P e p i t o   C h i c o m a

E L   A U L L I D O   D E   L A   D E M O C R A C I A


p o r   F e s a l   C h a i n

 

 

 


 

Fesal Chain, escritor chileno nacido a mediados de la década de los '60.  47 años. Ha escrito 30 libros en formato digital, tanto en Poesía, Narrativa, Crónicas y Ensayos. La mayor parte de su trabajo se encuentra en los sitios web: Revista SITIOCERO, Poesía para alentar coraje y Diario Digital G80. Ha sido publicado en La Jiribilla, Cuba, junto a Eduardo Galeano y José Saramago, en el sitio del poeta español Marcos Ana, en Alter Infos de Francia, y en Letras de Chile entre otros. Actualmente prepara un Libro de Relatos junto al Escritor chileno Luis Sepúlveda y dirige el Programa Radial Vuelvo al Sur que se transmite de Valparaíso, Cerro Playa Ancha a Buenos Aires por Radio Claves del Sur Argentina.

 

 http://programaradialvuelvoalsur.descritos.com/

 


 

 

A Chicoma no lo conozco personalmente. Es como la relación entre Eandi y Neruda en la década del '20 del siglo pasado,  Neruda sería Chicoma, y que no se me enoje, sobretodo porque hablo de su época profundamente descreída, bajo el manto de un calor húmedo, abandonado, oh! abandonado, y siempre bebiendo profusamente alcohol  a orillas del Rio Yangón. A ambos los separaba el mar tormentoso y entonces Eandi, su primer crítico, le escribe elogiando sus Veinte Poemas de Amor, y el poeta lejos de Chile le contesta con algunos textos de Residencia en la Tierra. Libro que ya había comenzado, como pocos saben en Puerto Saavedra, en una estadía obligatoria junto a su gran amigo Rubén Azócar.

 
Intuyo que Chicoma es del centro sur, de Concepción o chorero, y nunca he sabido su verdadero nombre y poco importa, tampoco su edad, pero debe andar por los veintitantos. La cuestión es que lo conozco virtualmente hace al menos 4 años. También intuí desde un comienzo que  sus primeros trabajos serían su Crepusculario, y no me equivoqué. Sus ilustraciones son de otro planeta. Pero de este. Porque el autor tiene un fondo poético para ilustrar, una filosofía. Se ilustra a sí mismo y a los que son como él. No es, como decía Couve de los pintores, tonto, es decir que sólo ocupa una cierta técnica para hacer mímesis. 


Es la reflexión poiética de la generación nueva. Porque  no tiene pelos en la lengua, y a estas alturas más allá de los sueños, pesadillas, encantos y desencantos de mi propia generación, la de los '80, no bastan y más bien sobran intentos reconstructivos. Como dirían los siúticos del Mercurio, sobran modelos constructivistas. Chicoma deconstruye, como dirían también los siúticos post modernos.

 

 

 

Se para en las certidumbres que no son sino apariencias, y las borronea con miga de pan. En este sentido no es un dibujante y un ilustrador, es un desdibujante, un desilustrador, un anarquista doctrinario disparándole o poniéndole bombazos a los mitos de la historia. Sobre todo a los mitos fosilizados de la izquierda. Es como en el poema de Ginsberg, un aullador. Su serie de ilustraciones no son sino la sangre sudor y lágrimas de lo que no hemos logrado ser, pero que sí creemos que somos, lo que mostramos al mundo y a nosotros mísmos como verdades, y que no son más que nuestros "cuentos", como los de Pedro Urdemales.


Uno puede o no estar de acuerdo con la supuesta mirada política de Chicoma, y enredarse ahí. Pero yo creo que no la tiene en el sentido clásico del término. Porque su mano configura un más allá. Está al margen de la política. Como tantos artistas que  bordean el objeto político por lo demás. Pues estar adentro y más encima levantando banderas ajenas se hace insoportable. Y esa insoportabilidad es la que plasma. La insoportable levedad que la propia sociedad devela sobre la política de las apariencias, la política de mercado, la política del mito sufriente y supuestamente forjador de futuro. No hay futuro para Chicoma, porque el pasado es levantado por el mundo de las izquierdas y también de las derechas, como un mero slogan.


Hacer un análisis en detalle de sus ilustraciones, no va al caso, pero me detengo en dos, que de cierta manera resumen lo que planteo en este breve artículo. La primera, que me parece excepcional, es el retrato de Pablo de Rokha. El autor toma una fotografía del poeta, la recrea y lo atraviesa con un disparo, lo que se ve es la sangre que explota de lado a lado y la mirada llena de saudade del vate. Para las generaciones del '60 al '80, la tragedia de De Rokha, de la Violeta Parra y de Allende, son fenómenos generadores de llanto y derrota, de cierta solemnidad penosa pública y privada, para el ilustrador no son motivo de sorna, sino que objetos fijados desde la mirada de los otros, de aquellos jóvenes fantasmas cansados, "choreados¿" como decimos en Chile, del eterno lamento.

 

 

 

Si bien el trabajo sobre Víctor Jara es de los primeros, y es un montaje simple, muestra el uso y el abuso social de la figura-imagen del cantautor, nos hemos llenado, atiborrado, repetido de Jara, pero a 41 años de su asesinato, ni siquiera hay culpables presos, y la Fundación que lleva su nombre y dirigida por su viuda Joan, no cuenta con ninguna subvención de nadie. De ningún partido político ni de ningún gobierno. Así, ni el gran artista de Chile, ni su mujer, ni su familia, ni la sociedad chilena entera, descansan en paz, pues a Jara lo han vendido los que siempre venden, y entonces nosotros, incluído él, meramente descansamos en pack.


Notable Chicoma, ustedes podrán ver sus trabajos más en extenso en este link
Chicoma para llevar, y probablemente desarrollar más el ojo y la reflexión, los invito a la perplejidad.