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¿ Q U É E S P O E S U C I A ?
A N Ó N I M O
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Poesucia,
palabra que mi computadora subraya en rojo producto de su inadecuación,
es un libro, un estilo y una persona. La persona es una mujer, una mujer
joven, en la primera mitad de sus treinta que se llama en realidad Rayén
Araya Cavieres, o acaso sea ese su pseudónimo social. Poesucia es
también uno de sus libros, que ha sido uno de los más exitosos del mundo
literario santiaguino. Sobre todo, sin embargo, Poesucia es un estilo
del que ya no solo Rayén es su representante, sino que ha encontrado
discípulos, quienes, a su vez, han sido capaces de dar un nuevo giro a
esta poesía sucia.
Poesucia, o la
poesía sucia es un estilo que une la rebeldía sexual con la lucha de
clases de una manera especialmente contemporánea: nada tiene que ver con
el realismo socialista de otras épocas, Poesucia, el libro, es un
libro que costó el ostracismo familiar a su autora, la que finalmente ha
reconocido el genio de esta “conductora de bicicletas” (Poesucia,
7). Hablar de la palabra ‘genio’ es un compromiso arriesgado cuando se
habla de alguien viva y joven, pero nos atrevemos a usarla aquí.
Heredera de poetas
malditos, Poesucia no le teme a la escatología:
“Yo era
una niña Disney
a la
que no le
llegaba la regla,
hasta
que un día
mientras andaba de Shoping
por Wallmart Mapu,
me
mordió un mapuche facho,
de esos que andan en las paradas militares,
desde entonces la infección comenzó a extenderse…” (Poesucia, 8).
La “niña Disney” no tiene
problemas en mencionar la regla en uno de sus poemas, sin embargo, el
efecto no por vulgar pierde su comicidad y no por ambas cosas, su
profundidad. El “mapuche facho” es, por un lado el ya clásico “facho
pobre”, a estas alturas un tipo que reemplaza al arribista y que es la
muestra más desesperante de la cultura hegemónica. Suele ser moreno,
pero comparte la ideología de una oligarquía rubia. Por otro lado,
revelado en entrevista personal, también se refiere al mapuche que
rechaza a la “Poesucia” por “chiñurra”, es decir por no ser una mapuche
pura:
Una minita promedio cualquiera, de la calle Meiggs
cuerpo de machi chiñurra
y zorra pelúa,
olor a puerto.
(Estado Terrorista, cursivas nuestras). |
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Es que en “Poesucia”,
Poesucia y la poesía sucia, confluyen, lo social, lo
rebelde, lo étnico y la expresión que rompe con las represiones
especialmente de la mujer, sin perjuicio de que esta escuela
tenga también cultores varones, de entre los que destacamos a
Daniel Cuadra “Spider XIII”, quien, sin embargo, también agrega
un toque Queer o “kuir” a su trabajo.
¿Es un subgénero?
No, la Poesucia es poesía, que duda cabe: tiene el ritmo, la
imágenes y todos requisitos para ser considerada poesía, aunque
no le guste:
“La
poesucia y la poeporno
son
íntimas amiguis
les
gusta invitar a la poesía
a sus
reuniones sadolésbicas
los
viernes de poepoto
en la
casona de catedral
con
cueto
pero
casi siempre
terminan burlándose de ella,
por lo
mamona”
(Poesucia, 16).
Que estemos invadidos de poetas
“mamones” no significa que la poesía deba serlo y la Poesucia
no lo es en absoluto: es poesía de tomo y lomo; es un movimiento
que logra por fin hacer aquello que tantas y tantos trataron sin
éxito desde los mismísimos poetas malditos, un éxito solo visto
en el trabajo de Pedro Lemebel: una poesía que pueda romper con
los condicionamientos, ya no de lo bello, sino de lo
académicamente aceptado, sin por ello caer ni en el cliché de la
queja, ni en la vulgaridad gratuita ni en la emocionalidad
superficial o sensiblera (mamona). Rayén logró decir lo que
había que decir huyendo del tópico, de la redundancia y de la
queja vacía al no ser una víctima, sino una artista con un humor
que los lectores entienden y disfrutan, y que hace que en sus
lecturas los graves escuchas por fin rían, porque a pesar de que
Rayén sea original, usa un lenguaje coloquial casi o
derechamente obsceno, que es absolutamente familiar en la
construcción de sus imágenes: “La cosa se puso color de/
velocirraptor transexual con la regla” (Poesucia, 22).
