Pablo de Rokha: El Tigre que no Era de Papel.

Por Nain Nomez.

 

"El tigre espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa.  Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire".

 

En algún lugar de la historia, el poeta Martí debe haber hablado con el poeta Pablo de Rokha sobre "nuestra américa" y todos los ojos que tenían deben haber brillado de augurios.  Y ese tigre mestizo reaparecería en muchos lugares y moriría de muchas maneras como en Santiago de Chile el 10 de septiembre de 1968.  El anciano macho Carlos Díaz Loyola, que batalló como Pablo de Rokha, había dejado de golpear.

 

Historia de Cachorros y de Héroes.

 

La mitología vigente nos habla de un viejo cuento que se desgrana entre Ulises y Prometeo, de un bárbaro constructor de lenguajes barrocos, de una lírica social que se transforma en épica y otros etcéteras más.  También nos entrega la encarnación de una figura tosca y primitiva que parece no haber pasado jamás por las debilidades de la infancia.  Por último, nos endilga la oscuridad de una creación azotada por la cólera oficialista durante eras.

 

Otras mitologías dicen que muchas veces deseó empuñar la espada y no la pluma y que la distancia entre su ser y su poder ser  desmesurado e insatisfecho le hizo embestir más molinos de viento de lo que su capacidad humana podía soportar.  Hacia el final, en Canto del Macho Anciano, nos decía que

 

El aventurero de los océanos deshabitados,

el descubridor, el conquistador, el gobernador de

        naciones y el fundador de ciudades

        tentaculares,

como un gran capitán frustrado,

rememorando lo soñado como errado y vil o

        trocando en el escarnio celestial del

        vocabulario

espada por poemas, entregó la cuchilla rota del

        canto

al soñador que arrastraría adentro del pecho 

        universal muerto,

        el cadáver de un conductor de pueblos

con su bastón de mariscal tronchado y echando

        llamas.

 

Objetivamente hablando, el cachorro llegaría de Licantén, el 28 de  noviembre de 1894, lugar donde su padre -un jefe de aduanas- trabajaba en plena cordillera.  Allí pernoctó por algún tiempo entre cóndores, arrieros y contrabandistas, aprendiendo a disparar, reír y vivir.   Posteriormente fue internado en el Seminario Conciliar de Talca, donde junto a los clásicos, conoce a hurtadillas, uno que otro "maldito prohibido".  Por oposición creadora, se vuelve antireligioso y es expulsado por ateo.  Allí lo llamaron "el amigo piedra" me contaba Fernando Lamberg, y desde entonces decidió quemar sus naves apelativas y nombrarse Pablo de Rokha.  Emigra a Santiago.  La bohemia, Whitman, Nietzsche, Rabelais y otros próceres lo deciden a la aventura poética.  Folletín del Diablo publicada a los 16 años, es el reflejo de todas sus angustias anarquistas frente a un mundo desmoronado.  Por otro lado, la Biblia y la figura de Moisés habían marcado la concepción profética y enunciativa que más tarde tallaría indeleblemente su lenguaje.

 

Mientras la uñas crecían y se afilaban, sus enemigos sacaron estacas frente a Los Gemidos.  El poeta había adherido en 1920 a la Internacional Obrera Anarquista y mas tarde al Partido Comunista de Chile.  En el más puro estilo western le ganó su esposa Luisa Anabalón Sanderson a su suegro, un coronel de ejército, aterrado de un enlace tan siniestro para su genealogía.  Desde allí crece Winett de Rokha, cuyo arte -según Mario Ferrero- "algún día será rescatado del olvido premeditado".   Entre el año 1922 y 1927 el poeta macera las páginas monumentales de sus primeros libros, con angustia patriarcal y primitiva depositada en diatribas y elogios desmesurados como su vida.  Es renegado por los críticos y basureado por los oficiosos del lenguaje.  Paralelamente van brotando a su alrededor crisálidas que van a dar pábulo luego a la leyenda de los de Rokha.  Junto a sus libros U y Satanás amanecen Carlos, Pablo, José, Lukó y todos los demás.  Algunos como Carlos y Pablo retornarán a la leyenda trágica cuyo círculo unirá el propio Pablo de Rokha mucho después, en una tranquila mañana de septiembre, como se dice.

