L a p o l í t i c a é p i c a y h u m a n a d e M i g u e l H e r n á n d e z p o r A r i e l G a n g i |
En conmemoración del centenario del nacimiento del poeta Miguel Hernández (1910-1942). Ariel Gangi es poeta y artista visual argentino. |
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A lo largo de la historia de la poesía, ha habido poetas que nos han brindado su labor desde varios puntos y aspectos: musicales, escénicos, estéticos, filosóficos, religiosos, humanos, "políticos". Pero la poesía no encaja sólo dentro de un marco de rótulos y/o formas, es decir, de rimas, sonetos y figuras retóricas, o dentro de una función estética con un determinado canon de belleza, sino que por el contrario, se enmarca y perfila dentro de un plano íntimo entre la mirada y sentir del autor con respecto a su entorno y época. El viejo debate que se formula al establecer que todo arte es político, debería diferenciar entre la política partidaria como institución -dentro de una determinada pirámide de poderes- y la del individuo que lanza su mirada desde su rol artístico afectado por las políticas de su entorno. ¿Cuál es la diferencia? ¿A caso las distintas escuelas y manifiestos no ejercían una postura política con su entorno? ¿O a caso dentro del arte institucional no existen diferentes políticas y escalas de poder que hacen que uno pueda pertenecer o no a un determinado cenáculo, corriente o status artístico? Pues la verdad, es que entonces deberíamos hablar de diferentes tipos de políticas, y que si se quiere, la del poeta es la de la libertad y la de manifestarse a través de la autenticidad de su mirada con respecto a su entorno y su experiencia.
La poesía es el medio por el cual se expresa una mezcla entre plegaria y exorcismo, dónde la denuncia está presente explícita o implícitamente a través de sus formas (el cómo decirlo). El caso del poeta y dramaturgo español Miguel Hernández, desentraña una fuerte convicción de independencia y autenticidad verbal, no falsea una postura, sino que obra con naturalidad y compromiso ante el mundo que lo circunda:
Me llamo barro aunque Miguel me llame, Barro es mi profesión y mi destino que mancha con su lengua cuanto lame. |
Alza su voz estridente, oscura en forma de versos y replica con destellos a través de su pluma. El carácter "político" que pueda denotar gran parte de su obra, como por ejemplo, Viento del pueblo (1936-1937), El labrador de más aire (1937) y El hombre acecha (1939), son artificios de su ímpetu poético-humano frente a la barbarie humana, sin intención de catapultarse como candidato a gobernador o intendente a un cómodo sillón de pana roja. No induce a la construcción de monarquías, aristocracias, repúblicas, o tiranías demagógicas. Desde muy temprana edad presenta su disconformidad con el abuso hacia la clase trabajadora, la explotación rural, el hambre y el salario mezquino. Hernández es un poeta enclaustrado en el cuerpo de un hombre y su mirada del mundo no sólo le impide aliarse a las políticas opresoras impuestas, sino que además, se siente comprometido con denunciarlas. Esa necesidad de no complicidad, de lucha y de búsqueda de libertad, es la "doctrina política" épica y humana que adopta el poeta para manifestarse. En el prólogo a Viento del pueblo, dedicado a Vicente Aleixandre, dice: Los poetas somos viento del pueblo. Nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Hoy, este hoy de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de un imponente modo, a ti, a mí, a varios, hacia el pueblo. El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo. El pueblo, es la clase social con la que el autor se siente identificado, (la gente común y trabajadora) que espera oír la verdad y el clamor de sus necesidades, espera que la lucha no sea en vano y que el canto de los versos musitados, den abrigo, aliento y esperanza a su desamparo.
Miguel Hernández es un poeta humano de corte existencial comprometido con su realidad. Su obra lírica y dramática, pero por sobre todo lírica, se ocupa en primer lugar de las realidades corporales y materiales de este mundo, es decir, de aquellas que prevalecen a través del propio cuerpo y de la sangre, semejantes a Quevedo o García Lorca. Y aunque en términos estéticos, la obra de Miguel Hernández no proporcione un corte radical como podrían llegar a ser los versos de Vicente Aleixandre o los de Gerardo Diego, por nombrar algunos, sí nos ofrece un espíritu renovador y fundamentalmente expresivo con respecto a sus antecesores y contemporáneos. Un poeta arraigado a sus vivencias y percepciones, de una clase social combatiente, mucho más preocupado por decir que por el cómo decirlo, algo que en su obra pareciera estar sin esfuerzo y con una belleza natural producida desde las mismas entrañas del autor. Su espada denota la fuerza y el brillo de la revelación y de la rebelión en pos de una libertad que va en contra de todas las opresiones, la del amor, la del hombre y la de su propia carne. (1)
A lo largo de su producción, Miguel ha recibido mucho de los demás poetas, antiguos y modernos, desde la influencia alquímica-poética de Góngora y la fuerza intelectual de Unamuno, hasta Machado, Guillén, Alberti y Aleixandre, y se dice también que su amistad con Neruda pudo haber intervenido con su desarrollo autodidacta. En el caso de Góngora y Unamuno no sorprende, puesto que ellos han sido la Influencia adoptada por toda la generación del 27 e incluso la del 36, aunque luego y durante, quieran despegarse de ellas como ocurre con casi todas las descendencias estéticas e intelectuales de todas las épocas. Por último, se puede destacar uno de los aspectos más interesantes en su producción, la ausencia de personajes y símbolos. Miguel habla directamente con el lector, habla con el hombre:
La mano es la herramienta del alma, su mensaje, y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente. Alzad, moved las manos en un gran oleaje, hombres de mi simiente.
Y
si hubiera alguna aparición alegórica en su obra
para expresarse, lo hace para denotar su percepción de lo real de
acuerdo a su experiencia de vida. Mucho más arraigado a la experiencia
que al ensueño. No era un manipulador de realidades. La representación
escénica no está dada por un personaje que mira u observa el mundo, sino
que esta dada por su propia observación y experiencia del mundo. No
parece especular acerca de una posible verdad, desenmascara la verdad con
su mirada y se la enseña al mundo. Probablemente esa haya sido la
justificación de sus versos, de su pesar y de su salvación.
La libertad a través de su muerte. (2) Miguel
Hernández fallece de tuberculosis el 28 de marzo de 1942 a los 31 años
de edad, en la prisión de Alicante, tras haber dedicado su vida a la
lucha de hacer ver y oír a través de sus versos el estruendoso horror de
la barbarie humana. |
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(1)
Vivanco, Luis Felipe. Introducción a la poesía española
contemporánea, Ediciones Guadarrama, s.l Madrid, 1957. (2)
Ibidem. |
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