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(Presentación del libro "La Caverna, ese movimiento perpetuo",
de Alicia Dauvin)
“No puedes escribir tal como
hablas”, me dijo alguna vez Alicia Dauvin, mientras
conversábamos en su casa durante alguna de las reuniones que
mantuvimos para la edición del libro “La caverna, ese movimiento
perpetuo”. Podríamos pensar que es el primero que publica, pero
esto no es así, ya que en los ochenta apareció un volumen que no
fue del agrado de la escritora, sin embargo, ese registro se
convierte ahora, con el paso del tiempo, en un documento
interesante de leer y observar. Además, Alicia tiene a su haber
varios poemarios que ya conocieron ilustres de las letras, tales
como Jorge Teillier, Braulio Arenas, Volodia Teitelboin, Sun
Axelsson o Liu Xaiopei, cuyos comentarios aparecen en las
solapas del libro.
Durante esas reuniones, Alicia
demostró la inconformidad y el afán de corregir constantemente
su escritura. Concordamos en que el libro debe ser un bello
objeto en sí, y nos esforzamos para que así fuera, tanto en el
diseño como en la materialidad. Pero esas instancias sirvieron
para conversar, además de cómo se fue construyendo su libro,
sobre lo que debe ser el oficio de escribir. Alicia es muy
crítica con su trabajo y con el de los demás. Su ojo agudo
sobrescribe y tarja lo que sobra en el texto, lo que está
construido débilmente, lo que se transforma en una redundancia
innecesaria y asesina. Tal como escribió hace casi un siglo
Vicente Huidobro: el adjetivo, cuando no da vida, mata.
En ese sentido, es algo
intimidante estar frente a Alicia y mostrarle trabajos
personales. Confieso que me atreví y le regalé uno de los
libros de mi autoría, pero después, a la salida de su casa, me
arrepentí. Me fui pensando que ella haría una autopsia de mi
escritura, pensé si habría corregido lo suficiente, capaz que se
me hubieran pasado algunas cosas…pero, ¡qué va! Hice de tripas
corazón y lo dejé en sus manos, aunque nunca le pregunté qué le
había parecido. Tiempo después me hizo un breve y halagüeño
comentario. En mi interior respiré tranquilo.
Esto que digo es bastante
crucial en muchos aspectos, ya que, por un lado, nos muestra el
trabajo de orfebrería que Alicia Dauvin realiza con sus propios
textos; por otra parte, es siempre enriquecedor conversar con
ella sobre las experiencias vividas con otros escritores y su
obra; y sobre todo, pienso que Alicia es una estupenda maestra
para comprender que escribir no es sólo verter los sentimientos
sobre la página en blanco o el computador, no basta con las
experiencias personales que en el fondo no son tales, y cito a
Leo Masliah. Que escribir en cualquiera de sus modalidades nos
obliga a conocer nuestra herramienta de trabajo principal, que
es la palabra. Una vez logrado eso, podemos experimentar
forzando el lenguaje hacia nuevos lugares, formas o propósitos.
Pienso que Alicia debiera dirigir más talleres y los alumnos
agolparse para entrar en ellos.
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Pasemos un poco a su libro “La
caverna, ese movimiento perpetuo”. Inundado del mito de
Perséfone o Proserpina, la hija de la diosa Deméter, quien fue
raptada por Plutón o Hades, el que cegado de amor y deseo, la
llevó como esposa hasta su siniestro reino habitado por los
muertos. De esa unión sin amor no nació ningún hijo.
Alicia sitúa a Perséfone como
una habitante del siglo XXI, y sus salidas de la caverna, que es
la puerta de entrada al Hades, le hacen reconocer luces y
sombras que se pasean en su interior y no son otra cosa que la
apariencia de los sentimientos, la geografía del alma.
La escritura de Alicia Dauvin
es filosófica, profunda, sicológica. Dice en sus textos que ha
visto la esencia y la forma de todas las cosas. Exclama con
vehemencia que conoce las palabras y que con ellas puede hacer
dados con las piedras. A veces escucha que no existe. A veces
intuye la potencialidad del tiempo. Y, al final del viaje, sabe
que todos, algún día, nos disputaremos la dulzura de la tierra.
Bella escritura la de Alicia.
Hay que leerla atento, mejor en voz alta, que es como debiera
leerse la poesía. Sólo de esta manera se puede interpretar el
texto con los silencios necesarios, con la respiración
correspondiente, que nos lleva al lugar donde en ese momento de
la lectura habita el poema, permitiéndonos vislumbrar aquello
que nunca hemos perdido, pero que nos empeñamos en buscar.
Algo más que decir sobre Alicia
Dauvin: me alegra ser el editor de este libro, conocer a la
autora y haber ayudado en producir un bello objeto. Pero, por
sobre todo, puedo decir que Alicia es una tremenda escritora.
Acérquense. Conversen con ella. Les aseguro que aprenderán
mucho sobre una parte importante de la literatura chilena a
partir de una de sus protagonistas.
En la poesía, buscamos algo que
nunca se perdió. |
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