“Poesucia” ha logrado su genio precisamente al huir de la
gravedad, no permitiendo que aquel “espíritu de la pesadez”, que
acosaba al “Zaratustra” de Nietzsche, la atrape en un canto
lastimero insufrible y, en este sentido, “Poesucia”/Rayén se ha
ceñido su “corona del reidor”.
La fuerza y el
genio de “Poesucia” reside especialmente en el humor que no
pierde la seriedad de la denuncia: “finalmente descubrí a la
poesucia,/ un tipo de mierda fértil y estilosa…” (Poesucia,
6). La palabra “estiloso/a” es un neologismo juvenil que se
integra, con éxito, a un nuevo lenguaje poético que es “un arma
biológica contra sacos de wea”. Entendiendo por, “saco de
huevas” al establishment pulcro que se adueña tanto de la
palabra como del arte, así como también a la cultura pequeño
burguesa de la que “Poesucia”, el personaje y Poesucia el
libro nacen como su antítesis: “Yo era una niña Disney”, pero
esta “niña Disney” se rebela ante la mordida del “mapuche facho”,
el hegemonizado que defiende los intereses de sus explotadores o
aquel que reclama una pureza de raza que tampoco tiene sentido
en Rayén. Sí, hay elementos mapuches en Poesucia, pero es, como
todos los chilenos, salvo algunos oligarcas, “chiñurra”. Parece
que Poesucia no pertenece a ninguna parte, pero generalmente los
lectores se identifican con ella, haciéndola una voz importante.
“Poesucia’ ha encontrado un nuevo lugar. |
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La lucha de clases
en Poesucia se mantiene, pero se erotiza:
“Cualquier día de estos
voy a encontrarte desprevenido
debajo de tu cama
llorando como un niñito impúber con eyaculación precoz
o quizás
comprando libros de nietzsche,
"así hablo zaratustra o la genealogía de la moral"
con la mastercard de tu mamá
(la actuaria del tribunal)
cualquier día de estos
te encuentro recitando
en un festival de poesucia internacional
leyendo poesía linda y olorosa
para niños cuicos con el poto cocido
cualquier día de estos
me lanzo sobre ti
con el zarpazo de la bestia
que habita en mi lengua aristocráticamente sucia
y dejarás la seguridad, la suavidad y el calor de tu mujer
por el odio de mi zorra peluda, sangrienta y lacerante”
(Publicado en el grupo de Facebook “Poesucia”).
El “niño cuico” al que la
hablante interpela será sometido eróticamente, no violentamente, como en
la antigua revolución, pero la lucha persiste, expresándose en las armas
de la seducción de lo prohibido, suponemos que no se resistirá, como
tampoco hemos podido resistirnos nosotros. La hablante es la que deja
entrever que en verdad comprende a Nietzsche y no el destinatario del
poema, quien solo tiene un conocimiento teórico, ajeno a la vida en el
más puro sentido nietzscheano porque compra los libros “con la
mastercard de tu mamá”. Es la antigua dialéctica hegeliana del amo y el
esclavo –en
la
que el esclavo se libera al controlar los medios de producción-, pero,
esta vez no se habla de los medios de producción, sino de aquellos
medios del placer verdadero y profundo. Este giro es lo que simplemente
hace admirar el trabajo de Rayén, quien siempre puede decir cosas
terribles sin dejar de reír encantadoramente. Solo por eso, su trabajo
es y será siempre, poesía, aunque se rían la “poesucia y la poeporno”.
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