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A L G U N A
S V I S I O N E S S O B R E
J O S É
M I G U E L V A R A S
p o r M i g u e l M o r e n o
D u h a m e l
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Existen algunos momentos que me
llaman poderosamente la atención sobre el escritor José Miguel
Varas. El primero se registra hace muchos años atrás, quizás en
la época más oscura de Chile, cuando me sentaba frente a la
radio en las noches, de preferencia en invierno, y empezaba a
buscar las señales de onda corta que se podían captar en
aquellos aparatos de sintonizadores manuales. De pronto
aparecía esa ya conocida cortina con un melancólico extracto del
himno nacional y la voz de una mujer desde miles de kilómetros
de distancia: “Radio Moscú comienza su diario programa para
Chile…” Era “Escucha Chile”, la emisión de onda corta que
por 15 años fue un bastión de la lucha y resistencia a la
dictadura cívico-militar comandada por Augusto Pinochet. El
programa contó con la participación de artistas e intelectuales
de izquierda entre los que se contaban Ligeia Balladares, Miguel
Garay, Eduardo Labarca, René Largo Farías, Guillermo Ravest,
José Secall, Orlando Millas, el poeta ruso Guennadi Spersky,
Katia Olévskaya y, por supuesto, José Miguel Varas quien se
desempeñó como locutor manteniendo una muy activa labor
periodística durante ese periodo.
Leonardo Kosichev, redactor en
jefe de las emisiones para América Latina de Radio Moscú dice de
José Miguel Varas: “Él junto a Volodia Teitelboim influyeron
mucho sobre nuestros periodistas latinoamericanistas, sobre cómo
hay que escribir para la radio, cómo escribir en español y cómo
encontrar un género correspondiente para el tema. Considero a
José Miguel como un gran escritor, que sin embargo puso toda su
capacidad física y literaria, todo su talento al servicio del
trabajo periodístico, que es muy pesado, cumpliendo con la tarea
partidaria que le fue asignada. No pudo encontrar tiempo para
escribir sus cuentos y novelas, de los cuales tengo algunos
escritos en ruso. Siempre lamenté que no pudiera enfocarse con
más tiempo en la literatura”.
Es que la urgencia del momento
era trabajar, y trabajar duro, contra el mal gobierno de
Pinochet. Así José Miguel Varas relegó por muchos años su labor
como escritor para zambullirse por completo en su papel de
periodista y comunista.
Escucha chile fue un aporte
político importante en la recuperación de la democracia en
Chile. El programa fue amplio y transversal incluyendo a todos
los representantes de la lucha contra la dictadura. Incluyó a
la iglesia, a los trabajadores, artistas, estudiantes, los
combatientes, gente de la cultura, etc. El programa fue un
reflejo de lo que entonces ocurría en Chile. |
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Es necesario hacer un breve
resumen de su vida: José Miguel Varas, nació en Santiago el 12
de marzo de 1928. Desde joven sintió el apego a la literatura, a
los 13 años, junto a algunos compañeros del Instituto Nacional
publicó El Culebrón, periódico escolar que relataba de
manera humorística el micro mundo del curso. Allí ya estaban
claras sus dos pasiones de oficio: la literatura y el
periodismo. Publicó su primer libro Cahuín en 1946, a
los 18 años de edad, donde reunió crónicas y anécdotas de la
vida estudiantil, utilizando el lenguaje que lo caracterizaría,
lleno de picardía y sagacidad, retratando de formas más bien
realista al ser nacional chileno.
Los personajes populares de
distintos órdenes y oficios deambulan por su obra, los
personajes y la cultura que los rodea. En sus cuentos y
novelas, Varas es capaz de dejar a la misma altura al entorno
cultural donde se desarrolla la obra y a los personajes que la
componen, esto le permite mostrar su tremendo sentido del humor,
su ironía. Su pluma tiene la facultad de poder describir breves
situaciones de la vida ordinaria chilena, siempre bañadas de
humor, y que al lector le permite identificarse comprendiendo al
país que se describe.
En 1959 viaja a Europa del
este, ya comprometido con la vida política que por esos años
enriquecía a todo un continente que buscaba una sociedad más
justa y que estaba sometido a constantes cambios de gobiernos
manipulados desde Estados Unidos. Es en ese lapso de tiempo
cuando se registra otro de esos momentos que, para mí,
sobresalen en lo anecdótico:
Durante el tiempo en que vivió
en Praga, Checoslovaquia entre 1959 y 1963, le propusieron ir a
un Congreso en Bagdad como traductor, cargo en el que se
desempeñó por cerca de diez días. Él confiesa no haber sabido
mucho de esa ciudad rodeada de misterios, salvo haber leído las
mil y una noches. Acabada su labor, se disponía a abordar un
avión de Aeroflot que llevaría de vuelta a Praga a una gran
cantidad de delegados y personal de la unión internacional de
estudiantes, sin embargo fue obligado a quedarse abajo en el
aeropuerto ya que otras personas con mayores cargos tuvieron la
preferencia para ocupar un asiento de la aeronave. A pesar de
sus protestas no pudo sino regresar a la residencia de los
estudiantes donde se alojaba. Al día siguiente se enteró de que
el avión se había estrellado en las montañas de los Tatras, al
noreste de Bohemia, falleciendo todos sus ocupantes donde se
incluían muchos compañeros de trabajo y amigos del escritor.
