N E R U D A   V I S T O

P O R   S U S   A M I G O S


 

 

 

Neruda una y otra vez se muestra frente a nosotros, es un fantasma que sigue y seguirá rondando la gran casa “humanidad”.  El fotógrafo Luis Poirot publicó el siglo pasado un hermoso libro llamado “Retratar la ausencia”, en él se puede encontrar una sobrecogedora colección de fotografías de la residencia de Pablo en Isla Negra después de haber sido maltratada y abandonada por la dictadura cívico-militar chilena.  Acompañan las imágenes estos breves recuerdos de personas que conocieron a Neruda, estas son sus palabras.

 

Artículo aparecido en “Revista de Libros, El Mercurio”. Domingo 28 de mayo de 1989.


 

 

 

 

 

 

 

MARIO TORAL


 

En Isla Negra, una vez concluida la construcción de su pieza de trabajo, Neruda le dice a Matilde: "Me hace falta un escritorio especial… no sé qué… pero algo especial".  Matilde propuso numerosas posibilidades de ventanas, puertas viejas, que fueron descartadas por él. Un día mirando el mar desde la ventana de la habitación incompleta, vio algo que le interesó: "¡Matilde!… ¡Matilde!… ¡mi escritorio!… ¡mi escritorio!…"

 

Bajaron los dos a la playa y sentados en la arena esperaron a que el mar acercara a la orilla el escritorio destinado a Neruda.

 


MATILDE URRUTIA


 

Éramos amigos de hablar de la muerte. Sólo recuerdo una oportunidad en que Pablo se preguntaba por qué los ataúdes eran negros. Él pensaba que debían ser de colores alegras, hasta comentó que deberían pintarles florecitas… cuando murió recordé sus palabras y busqué desesperadamente un ataúd que no fuera negro. Lo único que encontré fue uno gris, muy feo, pero al menos no era negro… muy medianamente pude cumplir su deseo… el otro es que descanse frente al mar… seguiré luchando mientras viva hasta lograrlo.

 


JOSÉ DONOSO


 

También coleccionaba personas… por cierto era un gran coleccionista de personas, no extraordinarias si se les veía fuera del ambiente de Neruda. Él les daba un halo de magia… entonces eran "de Neruda". Igual con los objetos, con las palabras, dotaba a éstos de magia. Inventó los cantaritos de Pomaire y Quinchamalí, antes a nadie en la vida se le habría ocurrido hablar de ellos. Él fue el primero que captó la poesía y la belleza de esas modestas gredas.


Sus casas no son bellas… son de Neruda, dotadas de una subjetividad. Hablaba tanto de ellas que se transformaba en mito. Mitologizaba, entonces uno conocía generalmente las casas después de haber oído hablar de ellas, entrando así en el aura de Neruda, las veía hermosas. Ahora, sin Neruda, se deshacen, se caen.

 


MANUEL SOLIMANO


 

Fui su transportista de mascarones, rejas y mapamundis, de las cosas más increíbles que él encontraba. En cierta ocasión le pregunto por el destino de un vitral multicolor que había pertenecido a una iglesia. Su respuesta fue sorprendente: "Encima de él construiré una casa". En otra oportunidad me pidió que lo acompañara a buscar un libro por el cual había dejado un depósito hacía más de dos años de diez pesos. Y el libro lo estaba esperando.

 


JORGE EDWARDS


 

El éxito abrumador de su poesía lírica de juventud lo irritaba. "Es el peor de mis poemas", protestaba cada vez que alguien mencionaba el Poema Veinte. Sin embargo, de pronto contaba que una pareja joven, en alguna plaza de provincia, en Colombia o en el sur de Chile, le había dicho emocionada: "Nuestra felicidad comenzó con la lectura del Poema Veinte, en esta misma plaza, en el crepúsculo, durante la primavera del año pasado".

 

Neruda sonreía satisfecho: "Ya ven ustedes", comentaba: "Soy el poeta casamentero".

 


CHARO COFRÉ Y HUGO ARÉVALO


 

Estábamos en París, desde agosto, sin un cinco, acogidos por Neruda en la embajada. Llegó septiembre y él llamó a los estudiantes chilenos de la Sorborna y le propuso: "Vamos a preparar una fonda el 18, traigan ramas". Así ese palacio, declarado monumento histórico, se fue convirtiendo en una humilde ramada dieciochera. A la entrada, nosotros seguíamos sus instrucciones y cantábamos sin parar, un batonnier vestido del siglo 17 y con peluca blanca, anunciaba la llegada de los sorprendidos embajadores invitados, a quienes Neruda re3cibía vestido de huaso, traje obtenido de la transformación del frac de la entrega del Premio Nobel.

