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Edmundo
Herrera Zúñiga, escritor chileno nacido en la sureña localidad de
Renaico en 1929. Su vida entera la ha dedicado al estudio,
la construcción y a la defensa de la poesía reflejada en una intensa
actividad gremial dentro de la Sociedad de Escritores de Chile. Como
presidente de esta, en un primer periodo, tuvo el emotivo honor de
pronunciar el discurso de despedida a nombre de la SECh en el funeral de Neruda.
Traducida
su obra a distintos idiomas, esta es injustamente desconocida por el
grueso público. La mayoría de sus libros son hoy inencontrables
aunque, hace algunos años, ediciones Leutun lanzó un registro
antológico en disco compacto titulado Naipes Marcados.
En
un verso suyo dice: que la infancia vuele y el cielo esté al alcance
de la mano. Usted nació en Renaico ¿Qué recuerdos tiene de su
infancia?
Muy
pocos de mi infancia allá. Sucede que a los niños los trasladan los
padres, se van del terruño. Pero sí tengo recuerdos de la infancia con mi abuelo,
él fue como mi
padre. No conocí a mi padre porque mi mamá se separó de él siendo yo muy
niño. Mi poesía está llena del abuelo. Sin embargo, después en
mi vida he ido a toda esa zona, a Collipulli, a Villarrica, a Renaico mismo donde
fui invitado por el alcalde y pude ver que en sus calles están
escritos algunos versos míos. En el invierno pasado fui también a Temuco
donde me recibieron en
la Universidad con un cartel enorme.
Entonces
estuvo usted poco tiempo en Renaico. ¿De ahí a dónde...?
A
recorrer. A estar en Santiago, a ser casi urbano, por eso tengo dos tipos
de poesía: una que es muy campesina, muy de mi casa y la otra es urbana.
He estado en muchas partes, yo me llamo un vagamundos. A los 7 u 8
años debo haber llegado con mi abuelo a la capital. Gocé mucho mi
infancia, no fui un niño reprimido porque tuve un abuelo de papá, yo era el regalón,
fui el primer nieto, incluso a mi tíos nunca les dije tíos para mi eran
Ernesto o Aníbal nada más. A mis 12 años el abuelo muere, entonces me
voy con mi madre de nuevo.
Mi
infancia fue muy rica en juegos y escribo desde entonces, aunque eso lo supe
después más grande, cuando ya era padre y quería que uno de mis hijos fuera
pintor. Al mayor, que tenía 2 años, en invierno lo subía a una mesa y
traía un pote con tinta y le decía ya, dibuje, el "cabro
chico" inconsciente dibujaba algunas cosas preciosas que aún guardo y un
día sin saber leer todavía me dice papá escucha esta canción que inventé,
allí recordé mi infancia porque yo cantaba igual que él mis propias
composiciones antes de aprender a leer y apenas supe hacerlo aprendí poemas y
en mi escuela salía a recitar "a patita pelada", mi familia era muy
modesta, tenía un cuaderno en el que escribí mis primeros poemas, cuando
tenía 12 años un amigo me lo pidió prestado y no me lo devolvió nunca
más. Pero ya estaba escribiendo, escribía en las murallas de mi casa, en
el portón escribía todos los días y cuando lo llenaba lo dejaba una semana
entera para que la gente lo leyera y después lo borraba y no lo copiaba,
escribía otras cosas.
¿Y
cuándo publicó algo por primera vez?
A
los 12 años trabajé en una imprenta en donde el presidente del sindicato, que a
su vez era el presidente nacional de todos los sindicatos gráficos, formó un
diario llamado Solidaridad en el cual escribí. Esos diarios
aún los tengo en alguna carpeta, perdidos entre todos los papeles y libros que
hay en la casa.
Yo
empecé a trabajar muy joven. A los 9 años dejé la escuela, mi abuelo no
me dijo nada entonces lo cual fue un gran error, pero no me daba cuenta y
empecé a ir a "La Vega" (Mercado Central), comencé cargando bultos,
luego con un amigo conseguimos un carretón, comprábamos en los remates cajas
de tomates y otras verduras y partíamos a venderlas en las poblaciones, pero
eso me cansó y volví a La Vega donde me encontré con un hombre llamado
Humberto Santander, un tipo que usaba corbata y cuyo negocio eran las cebollas,
entonces él me dijo ¿Quiere trabajar? ¿Sabe "desguachar"?,
¡que sabía yo lo que era "desguachar"!, le pregunté a los otros que
tenía qué hacer y me pusieron a ordenar las cebollas por tamaño en distintos
grupos, eso era "desguachar".