 

De los otros siete, dos morirán en los primeros meses y los otros pernoctarán en distintos recovecos de la senda elegida por su padre.  Juan de Luigi -su crítico, editor y amigo- relata en el prólogo a Idioma del mundo la muerte de Carmencita y Tomás:  "Cuando murió su hija Carmen, tuvo que trasladar el cadáver en un tranvía, junto a su esposa, porque no tenía dinero ni siquiera para el automóvil.  Cuando murió su hijo Tomás, debió llevar el pequeño ataúd al hombro hasta el cementerio".  Juan de Luigi, que era un hombre de una vitalidad asombrosa -espadachín, nadador, atleta, crítico y otras gracias- se fue quedando ciego a raíz de una diabetes devastadora.  Se mantuvo unido con el poeta hasta los tiempos cercanos de la candidatura de Eduardo Frei en el año '64, a quién el crítico apoyó, lo que trajo la ruptura de una amistad que parecía inconmovible.  Decía Juan de Luigi que "esa época de la vida de Pablo de Rokha en Chile algo parecido a la de un jaguar que hubiera caído en un pantano.  La poesía a la moda era suave, afable, acomodaticia, sentimental...pero he aquí que en medio de este lazareto de salón aparece un bárbaro, cubierto de barro y sangre con angustias que se exhalan por todos los poros..."  Eso -como era de esperar- sacaría chispas.  Y las sacó.

 

Pablo de Rokha, Capitán del sur, Define los Actos Mágicos.

 

Este quijote no rompería lanzas sino palabras.  Sus materiales iban a permitir no sólo que la poesía se asomara a la vida, sino que la socavará por dentro, despedazándola y mostrando sus latidos internos:

 

Oigo crujir mis huesos, madre mía, madre mía,

oigo crujir mis huesos, crujen las bestias, crujen

las plantas, crujen las cosas y voy a morir; mi

sangre ya cansada desemboca en la muerte...

(Los Gemidos).

 

El poeta no podía reír porque el corazón le pesaba demasiado.  Cualquier juicio adverso le enfurecía y espoleaba su caballo de vientos contra pulgas y elefantes con el mismo ímpetu.  De Los Gemidos no se vendieron más de 10 ejemplares y el resto sirvió para envolver carne en el matadero.  De sus libros posteriores, algunos esperaron décadas en la imprenta, como Escritura de Raimundo Contreras -tal vez el más importante- y otros no pudieron ser publicados y desaparecieron. Encontrarlos hoy día es tarea de bibliófilos.  En las noches sublunares de Santiago, los grupos rivales de los Pablos y Huidobro se apoderaban de "El Jote" y asolaban la paciencia de los aterrados burgueses con sus consignas líricas.  Desde allá vienen los ecos de la batalla verbal que durante muchos años sostuviera con Pablo Neruda y que en realidad fue siempre un monólogo, porque Neruda pudo ignorarlo sistemáticamente.  Pablo de Rokha no pudo sustraerse a esa especie de complejo de Neruda, que con razón o sin ella, pretextó muchas de sus reacciones.  Y esa falta de atavíos burgueses, esa necesidad sin elipsis de decirle al enemigo su enemistad, ese afán de sacarle la venda a la justicia disfrazada lo llevó por los caminos de Chile a cuestas con sus numerosos libros en un peregrinaje incansable.  Vendía sus monumentos negros, uno por uno y de puerta en puerta.  Ellos hablaban -al decir de Juan de Luigi- de "la tragedia de Pablo de Rokha y del mundo en que Pablo de Rokha vive".

 

Entre los años 1927 y 1942 escribirá sus obras mayores.  Entre ellas sobresalen Suramérica, Escritura de Raimundo contreras y Morfología del Espanto.  Es el tiempo de la elegía patriarcal y las fiestas a la hora del vino:

 

Ahora al caminar va levantando los pájaros colorados

pisa y revienta grandes hongos dulces que tienen

bastante mundo en las pupilas arrumoradas de

esteros eternos habla y sonríen todas las materias

¡oh! habla habla y setecientos camarones

entusiastas emergen del elemento del universo

embanderados los cuadrados lomos dando olorosos

saltos de potrancas en soledad  Raimundo  entonces

Raimundo abraza la vida la monta y le revientan

loros de tinta  peras de gritos agrícolas...

(Escritura de Raimundo Contreras).

 

Es necesario "que el canto haga reír y haga llorar como una mujer rubia o un hermoso caballo".  Porque además "el canto como el sueño ha de estar cruzado de larvas".  El canto definido como lírica dórica social o épica social o barroco popular americano por diversos críticos o él mismo, es la búsqueda que en cierto modo ha cristalizado en la prosa latinoamericana.  Es que para Pablo no había fronteras en el lenguaje y vislumbraba ya este rompimiento de los géneros que trae la comunicación social.  Mario Ferrero, en Pablo de Rokha, guerrillero de la poesía, dice que "el barroco no es una sobrecarga de material, es un lenguaje gigantesco.  Y a Latinoamérica le corresponde ese lenguaje por sus desfiladeros, sus grandes ríos".  