 


ROSER BRU


 

Tenía una memoria minuciosa. Recordaba costumbres, gestos, olores, pájaros, peces y plantas. Admiraba en gran manera al albañil que sabía subir un muro, construir una bóveda. Era descubridor de objetos que rondaba hasta conseguirlos.

 

Era un gran emprendedor. Unos días antes de su muerte proyectaba hacer ediciones, hablando desde su cama esquinada de cara al mar, a las puestas de sol que pronto entraría a un total oscurecimiento.

 


 

 

 
 
 

 

 

 

JUVENCIO VALLE


 

Tuve el privilegio de conocerlo siendo un niño de seis años en Temuco; él era mi compañero de banco a pesar de ser yo mayor. Éramos unos niños que no corríamos, ni saltábamos, ni jugábamos a la pelota. Como él era muy chico, lo único que podía hacer era ponerse en un rincón para protegerse de esos salvajes que corrían de allá para acá y gritaban como locos. Él ahí en su rincón con pequeñas cosas, algún palo raro, insectos.

 


NEMESIO ANTÚNEZ


 

Esto fue en París en 1952, en casa del pintor venezolano Alejandro Otero, una fiesta una noche de verano, en el salón una pintura abstracta, toda blanca, sólo una gruesa franja azul cobalto en la parte alta del gran cuadro. Neruda la mira, la mira incómodo, de repente saca su pluma fuente con la tinta siempre verde esmeralda, se acerca, observa y escribe horizontalmente sobre la tela debajo del azul: "Para pintar el cielo hay que tener los pies sobre la tierra".

 


JOSÉ CABALLERO


 

 

De pronto Pablo o Federico (García Lorca) decían: "Vamos a inaugurar monumentos"… los que ya estaba inaugurados, naturalmente. Federico hacía el papel de alcalde, Neruda presidente de la Diputación, Acario Cotapos, era la madre del prócer en cuestión, sin poder evitar el llanto y los desmayos propios de las circunstancias; los demás éramos concejales, funcionarios y parientes del homenajeado. Así andábamos por las calles de Madrid, mientras la gente que nos veía pasar, aseguraba que éramos un grupo de chiflados.

 


ALASTEIR REID


 

A finales de los sesenta, vivía con mi hijo en una barcaza del Támesis, cuando Pablo llegó a Londres. La barcaza la transformó en su cuartel general jugando a capitán de barco o navegante de boca, según decía. Dio conferencias de prensa y celebró su cumpleaños con una fiesta, en el curso de la cual debíamos pescar un poeta ucraniano de las aguas del río.

 


ROBERT PRING-MILL


 

En sus poemas hay a menudo una palabra eje, un "pero".  Te está llevando por una vertiente y luego viene el "pero", y te vas por otra. En esas ocasiones yo empleaba una expresión que es casi un vicio mío: "However" (sin embargo), y creo que él se dio cuenta que yo iba punteando su discurso con una serie de "sin embargos"… Me parece que de ahí salió el apodo "Roberto, el sin embargo", que figuraba en ese poema de El mar y las campanas…

 


JULIO CORTÁZAR


 

…Mientras pienso cómo de las palabras de Pablo fue naciendo a lo largo de su prodigiosa saga una nueva geografía, una cartografía diferente, Ptolomeo vencido por Copérnico y Copérnico superado por una visión planetaria en la que nada es como se pretende que sea, allí donde una poesía todopoderosa rompe los puntos cardinales y los zodíacos, y propone un mundo diferente para los hombres que lo merezcan.

 


NICANOR PARRA


 

Neruda era un seductor y cazador de almas. Pablo es una de las personas más interesantes, más apasionantes que he conocido. Sabía cautivar al interlocutor y además era un buen amigo y trataba de ayudar a la gente. A mí trato de ayudarme más de cuarenta veces, pero yo era díscolo y no le dejaba que me ayudara, porque no quería sentirme comprometido con él.

 


MARIO CARREÑO


 

Manuel Solimano me vino a buscar en un auto de principios de siglo que, según él, no fallaba, pero falló a mitad de camino con gran estruendo y bocanadas de aceite y humo.  Dificultosamente conseguimos un taxi y llegamos a la Isla cerca de las diez de la noche.  Pablo ya estaba en cama, pero al vernos se levantó y revivió con alegría al ver el collage caricaturesco que le llevaba de regalo.  Las risas duraron hasta las dos de la mañana.  Fue revivir con él, ya gravemente enfermo, esas noches de La Habana, en que todos bailábamos enfervorizados la "danza de los Malacólogos", en homenaje de admiración a los caracoles del trópico.