Ahí
me quedé mucho tiempo porque me trataban bien. Me daban dinero para
almorzar, también me daban verduras, todos los días tenía dinero el cual se
lo daba a mi abuela y además le entregaba las cosas para almorzar, pero eso
también me cansó y decidí vender flores en Avenida La Paz, camino al
Cementerio General.
Pero
en algún momento retomó los estudios ¿Cuándo?
A
los 14 años viví en Quinta Normal. Ahí recitaba y cantaba tangos así
que era muy popular, me conocía mucha gente, entre ella un director de una
escuela nocturna que me tenía en estima y pude retomar mis estudios
allí. Por ese entonces mi madre lavaba la ropa de un profesor amigo del
director de la escuela de Artes Gráficas y por su intermedio rendí el examen
de admisión, el cual por cierto pasé muy "a la rastra", pero lo
pasé. Mi intención era estudiar dos años con lo cual obtenía el
título de ayudante, junto al apoyo de mi madre que era muy sacrificada, muy
trabajadora -lavaba ropa ajena-; yo estudiaba por el día y trabajaba de noche,
pero me di cuenta que si estudiaba dos años más el título sería de Maestro
en Artes Gráficas, con más y mejores expectativas y si luego cursaba 2 años
más saldría de Técnico Industrial así que volví a pedir el apoyo de
mi madre. De 110 alumnos que entramos a la escuela el primer año, 11
terminamos el último.
Comencé
a trabajar en la empresa Cristal Yungay, donde ganaba buen dinero, pero
quería seguir estudiando así que ingresé al Pedagógico y obtuve mi título
de Profesor de Estado, el que me demoré en ejercer porque los profesores son
muy mal pagados. Mientras trabajaba logré que mi madre se quedara en la
casa, le compré una cocina a gas que nunca usó por temor, después una cocina
a parafina, en fin estábamos bien y siempre me tentaban desde la
educación. Un día, de tincado, renuncié a todo y me fui a trabajar de
profesor. Perdí plata, pero hacía lo que yo quería.
Después
estudié un post grado en la Universidad. De los 11 alumnos que terminamos
Técnico Industrial, 3 llegamos a la Universidad; de esos 3 sólo me titulé
yo. Es curioso, la vida te va costando y se angosta, son muy pocos los
pobres que llegan a la Universidad y yo fui un niño muy pobre, de pie pelado,
de no tener abrigo, de no tener zapatos, ese tipo de niño no llega hoy a la
Educación Superior. En ese tiempo yo estudié gratis, nunca se me cobró
nada.
¿El
factor suerte influyó mucho en su vida?
Yo
he sido un hombre de mucha suerte, sino cómo entiendes que un niño sin
recursos hubiese podido terminar de estudiar. Tal como dije, en mi vida me
topé con distintas personas que tenían algún grado de poder, como siempre han
existido estos grupos de influencias, fíjate que en la escuela de Artes
Gráficas fui bien considerado por los grupos directivos; por los funcionarios,
me alimentaban bien por ejemplo, yo era un tipo muy flaquito entonces el
subdirector dijo a este hay que darle de comer. Mi madre también
me decía que si no almorzaba allá en la casa no encontraría comida.
Tenía una sola camisa que mi madre lavaba todos los días a la 1 de la
madrugada cuando regresaba del trabajo. Ahora tengo 50 camisas, quizás
por eso.
Otra
suerte más encuentro: iban muchos escritores a mi escuela porque el director
que era Héctor Gómez Matus fundó una revista que se llamaba La Linterna
y en los talleres de imprenta conocí desde muy joven a Nicomedes Guzmán, a
Francisco Coloane, a Juan Godoy a quien considero el más grande estilista que
ha tenido este país y que fue mi profesor de castellano y también de
filosofía. Él me dijo una vez, si quieres ser escritor no estudies
castellano, aprende una profesión con las manos para que te queden libres el
corazón y la cabeza. Años después, cuando fui presidente de la SECh
y Juan Godoy iba a la Casa del Escritor se enorgullecía de ver a un alumno suyo
ahí y que no fuera profesor de castellano.
