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P A B L O
V É L I Z B A C I G A L U P O
S Ó L O B A S T A
D E S P E R T A R
p o r
M i g u e l M o r e n o D u h a m e l
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Pablo Véliz
Bacigalupo. Es profesor de Lengua Castellana, poeta y narrador
chileno, nacido en Concepción en 1976. Estudió en el Instituto
Nacional de Santiago y luego en la Universidad de Chile. A su
vez, ha sido parte de varios talleres literarios, entre los que
destacan Balmaceda 1215, con Emilio Antilef;
Universidad de Chile, con Alejandra Basualto; y Centro
Cultural de España, con el fallecido poeta Gonzalo Millán.
Durante sus años académicos también participó en la llamada
Toma Cultural Pablo de Rokha.
En 1999 obtiene el
primer lugar en el Festival de Todas las Artes Víctor Jara,
con el poema Cristales y en el mismo certamen, el segundo
lugar en la mención narrativa con el cuento El tren de mayo.
Publicó en 2014 su
primer libro de poemas El Camino de la Higuera, por
ediciones Askasis, pero tiene varios escritos que esperan entrar
y salir de imprenta, poemas, cuentos, novelas, son el terreno
donde deambula. Hoy en Lakúma-Pusáki conversamos con este
escritor.
¿Poesía o Narrativa? Por cuál género se inclina tu balanza y por
qué.
Parafraseando a
Bruno Vidal, “la poesía no es un asunto de estrofas”. Entiendo,
entonces, que no hay necesariamente una fisura radical entre
ambos géneros. Existe narrativa altamente poética. Basta leer a
Borges o a Miguel Serrano para entender esto, donde se aprecia
todo un habitar poético que por exigencias estrictamente
formales se canaliza en las formas de la narrativa, a mi
parecer. En otro contexto, la “Ilíada”, el “Cantar de Roldán” y
el “Cantar de mío Cid” son poemas fundamentalmente narrativos.
Por ello, yo me pregunto, ¿cuál es la verdadera diferencia?
¿Cómo y cuándo comenzó en ti el interés por escribir?
No hay edad para
comenzar a dedicarse al quehacer literario. La poesía es un modo
de mirar las cosas. Esta sería mi respuesta. Pero yendo a un
plano más concreto, recuerdo que cuando era un niño mi madre una
vez me castigó porque puse a un gato en un tarro de leche y le
prendí un petardo al interior, entonces, me encerró en mi pieza
durante toda una mañana. Fue, así, en ese momento, que me
enfrenté por primera vez a la página en blanco y sentí que la
poesía era una especie de confesionario donde tenía que expurgar
mi pecado frente a un sacerdote. Con el tiempo entendí, de esta
manera, que ese acto era crucial en el modo de entender el
oficio de la escritura.
¿Sirve para algo la poesía en una sociedad como esta?
Cito a Hölderlin,
“para qué poetas en tiempos de miseria”. Además, a Theodor
Adorno, quién afirmó en 1949 que escribir poesía después de
Auschwitz era algo barbárico. Por otra parte, dice Heidegger,
“el mundo carece de fundamento, pende en el abismo”. Yo creo
que, por lo mismo, es ineludible la poesía, aunque sea el más
ingenuo de los oficios. La poesía es una necesidad, como dice
Parra, no es un ornamento que asiste la existencia del ser
humano, ni sólo una transitoria excitación ni un divertimento
pasajero. La poesía es el fundamento de la historia, y por ello
no es tampoco una manifestación de la cultura, y menos aún la
mera expresión del alma de la cultura. Todo es poesía, en ella
encontramos la expresión de todo lo existente en una dimensión
colosal, inefable, inaprensible. Es por esto que yo poseo una
firme actitud esperanzadora en torno al servicio poético. Por
ello, creo que la poesía es la que transforma el mundo.
El escritor como miembro de una sociedad. ¿Cuál es tu
apreciación del Chile de hoy, social y políticamente hablando?
Chile está vendido
a las fuerzas internacionalistas de un hipermercado neoliberal
degenerado. Aquí estamos en presencia de una mecánica del
embrutecimiento. Nuestra patria atenazada está agonizando. La
sociedad chilena está mancillada por la idiotez en el sentido de
la referencia griega del término, pues el ciudadano se preocupa
de su radical hedonismo en lugar de establecer una preocupación
por los asuntos públicos importantes. En Chile, la enajenación
reina en las relaciones interpersonales. El chileno es un ser
enajenado. No hay democracia, existe sólo una dictadura de las
transacciones de mercado.
