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Pedro olía el
ambiente y lo conversamos muchas veces –esto tiene mal olor-
decía, quizás fue esto lo que lo llevó a cambiar, de ese hippie
a un nuevo personaje, uno con cuero, mas áspero, con más dureza
para ese tiempo jodido, era una imagen rebelde que comenzaba a
gestarse junto a su amigo Pancho Casas, el momento exacto es
baladí, lo importante es el nacimiento de esas yeguas que con
potencia de carga comenzaron a resonar en el ambiente, dignas de
su nombre bíblico, el apocalipsis con que venían las yeguas en
realidad era el reflejo de lo que se venía con las luchas de las
minorías sexuales, étnicas y sociales, este Pedro que necesitaba
gritarle a la democracia que estaba hedionda a compromisos
bastardos. Era la yegua que podía decir lo que el hippie
callaba, la simpatía no tenía sentido cuanto se estaba en el
frente luchando contra la dictadura, Pedro siempre fue
simpático, un amigo de sus amigos, tierno con sus compañeras,
sus amigas, con las mujeres en general. Cómo olvidarnos que el
Pedro fue el único invitado a la despedida de soltera de la Malú
Urriola, donde junto a sus amigas la Cata Salvati, Paula
Pascual, Nadia Prado, Marta Román, Carolina Jerez, María
Quiñelén, terminaron todas bailando y el Pedro ahí feliz con sus
chiquillas. Pero el Estado burgués derechista no era su amigo,
no se merecía esa ternura que si la gritaba al poeta Raúl Muñoz,
el que corría cerro abajo con su hijo de 2 años -cuidado huevón,
cuidado chico que no se te vaya a caer el niño, no seai gil- le
decía, mientras intentaba tener al niño en brazos para terminar
con el peligro.
En estos años de
transición de la mal llamada democracia, Pedro jamás cambió,
saludaba a sus amigos de siempre, a sus amigos del barrio.
Habitual de la vega y comedores populares, conversaciones con
sus gentes, el apoyo y cooperación a la iglesia del fray
Andresito en recoleta, esas eran sus andanzas habituales de cada
día.
Sus perfomances
siempre tenían una carga potentísima, como olvidar la que hizo
en el hospital gigante para el pueblo de Carlos Valdovinos,
convertido en un elefante blanco, refugio de indigentes y
fumarolas acompañadas de cartones, testigo mudo de un mundo que
cambió por siempre, ya la salud no era prioridad del Estado
chileno, sería privatizada para el lucro de la oligarquía
chilena y el “sálvate como puedas” del pueblo chileno ante las
cadenas de farmacias, isapres y clínicas del lujo. Ese grito en
el hospital fue premonitorio de lo que vendría. Siempre los
grandes tienen esa visión de futuro, ese grado de vidente que se
mezcla con el poeta y lo hace ver el devenir, que lo conecta con
esa fibra que anda volando en el ambiente y que les indica hacía
donde van las cosas. La potentísima obra de Pedro Lemebel forma
parte de nuestro imaginario colectivo, ya es parte de nuestro
folclore, Víctor Jara, Violeta Parra, Gabriela Mistral, Pablo de
Rokha, Rolando Alarcón,y tantos otros que como Pedro Lemebel
forman parte de nuestra cultura popular, lo que llamamos Chileno
de verdad.
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EL
WILSON
Grabación obtenida del sonido ambiente
con
una radio casetera
el 8
de octubre de 1987
en la
Sociedad de Escritores de Chile
en
una presentación del grupo
ENOTRA
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