L ' A N I M I T A D E R O M U A L D I T O R e f u g i o d e P e r r o s y H u m a n o s
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"Caminante no hagas ruido, baja el tono de tu voz que Romualdo no se ha ido, Solamente se ha dormido en los brazos del Señor" (Palabras escritas en una placa de agradecimiento a Romualdito)
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La Animita es un monumento funerario popular que nace por la misericordia del pueblo en el lugar donde ha ocurrido una mala muerte. Los restos del difunto yacen en el cementerio local, por lo que se honra su alma, la "ánima".
En el sitio designado por la tradición se construye una caseta llamada indistintamente casilla, templete, ermita o gruta. Son imitaciones de casas o de iglesias donde se colocan velas en su interior para cuidarlas del viento. Todas las grutas llevan cruces así como también otros ornamentos, principalmente flores, pero también hay algunas que tienen objetos personales del difunto y en el caso de los niños, cada cierto tiempo, pueden verse en ellas las huellas de una celebración de cumpleaños, allí quedan globos, serpentinas y regalos.
Se supone que en ese lugar ha quedado estampado un corredor directo con el sobrenatural mundo de Dios y es el "ánima" del muerto el que puede interceder directamente por los vivos cumpliendo favores de distinta índole, los que son escritos en pequeños papeles que se introducen en las rendijas y grietas de la construcción. La mayor de las veces es el silencioso ruego del penitente el que pide ser escuchado. Al parecer son en verdad milagrosas ya que sobre las animitas o a su alrededor, se van acumulando placas metálicas, trozos de mármol, madera o bronce en votos de gratitud por el favor concedido.
Dentro del culto animista chileno, existen algunos casos sobresalientes por la historia que rodea al difunto o por la inmensa cantidad de venerantes y peregrinos que vienen de distintas partes del país o incluso del extranjero para venerarlo, tal es el caso de Romualdito cuya animita se encuentra en la comuna de Estación Central en Santiago de Chile. |
Transcribimos aquí lo que el reconocido investigador del folclor y la cultura popular Oreste Plath describe de este caso:
"En Santiago, en la calle San Borja, primera cuadra entrando por Alameda Bernardo O'Higgins, fue asaltado hace más de cincuenta años Romualdo Ibáñez.
Ese día Romualdo Ibáñez había abandonado el hospital, era un convaleciente, caminaba solo, con dificultad, hacia su casa, envuelto en un chal. |
Romualdo se defendió con sus débiles fuerzas, pero los maleantes le quitaron 15 pesos, el chal y lo asesinaron en el costado poniente de la Estación Central, junto a un muro.
Se cuentan muchas historias sobre este suceso. Doña Olga Soto, dueña de un puesto de diarios en el sector, recordó así el hecho: "Un día supimos que lo atacaron varios hombres muy malos que había por este sector y lo acuchillaron. Él venía del hospital, caminaba con una bolsita en la que había colocado su servicio personal. Entiendo que se arrastró hacia la esquina de la Alameda, pero se desangró".
Las versiones en relación con el asesinato siguen pareciéndose: "...Era del sur. Cayó enfermo y fue a parar al Hospital Barros Luco. Cuando salió, dicen que tuvo que venir por estos lados. Al pasar por esta calle, San Borja, del restaurante "Los Palos", que antes se llamaba "Los Tres Palos", salieron tres gallos que asaltaron a Romualdo Ibáñez y le quitaron cinco pesos y lo mataron aquí en este lugar".
"...A pocos metros de la Alameda, un asaltante nocturno asesinó a un caballero y el cadáver quedó aquí toda la noche. Debido a la oscuridad nadie pudo verlo hasta que amaneció".
"...Estuvo largo tiempo aquejado de una seria enfermedad. Cuando lo dieron de alta fue asaltado, robándole lo poco que tenía y clavándole un puñal en el estómago. Caminó casi una cuadra, desangrándose. No recibió ayuda alguna y falleció junto a esta pared". |
"...Venía saliendo del hospital, recuperado de un mal del pulmón, cuando lo acuchillaron por robarle una humilde bolsa de utensilios".