¿Sobre la política?
¡Qué hablar! La política está corrompida por el poder económico
en todos sus términos. Ya está todo perdido en término
externos; salvo por la vía de la poesía, y no queda más que
esperar la llegada del caballo blanco del apocalipsis. |
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Nos hemos encontrado en varias ferias de libros, ¿cuál es tu
opinión acerca de las editoriales independientes?
¿Qué es eso?
¿Editoriales independientes? No existen las editoriales
independientes si el interés final es lucrar con el trabajo del
escritor. Lo que existe es la autogestión de escritores que
publican sus trabajos por editoriales que pretenden buscar un
margen de acción adyacente como contrapunto de las editoriales
más bien institucionalizadas en el mercado. A mi modo de ver
aquí lo importante es referirse a la relación de centro y
periferia en torno a los vínculos de producción, pues estas
editoriales funcionan al fin y al cabo como pequeñas empresas
que circulan en el ámbito de la producción literaria, y por ello
no son más que negocios marginales. Además, aprecio una
monotonía en relación al dogmatismo oficialista de cierta élite
de izquierda, entonces, surge la duda sobre la necesidad de
otras voces. La poesía no está hecha por todos. No se aceptan o
sencillamente no aparecen poetas que atenten contra esa
sensibilidad teórica, o más bien, permanecen en las vías
subterráneas de la poesía chilena. Por otra parte, a veces me he
preguntado, por qué esto de vender libros. Los libros deberían
ser regalados en las escuelas, en los hospitales, en las
cárceles, o bien, ser colgados en los árboles del Parque
Forestal como guirnaldas en Navidad. Quiero decir con esto, que
me parece necesario que la cultura desborde los límites del
mercado en todo sentido; y que el Estado se haga cargo de
“remunerar” a los poetas. ¿Acaso los escritores premodernos
pensaban en ganar dinero con sus libros? ¿Quién le compró un
libro a San Juan de la Cruz? Las editoriales son un invento del
alma burguesa.
Eres un escritor menor de 40 años, ¿cómo ves la actual
literatura chilena pensando en tus contemporáneos?
¿Cuáles serían
aquellos? ¿Quiénes son? Sinceramente, al momento de escribir
pienso que mis contemporáneos son Dante Alighieri, Rimbaud,
Rilke, T.S. Eliot. A veces pienso que me he vuelto un poco
tonto, pues al leer a los pocos “escritores actuales” que
conozco no logro entender nada, no sé qué pretenden, la poesía
para ellos no es más que un ejercicio vanidoso y
pseudointelectual. No hay hondura ni belleza, y por tanto pienso
que no se trata más que de resentimiento. Creo que existe un
elemento curioso en la poesía actual donde prima el culto a lo
nuevo, ¿acaso no es el mismo culto a la novedad que se da en los
televisores y celulares? En lugar de buscar patrones en las
grandes obras, lo único que se hace es dilapidar palabras en una
suerte de vana batahola de escasas imágenes y conceptos
inconexos. Ya no se puede hablar de generación, pues tendríamos
que decir: esta es la generación del “libertinaje”.
Háblanos un poco de tu libro “El Camino de la Higuera”
“El camino de la
Higuera” es un libro que intenta despertar la conciencia del
lector desde la perspectiva de la inversión de los paradigmas
culturales. Este libro consta de una premisa fundamental, y es
que la conciencia del hombre reproductor, el rol de padre se
constituyó como la paulatina plataforma que provocó la
transformación paradigmática matriarcado/patriarcado, sustentada
en el asombro exuberante de la vinculación coito-fecundación.
Pues, hemos de imaginar, por un momento, que el hombre en un
tiempo inmemorial no correspondía ambos fenómenos, y cuando tomo
conciencia: reveló el misterio de la procreación, y así el orden
femenino originario, que aunque continuara por un tiempo, al
cabo sería reemplazado por un orden masculino. Pues no
existiendo la conciencia del padre, ¿cuál era el rol del hombre,
y cuál el ordenamiento social a partir de comprensión de la
mujer como única fuente de vida?
