J o r g e G o n z á l e z B a s t í a s E l p o e t a d e l a s t i e r r a s p o b r e s por Eugenio Bastías Cantuarias |
Eugenio Bastías Cantuarias es Diplomado en Gestión Cultural, músico, escritor y miembro de la Sección Folclore dependiente de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía.
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La que ahora conocemos como Región del Maule, otrora nuestra viejísima Provincia de Talca, esconde al viajero desprevenido, como tantas otras, sus bellezas naturales y humanas. Quien ha andado por las orillas del extraño río Purapel (su extrañeza en Chile se basa en que corre al contrario del resto, de mar a cordillera) a la luz de la luna llena, no tardará en toparse con tantas de las sombras que fueron seres vivos riendo y llorando por aquellos pagos a orillas del Maule. Una de tantas es ese poeta de risa ancha, que salía de su casa para ver quién quería bajar del tren para comer y beber en su casa, ese llamado poeta de las tierras pobres cuyo nombre adorna ese mismo pueblo poseedor de toda una estación del tren que corre entre Talca y Constitución, del último de los ramales chilenos que se niega a caer bajo el peso de la llamada "modernidad", que no es más que el nombre eufemístico de la mercantilización y la privatización del bienestar de la sociedad. Ese nombre y esa sombra son las del poeta Jorge González Bastías, nacido en 1879 en Nirivilo, no muy lejos de donde terminó fundando su hogar, y muerto en su casa en 1950. Aquella casa que, al decir de sus mejores amigos y alojados, "llegó a ser a la fecha del deceso del poeta, una residencia acondicionada para alojar y agasajar a una veintena de visitantes." González Vera, tal vez el más riguroso de los escritores en prosa que hayamos leído, puesto que cada nueva edición de sus obras siempre advertía: "corregida y disminuida", hizo el retrato de cuerpo entero del poeta, quien, a cada gesto, acompañaba un hondo suspiro, diciendo de él: "Solía el poeta, en el verano, tener su caserón lleno de invitados. Entonces, si bien disfrutaba lo indecible, roíale la zozobra. ¿Y si llegaran otros amigos, cómo hospedarlos con holgura? Y apenas entraba el otoño emprendía la construcción de nuevos dormitorios." Pero dejemos que el poeta mismo comience a hablarnos de sí mismo y de su obra en este epígrafe que sus amigos antologadores pusieron en la última de las publicaciones de su obra:
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Para entender la obra de González Bastías hay que acercarse esencialmente a un valle dominado en su centro por el gran río Maule, por la recia historia de sus habitantes, labriegos, inquilinos pobrísimos, mineros y navegantes de agua dulce embarcados en faluchos y guanayes, naves tan maulinas como el poeta mismo. Ese mismo Maule que no sólo permitió convertir a Chile en uno de los primeros exportadores de trigo en llegar a California y luego a Australia, cuando la mentada fiebre del oro afectó tantos sesos en el s. XIX; también, a la vera de ese mismo río, surgieron tantos poetas, cuentistas y novelistas, que tan fértil fenómeno artístico no lo tendrían por verdadero los siúticos que hoy hablan del mentado "Chile profundo" y que, al mismo tiempo, sólo creen que el arte es para ponerlo en una mediática postal.
Nuestro poeta no quiso tener figuración social, por ello nunca le interesó quedarse en la capital de Chile, a pesar de haber hecho sus humanidades en el Instituto Nacional y haber tomado la pluma del periodista por algunos años en medios santiaguinos; al contrario, |
antes
de la treintena de su edad quiso volver a sus pagos y, desde allá, nos
cantó y contó la belleza y el dolor de sus tierras pobres abandonadas
por la política y los centros de poder. Sin embargo, decidió arriesgarlo
todo en una carrera de servicio público, como quien hablaría hoy, en un
puesto de alcalde sempiterno de su querido Infiernillo, que se transfiguró
con el actual nombre del poeta, punto medio en el recorrido del ya
nombrado ramal entre Talca y Constitución. Volvemos a pedirle a nuestro
conocido González Vera que nos hable del entorno del poeta, con su buen
par de pinceladas: “Infiernillo, más que aldea, es una estación. Hay
casas dispersas por el monte. Paralela al Maule corre la ferrovía por
donde el tren de Talca va y vuelve de Constitución. A la izquierda,
camino del puerto, a diez minutos se halla la casa del poeta, situada en
altura.” Y el poeta continúa hablándonos y nosotros entendemos su vocación tremenda por su querida Provincia en su "Égloga del camino":
El poeta maulino nació al mundo del arte en brazos del modernismo, bajo la potente égida de Rubén Darío, pero siempre sus motivos rondaron su valle, sus hombres y mujeres que ven el río como el reflejo perfecto del cielo en la tierra. Va el poeta en brazos del misticismo de los valles recónditos en su "Misa de primavera", lejos de capitalinos ajetreos:
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Alguna vez el poeta se dirige a otro grande que entregó su pluma antes de tiempo ("Lápida. En la muerte de C. Pezoa Véliz"):
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Pero volvamos a la pasión esencial de González Bastías, su valle, su gente, sus animales, su río:
Y continúa su sencillez formal y temática inundando su obra, como las pertinaces y periódicas invasiones del Maule en los pueblos ribereños:
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Aquí vamos de lleno al corazón de la pasión humana del poeta, pasión de padecer los dolores de su pueblo en "El poema de las tierras pobres":
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... No
sabe de piedad el hombre que
con su lenta infamia secó
la tierra. Torva pesadilla me
parece la vida. No hay palabras que
digan esta obscura miseria
derramada. Mira
la pobre casa en ruinas. Mira
la esposa antes amada. ¡Mira
los hijos engendrados por
el amor en sus entrañas, andrajos
en que no se puede formar
una conciencia humana! ... Miremos
esa casa abandonada, esa
casa sin vida, silenciosos mirémosla.
En ella no hay ya nada sino
un errante rumor de sollozos. Miremos
sus paredes carcomidas, su
corredor de postes vacilantes. Por
las puertas abiertas como heridas, escapan
largos silbos ululantes. Quedó
entre sus paredes prisionero un
gran dolor humano; entre
las grietas se ha prendido austero ¡y clama! es voz de padre, voz de hermano. |
Ni
qué decir que estas últimas estrofas son las de un profeta que describe
los hechos acontecidos en el Maule durante el último terremoto y maremoto
del bicentenario (o tsunami,
volviendo a citar a nuestros siúticos), material más que de sobra para
darnos cuenta que no éramos el jaguar campeón para los negocios ni el niño
ideal que hace bien la tarea que le dicta el fondo monetario
internacional. He aquí la vida y la pasión de Jorge González Bastías, poeta, periodista y eterno alcalde de sus tierras pobres. Hay seres que pasan por la vida en silencio, pero hay quienes, que como él, utilizan ese bajo perfil silencioso para justamente hacerse notar mediante la palabra desnuda que va al corazón de la tierra, palabras que quedan impresas y que dan cuenta de un alma cuyo cuerpo abandonó este mundo hace sesenta años, pero cuya sombra aún puede toparse en los campos maulinos, más aún bajo el amparo materno de la luz de la luna, a orillas del Purapel, mientras se oye el rumor del valle. Tal vez rematemos mejor con la ayuda de González Vera: "Era de esos hombres que la humanidad echa al mundo con su qué, con un designio, acaso para sugerir que es así, solamente así, como un ser es hombre cabal."
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Crítica Literaria
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