Trágica situación que lo dejó por tres semanas más en Bagdad y
que le serviría en el futuro, cuando se decidió a escribir su
muy reconocida novela El correo de Bagdad. |
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De vuelta en Chile, en la década de 1960, publicó Poraí
en 1963 y Lugares Comunes en 1967, un año después aparece
la biografía novelada Chacon, un libro basado en las
entrevistas realizadas entre 1962 y 1964 al obrero y luchador
social Juan Chacón Corona. Una historia que refleja el esfuerzo
y las injusticias a las que son sometidos los obreros, los de
principios del siglo XX y en muchos lugares del mundo, también
en la actualidad. Dentro de lo totalmente atrapante de ese
libro destaco un par de párrafos, sólo por la arbitrariedad que
da el gusto personal:
“MI padre se llamaba Francisco. Era alto, flaco, bueno para el
trago y el garabato, no creyente en Dios. “El único Dios es el
que tiene plata”, decía. Mi madre sí que era creyente. Me hizo
hacer la primera comunión (un día en que me había robado unos
nísperos). A mi padre y a mi madre los vi siempre con la misma
ropa. Él, pantalón, camisa, ojotas, una manta que debe haberle
servido treinta o cuarenta años. Ella, vestido negro,
delantal. Cuando tomaba mate, por la tarde, se echaba siempre
un rebozo negro en los hombros. Lo mismo cuando salía, pero
salía poco”.
… … …
“A los 14 años comencé a trabajar de obrero en la fábrica de
vidrios ‘La Nacional’. Aprendí el oficio de maquinista y el de
‘Archero’. ‘Archa’ se llama el horno donde se da cocimiento a
las damajuanas. Supe hacer botellas vineras y cerveceras. La
fábrica ocupaba una manzana entera en San Diego pasado Franklin,
donde ahora hay una plaza; era la más grande en Chile en el
ramo. Teníamos jornada de ocho horas. Había tres turnos. Los
salarios eran malos, pero resultaban pasables comparados con los
de otras industrias. Después los hicimos mejorar a punta de
pelea. No se conocía previsión ninguna. Iba un médico una vez
a la semana. Los accidentes menudeaban. En la faena había
siempre unos 40 grados de calo, mucho humo, mala ventilación.
Quemaduras y cortaduras eran cosa de todos los días.
Accidentarse era mal negocio. El que se accidentaba perdía de
trabajar y no recibía nada. Si volvía inválido, lo más probable
era que no tuviera pega. Éramos mil trescientos obreros.
Trescientos, cabros de ocho, nueve, diez años. A los quince o
dieciséis ya nos considerábamos hombres hechos y derechos”.
“En esa fábrica funcionaba un curso de hombría. Uno de los
obreros más grandes y macizos, amarrado a un poste por una mano
y un pie, enfrentaba a uno de los chicos que se sentía ya con
ganas de pasar a la categoría de hombre. Generalmente, el chico
conseguía dar dos o tres golpes, pero un aletazo del grandote lo
hacía arar”. |
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José Miguel Varas desarrolló
tanto su pasión literaria como el periodismo. Trabajó en medios
escritos, como el diario El Siglo, perteneciente al
partido comunista y del cual fue nombrado director. También fue
hombre de radio, en Punta Arenas encabezó la radio La Voz del
Sur y hacia 1967 fue locutor de Radio Magallanes. En
1969, es contratado por el canal 9 de la televisión chilena,
como rostro que leía las noticias. Su cara lampiña y el pelo
corto le hacían parecer más joven de lo que era, tanto que el
público, acostumbrado a escuchar su voz radial grave e impostada
de ceremonias, se asombraba esperando ver a alguien maduro o
derechamente más viejo. Por esa época corría desde el set de
televisión a su otro trabajo en Radio Magallanes. Varas
recuerda: “…Cualquiera de estas noches me voy a matar: termino
de leer la pantalla a las 21.45 horas y debo bajar como un
celaje desde los estudios de Chile Films, Colón con Manquehue,
hasta nuestros estudios –Estado con Agustinas-, parta leer a las
22.00 horas las “Radiocrónicas”. Hasta ahora la destreza del
chofer ha impedido accidentes…”
En 1971 es nombrado como jefe
de prensa en el canal de la televisión estatal de Chile, durante
el gobierno de Salvador Allende. Historias de risas y
lágrimas, es el último libro de cuentos que escribe y
publica en 1972, durante la Unidad Popular. Luego vino el golpe
de estado de Septiembre de 1973 y Varas junto a su familia debe
salir al exilio, radicándose en Moscú donde enfocó todos sus
esfuerzos en la lucha internacional contra la junta de gobierno
que se apoderó de este país, en el programa radial Escucha
Chile, referencia con la cual hemos comenzado este artículo.
El fin de la dictadura y la
vuelta a la democracia, por lo menos de manera formal, trajo a
José Miguel Varas y a su familia de vuelta a Chile. Acá se
dedicó a escribir y publicar prolíficamente, abundante es su
obra; además fue editor y redactor de la revista cultural
Rocinante, recibió dos veces el premio Altazor y el Premio
Nacional de Literatura en 2006.
Recuerdo que a principios de
los ’90 me topé con él en el Parque de la Quinta Normal. Yo
había participado en un concurso literario de la juventud de esa
época y ganado el tercer lugar. José Miguel Varas fue jurado en
esa ocasión y pudimos intercambiar unas breves palabras.
Posteriormente el acercamiento a su imagen y su obra lo he
conseguido a través de una pareja de amigos escritores, el
colectivo Calle Magnolia, compuesto por su hija Ineska
Varas Largo y el compañero de esta, Ronald Gallardo Duhart.
José Miguel Varas muere en
Santiago de Chile el 23 de septiembre del año 2011, recibiendo
un merecido homenaje de parte de su familia, sus amigos, los
admiradores de su obra literaria y los que reconocieron siempre
el compromiso político que fue parte inherente de su paso por
estos sitios. |
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