¿Qué
lo impulsa a escribir?
No
sé de dónde viene o por qué, pero sé que desde chico escribo. Si
uno se lo pregunta es innato y en la vida esto se va adecuando, perfeccionando,
dirigiendo.
Cuéntenos
a cerca de su experiencia como presidente de la SECh.
Primero
fui presidente del Sindicato de Escritores que fundó Pablo de Rokha y que
funcionaba en la Biblioteca Nacional. Aunque éramos prácticamente los
mismos los que componían el Sindicato y la Sociedad. Llega un momento en
que nos mudamos todos a la SECh, así en el mismo edificio funcionaban las dos
entidades. Cuando llegan las elecciones nacionales de la Sociedad de
Escritores algunos compañeros me proponen para integrar la directiva.
Entonces yo realizaba muchas actividades, viajaba por el país dando recitales y
fui electo como uno de los 11 directores. Recién asumiendo el cargo llega
una invitación de Alemania, Luis Merino que era el presidente de la SECh nos
reúne y nos dice que aquel que no hubiese viajado nunca se lleva la
invitación; de los 11 sólo yo no había salido del país y me fui a Berlín,
un lugar que desde niño quise conocer. La invitación era para Diciembre,
pero Efraín Barquero me advirtió a cerca del crudo invierno europeo así que,
conversando con el embajador alemán pospuse mi viaje para Abril o Mayo; las
elecciones para presidente de la SECh eran en Abril en donde obtuve la
primera mayoría. Luego lo del viaje, pero ya como presidente de los
Escritores de Chile lo cual me daba otro rango. Partí con 101 dólares,
eran 100 pero una familia amiga se cuadró con un dólar para el viaje, y volví
con 75.
¿Qué
más pasó en ese viaje?
El
viaje estaba sólo programado para Alemania pero se fueron dando las cosas de
tal forma que me invitaron a varios otros países. Sin embargo yo
quería ir a Rusia y a Francia y allí no me invitaban, entonces Ester Matte
Alessandri, gran amiga mía, intercedió y llamó a Pablo Neruda que por
entonces era embajador en Francia y, poco antes de partir, éste se comunicó
conmigo y me dijo que me esperaba en París. También Ester habló con
Volodia Teitelboin el que se comunicó con la embajada Soviética y todo mi
viaje quedó listo. Conocí lugares hermosísimos, anduve en
Alemania, Unión Soviética, Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia, París y
Madrid. El viaje se extendió por tres meses.
Volvamos
a su vida en Chile. Su esposa Adriana pinta y escribe ¿Cómo se
conocieron?
Cuando
me pongo a disposición del Ministerio de Educación, mi amigo, Gonzalo Latorre
Salamanca, era Director de las Escuelas Vocacionales y me preguntó a dónde
quería ir a ejercer el magisterio, respondí que a Punta Arenas, lo más lejos
posible, bien me respondió y junto con otro colega postulamos a la misma
región pero en distintas escuelas, yo iría a la número 1 y él a la número 2
que, me había confesado, era una escuela de mujeres. Al momento de
recibir las destinaciones se habían confundido y nos enviaron cambiados y en la
escuela número 2 estudiaba Adriana. Apenas la vi. me enamoré.
Adriana supo que yo escribía al igual que ella y comenzamos compartiendo
nuestros textos. Nos casamos muy rápido, empezamos a pololear en
Septiembre y el 7 de Enero fue el matrimonio, de eso hace ya 48 años.
Pero no todo fue fácil, su padre que era un hombre de carácter terrible: dejaba
que nos viéramos solo por una hora y, cuando me iba, él buscaba cualquier pretexto y la
castigaba a ella y a su madre. Incluso fue a acusarme al Ministerio de
Educación y justo se encontró con Gonzalo Latorre quién le dijo mire
señor, Edmundo es uno de los poetas más importantes de este país, y si él se
casa con su hija, no tiene idea del hombre que se va a llevar. Mi
suegro quedó de una pieza. Yo nunca lo quise mucho porque era un hombre
castigador.
Todos
los escritores tienen un arte poética. ¿Cuál es la suya?
Tengo
varias pero creo que está un poco en el poema Autorretrato, donde me
defino como angurriento. Hay otro donde me asemejo a un
"señor Corales" (el que dirige un circo). Ahora me
declaro un "ovejo negro", pero no me convence todavía hacer un arte
poética.
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