciudades del mundo. Eso siempre me ha
llamado la atención. En la época que escribí esos textos, vivía
en Conchalí, por lo que debía pasar todos los días al menos una
vez por sobre el río. El río Mapocho es una gran metáfora de lo
que somos también como sociedad, nace de la cordillera
cristalino y a medida que baja por la ciudad, pierde su
transparencia y se vuelve oscuro. El claroscuro tan marcado de
nuestro país, entre los que viven bien y lo que viven a medio
morir saltando.
Participaste en talleres literarios con Gonzalo
Millán. ¿Cómo nutrió esa experiencia tu formación intelectual y
poética? ¿Cómo lo recuerdas? ¿Cómo te relacionas con su obra?
El libro está dedicado a Gonzalo Millán y a dos
queridos y grandes amigos poetas: Tote España y Omar Tomé, este
último murió prematuramente a los 24 años totalmente inédito.
De Gonzalo tengo recuerdos imborrables de largas
conversaciones de cuando él vivía en el bario Bellavista y yo lo
visitaba los días domingo en la mañana. Era una persona muy
acogedora de quién aprendí mucho y que tuvo la generosidad de
publicar un extenso poema mío en el segundo número de la revista
Espíritu del Valle. Recuerdo a Gonzalo como mi maestro y este
libro está muy influenciado por su poesía.
Samuel Ibarra Covarrubias es performancista, escritor y
periodista.
Fotografías: Juan Moreno Duhamel.
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