 

Su canto es también la necesidad de transformar el lenguaje en acción, lo que no significa darle un carácter que en propiedad no tiene.  Vuelve, como los filósofos presocráticos de Grecia, a buscar el nombre de las cosas y los actos humanos en el origen.  Y en el origen está el hombre luchando a brazo partido con la naturaleza, con los sonidos y con todo lo que quiere permanecer inmóvil, eterno e inmaduro.  Frente al caos, frente a la nada, la única potencia que permite existir, es el acto histórico.  La poesía de Pablo de Rokha se instala frente al mundo en actitud destructora, para volver a encontrar la palabra libre de toda comunicación:  "los grandes contenidos del arte asumen un contenido racial-social, un sonido y un sentido de pueblos en orden o que anhelan el orden orden, buscando lo humano...Y aún no es lo humano, sólo lo humano el objeto del arte, sino lo cósmico, y el ser humano no sólo es lo que es, sino lo que hemos acordado y permitido que sea:  la entidad social, la entidad real, el ser que come, duerme y procrea" (Estimativa y Método).  O sea, no solo la palabra, sino este verdadero acto mágico de expurgación y disparo apunta también a la realidad social del propio poeta.  Y fuera del lenguaje también lanzó sus dardos hacia todos lados, tratando de encontrar el centro verdadero.

 

El Canto del Macho Anciano.

 

En las memorables batallas con los críticos y los cliente desgastó su cuerpo, mientras nuestra sociedad y algunas partículas de destino le asestaban golpe tras golpe que endurecían más su molde de granito.  Había sido uno de los primeros escritores militantes del Partido Comunista y se marginó posteriormente por algunas discrepancias con los dirigentes. En 1951 muere Winett, la mujer a quien no sólo amó, sino que convirtió en un símbolo telúrico de madre, esposa y combatiente para otras generaciones:

 

Cuando brillaba la vida en mí como un sable

desenvainado o como un toro colosal, y tú, Luisa

Anabalón, componías tu poesía en mis rodillas, todas

las cosas estaban llenas de pájaros y se parecían a

la bandera de Chile...

(Escrito en acero).

 

...todos están muertos y el muerto principal soy yo,

yo mismo, íntegro, porque murió mi tiempo, cuando

murió mi sueño y el objeto de mi vida, tú, Luisa

Anabalón Anderson:  ahora, la inmensa capital

metropolitana del Gran Santiago me parece un mar

sin navíos, sin pájaros, sin viajeros, un mar sin mar,

obscuro y desesperado, en el cual la miseria relam-

paguea en la oquedad, a la manera de las astillas

de los barcos, lanzados contra los acantilados de

las playas remotas del mundo...

(Winettgonia).

 

Pero mientras la tormenta ruge y solidifica sus huesos, sus cantos de petróleo grueso siguen apareciendo con un fluido interminable.  Viajes por Latinoamérica y posteriormente la visión del milagro que sacude a China.  Cuando en 1962 desaparece su hijo Carlos -otro olvidado de la poesía chilena- el sacudón agrega apenas otra cicatriz a su mole, aunque por dentro el hierro laceraba.  El tardío Premio Nacional de Literatura de 1965, tampoco logrará la reconciliación.  Le dirá más tarde a Julio Huasi que " El Premio me llegó tarde, casi por cumplido y porque creían que ya no iba a molestar más.  Se jodieron, porque pienso escribir hasta el fin y darles látigo más que nunca, aunque tenga las manos débiles".

 

Luego, la muerte de su hijo Pablo, autoeliminado con el revolver que usará él mismo y que cuenta así:

 

Pues bien, mi hijo se mató.  Yo no le reprocho nada.  Si me duele en las entrañas es cosa mía.  Pablo de Rokha hijo vivió como un hombre y murió como un hombre:  yo lo respeto.  Lo dijo Epicuro y yo lo repito:  si la muerte no está en nosotros, no la temamos porque no está.  Y si ella está con nosotros, no la temamos porque nosotros ya no estamos.  Este viejo pedazo de carne que yo soy, compañero, puede irse al fondo de la materia cualquier día de estos.  No quiero la muerte, pero no la temo.