Por lo
anteriormente señalado, en el hablante del “El camino de la
higuera” se puede observar una inmanente pulsión edípica, un
retorno reaccionario al vientre de la madre. Todo el libro habla
o refiere a lo mismo, es su perenne alegoría. De diversos modos
la voz lírica propone una transposición de los valores, una
apocatástasis del matriarcado en las culturas humanas, y esto lo
hace desde una politización de la estética, pasando por la
vinculación filial madre-hijo, por una férrea crítica al
capitalismo, una comprensión autopoietica de la economía, y un
interés por la asimilación de la tradición tántrica en la
cultura actual.
Cabe señalar que al
momento de escribir este libro yo me encontraba estudiando
Literatura Hispánica en la Universidad de Chile y que en aquel
entonces fue de mi interés el estudio de ciertos autores como
Oswald de Andrade, J.J. Bachofen y Humberto Maturana. Así fue
como estos pensadores inspiraron mi visión sobre la necesidad
del retorno a un orden matriarcal.
Es posible señalar,
para terminar, que “El camino de la higuera” es un libro
esperanzador, pero a qué esperanza me refiero, aquí el hablante
no es sólo un humanitarista que pretender disminuir las
diferencias culturales de un mundo utópico, sino también se
constituye como el centinela que porta el olifante frente a la
llegada de la aurora redimida en el post apocalipsis.
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Se hace referencia a que en tu poesía se mezcla la política, el
esoterismo y, sobre todo, una visión sobre la fuerza de lo
femenino, el misterio del predominio de la mujer y su poder
procreativo. Por favor, cuéntanos un poco más sobre esta idea.
Soy un profundo
creyente en el culto a la mujer y a la madre, y su poder
procreativo. En este sentido, he estudiado los mitos
matriarcales y puedo referirme a lo siguiente. Según creencias
arcaicas, se creía que la lluvia era la que otorgaba la semilla
procreativa. Cuando había escasez de agua las mujeres solían
llorar largo tiempo para aplacar el desdén de la Diosa, asimismo
para resucitar el alma de algún muerto, que se encarnaría en el
nuevo ser. Existe una leyenda persa que explica la fecundación
diciendo que es un ángel el que coge un poco de tierra y lo
deposita en el vientre femenino, y otra de origen africano donde
las semillas germinales son enviadas desde la luna por algún
sacerdote. Entre los canacos de Nueva Caledonia, se cree que la
mujer no es fecundada por el hombre sino por el bosque o el
arroyo que cruza en las inmediaciones: el esperma del hombre no
es una semilla propiamente tal, simplemente riega al nuevo ser
por venir. La creencia arcaica de la no participación del varón
en la concepción se trasluce en ciertas costumbres, mitos y
ceremonias religiosas, con las que se solicitaba el embarazo,
entre los creyentes de las religiones mistéricas existentes en
una multitud de culturas.
Son numerosas las
ceremonias y los cultos existentes en una gran cantidad de
culturas en las que mujeres invocan, de diversos modos, a Diosas
de la Fertilidad, de los ríos y mares, para usar el “agua
divina” que les otorgase el embarazo. En consecuencia, la
capacidad autofecundadora del principio femenino aprueba la
creencia en la irresponsabilidad del varón en la concepción
femenina. En algunas regiones, como Grecia y la India las
mujeres solicitaban a la Diosa el embarazo en ritos orgiásticos
en los que bailaban con canastillas de mimbre donde guardaban
falos o esculturas hermafroditas. Así, mujeres hindúes, cuando
quieren tener hijos transportan agua del río Ganges a las
montañas y la vierten en cúpulas, símbolo del vientre de la
Diosa Tierra. De manera similar, mujeres chinas esperaban el
deseado embarazo, realizando un rito llamado “el paso del río”.
Consistía en que se bañaban en un río cuyas aguas se creyeran
personificadas por un Diosa, antes de la unión conyugal, para
que por el contacto con sus aguas, la mujer quedase fecundada.
Se creía que la Diosa les concedería el embarazo con estos
ritos, porque pensaban que en las copas de los árboles y sus
frutos, así como las aguas de los ríos o mares estarían
impregnados con las semillas de la vida, que se depositaban o
quedaban flotando en determinados momentos del año: uno de esos
días penetrarían a la mujer al bañarse, y la dejarían fecunda.