"...Era un huasito enfermo que venía saliendo del hospital y llevaba una mantita a cuesta; y los malechores, creyéndole huaso platudo, lo asaltaron y le dieron muerte".
Estas versiones son las más creíbles, tienen una semejanza, los relatos coinciden, están más cercanos a la realidad, a la verdad.
Y están estas divergentes:
"Se trata de un joven retardado mental, sin grandes pecados, que fue enviado a la Estación Central a dejar un poncho. Fue asaltado por uno individuos, pero al resistir Rumaldo el ataque, fue asesinado".
"Era un tontito, al que le daban propinas por ayudar a cargar en las bodegas del sector. Algunos malandrines lo cogotearon un mal día y le dieron horrible muerte". |
"Es un niño que murió hace mucho tiempo".
"Era un siniestro maleante abatido en esta calle, a tiros por la policía".
La calle San Borja era antiguamente una calle peligrosa. El escritor Daniel de la Vega, haciendo recuerdo de este barrio cuenta: La calle San Borja fue el centro de las jaranas nocturnas. Se produjeron allí tantos escándalos, se oyeron tantas bofetadas y gritos de auxilio antes de amanecer, que las autoridades en un momento de desesperación ordenaron demoler todas las casas de la calle San Borja. Las escenas de esta demolición están en la novela 'El roto' de Joaquín Edwards Bello. Yo alcancé a ver los montones de escombros que quedaron allí durante mucho tiempo"
Debido a la manera criminal de asesinar a un enfermo, la piedad popular comenzó a crecer iniciándose, como siempre, cuando una vecina encendió velas en el mismo lugar donde cayó la víctima. Con el tiempo se le construyó una caseta y al darse cuenta la gente de lo milagroso que era, se fueron sucediendo en interminables procesiones para pedir y también para agradecer por lo otorgado. Los pedidos van desde la recuperación de un enfermo, la vuelta a casa del hijo desaparecido, la muchacha descarriada, encontrar trabajo, el pago de deudas, aprobar los exámenes del colegio y muchos más, a Romualdo se le puede pedir cualquier cosa de bien a pesar de que con el correr del tiempo muchos olviden su verdadero nombre y le llamen indistintamente Remialdito, Reynaldo, Ronaldo, Romalcito, Rumaldo, Rumualdito o le cambien el apellido a Ivane, Ivanez; Ivani o Ibaniz. En algunas placas incluso se le ha cambiado el nombre completo y se le llama Iván Ibáñez. |
Se cuenta que hace muchos años un policía llegó a caballo y empezó a revolver el animal entremedio de las velas, queriendo decir que debían desaparecer porque eran un peligro y que podían provocar un incendio. Pisoteó todo, ante el espanto de algunas mujeres que oraban...pero a las pocas cuadras el caballo resbaló y cayó al suelo quedando el policía con las dos piernas fracturadas. El uniformado se hizo devoto de la "Animita" y pronto quedó bien.
El pueblo afirma que no se puede atropellar estos descansos espirituales, pues significa grave ofensa para sus credos personales y un evidente riesgo para el blasfemo. |
Las casetas que albergan las velas en honor a Romualdito son limpiadas frecuentemente y cuando están vacías, sirven de refugio para perros callejeros que se han transformado en los guardianes de el espíritu y conviven en paz con los humanos que acuden a buscar el refugio espiritual que tanto necesitan. Junto a las placas de agradecimiento cuelgan fotografías, zapatitos de niños, crucifijos, pequeños trozos de tela y cualquier otro indicio de el respeto y veneración por el ánima que siempre escucha y cumple.
Una creencia popular dice que si se es beneficiado con algún milagro y no se agradece como se prometió el ánima cobra venganza, pero seguramente el buen Romualdito preferiría hacer vista gorda y seguir en su labor de ayuda a los vivos.
La Animita de Romualdito es considerada la más milagrosa de Santiago, la que cuenta con mayor número de feligreses y sin duda alguna su altar es el más extenso que se ha levantado en esta urbe.
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Fuentes: - "L'Animita. Hagiografía folclórica. Biblioteca Oreste Plath". - Visitas a la animita en varias ocasiones. |
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