 

A Julio Huasi, su hija Lukó dirá después que " papá siempre decía:  cuando un hombre no puede trabajar, debe pegarse un tiro.  No seré jamás un hombre que esté enfermo, nadie me va a sentar en una bacinica.  No quiero ser un viejo de mierda.  Yo quiero servir y servirme".  Así fue.  Hacia la tarde de su vida, los viejos mitos cuentan que soñaba con la revolución que ni él ni otros de su tiempo pudieron realizar, pero que buscaron con pasión inacabada:

 

Si no fui más que un gran poeta con los brazos

        quebrados

y el acordeón del emperador de los aventureros o

        el espanto del mar me llamaban al alma

soy un guerrero del estilo como destino, apenas,

un soñador acongojado de haber soñado y estar

        soñando, un "expósito" y un "apátrida"

de mi época y el arrepentimiento de lo que no

        hicimos, corazón, nos taladra

las entrañas como polilla del espíritu, aserruchándonos.

(Canto del Macho Anciano).

 

Y como ya lo había anunciado algunas veces, volvería en el momento preciso al tiempo en que los héroes no se frustran ni son volteados del caballo:

 

Ha llegado la hora vestida de pánico

en la cual todas las horas carecen de sentido,

        carecen de destino, carecen de estilo y espada,

carecen de dirección, de voz, carecen de todo lo

        rojo y terrible de las empresas y las epopeyas

        o las vivencias ecuménicas,

que justificarán la existencia como peligro, y como

        suicidio.

(Canto del Macho Anciano).

 

El viejo tigre había desgastado todas sus garras en el camino.

 

Historia de Piojos:  Testimonio.

 

Quedan testimonios.  Para Lamberg, su patriarcalismo bíblico fundió en un bloque su lenguaje y su vida.  A su mesa llegaban amigos y parientes de diversas generaciones entre los que sobresalían su yerno Maffud Massis, Mario Ferrero, Raúl Morales Álvarez, Tito Mundt, Carlos Droguett y otros.  Lo define como "un hombre que se entregó entero a su obra, su mujer, sus hijos y sus nietos y que logró vivir la existencia heroica a que aspiraba".  Concebía la poesía como una espiral que iba aumentando su radio, una espiral interminable que contenía todas las épocas y los continentes, todas las culturas.  Conversando con Mario Ferrero, éste me expresaba que consideraba la obra de De Rokha de nivel continental y mundial.  Difícil de analizar por el temperamento, estilo y conformación volcánica no depurada que constituye su esencia.  Mezclaba elementos de carácter épico, líricos y convencionales, menciones grecolatinas con sucesos tangenciales de la vida diaria y doméstica.  Todo sin depurar ni decantar.  Jamás conjugó su poesía con la de un Neruda o un Parra y despreciaba a muchos de los poetas jóvenes por formalistas o escasa capacidad de lenguaje.  Juan de Luigi, por su parte, insistía en que la lírica del poeta se remontaba a Simónides y Tirteo y debería llamársela dórica social, por existir en cierto momento preciso de la lucha de clases en una sociedad.  Para Huasi, era quizás un muralista poético y el propio Pablo se describe en un libro post mortem, Rugido en Latinoamérica:

 

Escribo a hachazos, tranquilo y enfurecido, me suicido cuando escribo, pero me defino cuando escribo y me encuentro en todo lo obscuro de la claridad aterradora, despedazándome y dilucidándome por Latinoamérica abajo, a la manera de quien matando lo mataron y sigue bramando...anciano tremendamente criado en las montañas, nos vamos pudriendo y rugimos.

 

En otra ocasión confesaba: "Durante toda mi vida he tratado de encontrar un estilo que se identifique con un destino.  Mi estilo es expresión social de una época, como expresión clásica..."

 

Cuando Julio Huasi lo visitó en el Hospital José Joaquín Aguirre poco antes de su suicidio en 1968, el anciano tigre lamía sus heridas de cien batallas y lanzaba sus últimos bramidos:  "Compañero...Usted ve, nunca me he lamentado de mi suerte.  Para que a ustedes los nuevos poetas no les pase lo mismo, quiero decirles un par de cosas.  Me han negado y matado en silencio.  Pero lo peor es que aprovecharon para robarme.  Si tuviera facultad para maldecir, yo maldigo entonces, aunque sea por última vez, a los que despojan a los verdaderos creadores, a los que usurpan el trabajo y la creación ajenos para su propio éxito personal...Alguna vez en el socialismo americano, deberá desaparecer, y si no quiere desaparecer, habrá que desaparecerlo a balazos o a patadas esa putrefacción que consiste en que los afortunados por el destino o ciertos notables se consideren la muerte, lo infinito superior, expropiando canallescamente a los que ellos creen son sus inferiores, sus subordinados".

 

Todo terminaba y tenía razón.  Porque como él mismo decía "no es el piojo quien engendra miseria, es la miseria quien engendra al piojo".  En los mitos del futuro socialista, se dirá que el tigre murió con las zarpas al aire y echando llamas por los ojos.  En esos mismos mitos se dirá que como casi siempre, la historia se escribe sin hache.