El Matriarcado es
la base de todos los pueblos. Hace falta una historiografía
acabada y completa sobre la corroboración de esta premisa. Una
obra multidisciplinaria capaz de dar total evidencia sobre las
costumbres de los pueblos antiguos matriarcales de todas las
culturas. Un estudio globalizador que nos permita conocer a
profundidad los fundamentos de nuestra civilización. Toda línea
histórica que soslaye el estudio del período ginecocrático es
incompleta y no permite tener una visión real de la cultura. La
base de la cultura Occidental como la de la Oriental se
encuentra en el culto a la Diosa Madre, como única fertilizadora
de la especie y de la vida, dadora de misterio.
Recomienda a los lectores de Lakúma-Pusáki algunos autores o
libros que consideres imprescindibles de leer.
Yo no puedo
comprender mi trabajo poético sin entender la presencia de la
narrativa de Hermann Hesse, sobre todo el libro Demian. Este
libro es un libro iluminador, una entrada al universo de lo
esotérico donde la alegoría del pájaro que rompe el cascarón y
vuela hacia abraxas, la visión de Caín y la imagen de Eva, son
fundamentales para entender la dimensión metafísica de su
historia.
También, en mi
inicio como escritor leí la obra de Rimbaud, que la considero
fundamental a la hora de iniciarse en el universo de la
literatura, sobre todo en el terreno de la poesía propiamente
tal. La rebeldía de este autor contra las normas imperantes de
su época es un ejemplo muy motivante a la hora de escribir. Este
poeta en su “Alquimia del verbo” plantea que el escritor debe
hacerse vidente a partir del “desarreglo de todos los sentidos.
Por otra parte, “hay que ser absolutamente moderno”, “hay que
reinventar el amor”, y, “yo es otro” son máximas que inician la
poesía moderna, y que deben ser consideradas por el escritor
novato.
Pienso también en
otras figuras de escritores simbolistas: Baudelaire, Lautrémont,
Mallarmé, Verlaine. Estos escritores reaccionaron ante la
literatura de corte realista y naturalista a finales del siglo
XIX. En 1886 apareció el manifiesto de Jean Moreas en el que se
definió
este nuevo estilo como “enemigo de la enseñanza, la
declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva”.
Gracias a esto se comprende que estos escritores se inclinaron
reaccionariamente por la excesiva imaginación, los sueños y la
espiritualidad, resaltando, a su vez, la inclinación por el
hermetismo y el satanismo. Este movimiento me parece importante
porque de una y otra forma se constituyó como la antesala de la
vanguardia europea y con esto de la poesía actual.
Por otra parte, en
el contexto nacional, pienso en la generación de ´38, entre los
que considero a Francisco Coloane, Andrés Sabella, Carlos
Droguett, Teofilo Cid, Miguel Serrano, Eduardo Angüita, y
Gonzalo Rojas. Es imprescindible que aparezcan estos escritores
en la bitácora de los amantes de las letras nacionales, quienes
retrataron la decadencia de la sociedad chilena de esa época. El
contexto histórico de nuestro país creó en aquellos momentos las
condiciones para la escasez de trabajo, y las malas
remuneraciones laborales. Todo esto sumado a la presencia de la
“Guerra civil española”, y el estallido de la “Segunda guerra
mundial”, y, en el ámbito nacional, “La matanza del seguro
obrero”; asuntos que repercutieron en estos escritores chilenos.
Por último, destacaría entre otros escritores chilenos, a
Enrique Lihn, Rodrigo Lira, Jorge Teiller, Paulo de Jolly y
Diego Maquiera. Pero para mí el más fundamental de todos es la
figura insoslayable y magnánima de Pablo de Rokha. Su obra
extensiva es fundamental a la hora de conocer el ámbito y
producción de la literatura nacional. Este poeta representa en
sus inicios la vanguardia chilena, con su libro “Los gemidos”,
mas, después de este temprano compendio de indiscutible valor,
aparece un Carlos Díaz Loyola que recorrerá por medio de su
vasta obra toda una radiografía del alma de nuestro país. Creo
fehacientemente que Pablo de Rokha es el poeta chileno por
excelencia y, es más, creo que el poema “El canto del Macho
Anciano” es el poema de Chile, el retrato del último hombre, la
caída indiscutible del patriarcado cultural como forma de
habitar el mundo. |
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¿Cuáles son los planes que Pablo Véliz Bacigalupo tiene para
realizar en un próximo futuro?
En términos
poéticos tengo dos trabajos que estoy realizando. El primero es
un libro que he titulado “Epígrafe de Chile” donde hago una
radiografía de nuestra nación. En otras palabras, se trata de un
collage a la manera de una corriente de conciencia donde se
interponen cuatro elementos definidos: el paisaje y la geografía
de nuestro país, los mitos indigenistas, la historia de Chile, y
la presencia innegable de la penetración tecnocrática que afecta
la silueta del imaginario colectivo nacional. Es un poema de
largo aliento en el que me dirijo a Chile como una imagen
femenina desentronizada por el poder de la cultura subyugante.
Es un llanto a los pies de la amada, es un no desear partir a
nuestra patria inoculada por la indolencia de su pueblo
estupidizado por el divertimento.
El otro proyecto se
trata de la escritura de sonetos. Tengo una actual filiación con
la poesía medieval italiana, donde es fácil reconocer a figuras
tales como Guido Guinizelli, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri,
entre otros, formadores de la llamada “Dulce Stil Novo”, nombre
que Francesco de Sanctis denominó en el siglo XIX a este grupo
de poetas de la segunda mitad del siglo XIII. Me pregunto que
hace un poeta chileno preocupado por la escrituras de sonetos y
me respondo personalmente: qué más político que la escritura de
un soneto en un mundo tan descalabrado como el nuestro. Hay aquí
una contradicción inmanente que deben otros explicar, y no yo.
Me parecen plenamente subversivas las formas clásicas en un
contexto en que la poesía adquiere un tono tan tremendamente
panfletario, donde prima una equívoca visión sociológica del
poema. Pienso, ¿por qué la poesía se ha vuelto la plataforma de
los desencantados políticos o de los nuevos postestructuralistas
de corte francés? El poema debe evocar, señores. Y no hay nada
que explicar al respecto.
Muchas gracias por esta entrevista y, si lo deseas, tienes
tribuna abierta para decir lo que quieras.
Quiero hacer un
llamado a la juventud de nuestro país. Una juventud mancillada
por el hedonismo transcultural, por la magnificencia de los
valores más corrompidos. Me parece fundamental reconstruir la
visión que posee la juventud de sí misma, engalanada por la
supremacía del consumismo, el reggaetón, la música envasada, y
el consumo de drogas. Hace falta una rearticulación generalizada
de la espiritualidad, del modo de habitar el mundo, una
transformación radical sobre la manera de vivir. Falta una
militancia poética y política en relación al devenir de nuestra
cultura. Los jóvenes de hoy están enajenados, no les importa en
absoluto todo lo que entendemos como lo sublime, viven el
ideario de una cultura que no les pertenece, y están abyectos a
una materialidad que los mueve a preferir lo novedoso ante
cualquier valor supremo. La globalización es la plataforma del
desdibujamiento de las fronteras, de la constitución más íntima
del alma del paisaje, de la patria. Ya nadie se siente chileno,
nadie ama la cultura nacional, somos verdaderos extranjeros en
nuestra propia tierra.
Me parece
importante llamar a la juventud, como fuerza trasformadora, a
despertar del embelesamiento de los principios activos del
mundo del mercado, a criticar la desinformación de los medios
masivos de comunicación, a ser suspicaces en relación a la
pauperización de la intelectualidad. Escasean los intelectuales
que pretendan dar un giro sustantivo en torno a la manera de
coexistir moralmente nuestra existencia, de nuestra manera de
“ser en el mundo”. No es posible el embobamiento juvenil. No es
posible que los jóvenes de hoy ya no vean en el pasado modelos
de acción. No es posible que el libertinaje avance como una
serpiente en medio del desierto. Pareciera que la hegemonía del
dinero nos está corrompiendo el alma. Todo se basa en el dinero,
en la circulación del papel moneda.
De una vez por
todas, el escenario nacional e internacional debe cambiar, y si
hay que “reinventar el amor”, también hay que “reinventar la
espiritualidad”. Hay que volver a inventar el “teatro del
mundo”, volver a los valores prístinos de la antigüedad pagana,
sin soslayar la tecnología, capaz de liberar al trabajador de
las redes del patriarcado y devolverlo, como dice Oswald de
Andrade, a la “era del ocio”, principio activo de una sociedad
redimida de los tentáculos del Gran Golem Neoliberal. Existe,
jóvenes e intelectuales de hoy, la posibilidad de transformarlo
todo, sólo basta despertar, salir a la calle e inundar todo con
el poder de la poesía, única vía de una antigua y a la vez nueva
manera de concebir el mundo.
A L G U N O S
P O E M A S D E
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