E  l     I  n  d  r  i  s  o

p o r   I s i d r o   I t u r a t


 


 

¿Qué es el Indriso?

 

A la altura del Duecento italiano los trovadores del Dolce Stil Nuovo toman la vieja estancia de la canción provenzal y la cambian, dando lugar a lo que hoy y desde entonces conocemos como soneto.  Pero, tal y como veremos ahora, las posibilidades constructivas que ofrecen estos modelos estróficos no terminan aquí, resultando que el soneto tolera una nueva reelaboración significativa (al margen de otras más discretas como los juegos con estrambotes, el soneto de 13 versos, etc.), dando paso a una forma dotada de una muy diferente y concreta musicalidad. Esa forma recibirá el nombre de indriso.

 

Desarrollo el primero en enero de 2001, en Madrid. El indriso es un poema que consta de dos tercetos y dos estrofas de verso único; esto es, que está organizado según un modelo 3-3-1-1, y surge a partir de una reelaboración del soneto en lo que podría explicarse como un proceso de condensación estrófica. Los cuartetos del soneto pasan a ser tercetos en el indriso. Luego, los dos tercetos del primero pasan a ser estrofas de verso único en el segundo.

 

Visto gráficamente sería así:

 

SONETO

(4-4-3-3)

 

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INDRISO

(3-3-1-1)

 

 

 

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Estamos entonces ante un patrón rítmico nuevo, dotado de una musicalidad característica y concreta. Ya en sus principios comienzo a barajar diversos nombres para la figura, probando en las primeras tentativas el asociar un adjetivo determinado a la palabra “soneto”. Pronto tuve que desistir de ello. El indriso procede del soneto pero no es un soneto, del mismo modo que este último es variación de la estancia provenzal y no es estancia provenzal.

 

En cuanto al modo en que nace, no puedo afirmar que sea el resultado de ninguna búsqueda consciente. Cuando surgió, simplemente meditaba sobre la forma del soneto clásico viéndola en la mente, hasta el instante en que apareció la imagen de los versos fundiéndose en grupos menores.

 

Y el primer poema escrito:

 

Luna menguante

 

El centauro se asoma por la ventana
y la mujer dormida está hablando en sueños.

Llora y ríe, porque un centauro la rapta.

 

Cabalga en su sueño la mujer dormida,
cabalga en su sueño y es cabalgada.
En la selva, nadie la oye cuando chilla.

 

Llora y ríe como nunca en su vigilia.

 

El centauro la mira... por la ventana.

Ante esto, me veo en la necesidad de probar si estaré ante uno de tantos experimentos intrascendentes o si por el contrario podría tratarse de una forma con un potencial expresivo apreciable, así que, a partir de ahí, decido centrar todo el empeño en valuar las posibilidades estéticas de la nueva forma. Resultado de ello será, cuatro años más tarde, un poemario con título El manantial y otros poemas, compuesto íntegramente por indrisos. Y también la siguiente definición formal:

 

El indriso es un poema que consta de dos tercetos y dos estrofas de verso único (3-3-1-1). Tolera cualquier tipo de medida en el cómputo silábico, tanto versos isosilábicos como anisosilábicos, lo que hace de él una forma a la vez fija y dinámica: en el eje vertical, la disposición no variable de la estrofa; en el eje horizontal, las variaciones en la cantidad. Admite además todos los grados y géneros de rima.

 

El nombre Indriso

 

Líneas atrás ya queda esbozado el problema de dar nombre a la figura. Esos primeros intentos no son más que eso, primeros intentos, y pasarán más de dos años antes de quedar resuelta la cuestión. Será tiempo de busca de aquella palabra, de aquel morfema, de aquel sonido..., queriendo encontrar el término armónico, y eufónico, y elevado, entre obras de terminología literaria y científica, en diccionarios de lenguas vivas y de lenguas muertas. Todo inútil.

 

Confieso: la solución final viene de la mano de una niña de tres años (cuya intimidad me permitirán que respete), que, en sus primeras probaturas con el lenguaje, al decir mi nombre de pila pronuncia la palabra Indriso en vez de Isidro. Durante mucho tiempo ni siquiera contemplé la posibilidad de llamar así al poema, pero poco a poco ese nombre iba resonando en el oído y en tanto que eso pasaba la sensación era cada vez más placentera, hasta que sucumbí.

 

Nota: Al margen de este proceso he llegado a saber, pasados cinco años desde la adopción de la palabra, que pese a haber sido producida espontáneamente por la niña española existía ya como apellido de persona acompañando a nombres, según he conocido por el momento, de origen anglosajón. No pienso que esta "sorpresa lingüística" de última hora deba hacernos pensar en algo como su descarte, pero sí que el hecho ha de quedar bien señalado.

 

Lo estable y lo cambiante

 

Como apunta la descripción básica, puede considerarse al indriso como una figura que contiene en su naturaleza la facultad de integrar lo estable (disposición no variable de la estrofa) y lo cambiante (variaciones en la cantidad y distribución de rima).

 

Para ilustrar el hecho decir, por ejemplo, que en un corpus de 796 versos me fue posible encontrar al menos 40 variaciones en la disposición de la rima. Si hablamos de la cantidad silábica, trabajé a modo de prueba con un rango que va desde el bisílabo hasta el octodecasílabo. Según pienso, esto es posible gracias a la agrupación de los versos en una relación de 3 y 1. Un objeto organizado con este tipo de relación numérica entre sus partes (estructura trinitaria) permite el despliegue de una gran diversidad de formas aun manteniendo, si bien pueda parecer paradójico, su idiosincrasia.

 

Las posiblidades de distribución de la rima en un terceto son ocho: AAA, AAB, ABB, BBA, ABA, BAB, ABC. En una estrofa de verso único del indriso también: A, B, C, D, E, F, G, H. Entonces, en la combinación de estas dos clases de estrofa, las perspectivas de combinatoria alcanzan un número francamente difícil de calcular. La cifra 40 no agota las opciones de combinatoria y, hoy, conforme sigo escribiendo estos poemas, sigo hallando más.

 

 

El indriso y los símbolos

 

Recordamos ahora el cómo surge: es una imagen que se forma en la mente. No estamos ante el resultado de una operación racional, lógica, voluntaria;  no, estamos más bien ante el movimiento de un viejo conocido (y desconocido) ayudante: el subconsciente. Y si hablamos de subconsciente podremos referirnos a su lenguaje natural que no es otro que el símbolo, la imagen arquetípica.

 

El indriso es, en términos simbólicos, una trinidad duplicada. A saber, una forma de organización de las cosas, patrón rítmico cósmico, bajo la cual se ha ordenado la existencia desde que es, y que el ser humano ya captó e interpretó con su mente también desde que él es.

 

La trinidad implica una “síntesis alquímica” entre lo único (simbolizado por el número 1) y lo múltiple (simbolizado por el número 3). Estamos ante una imagen total del universo que nos muestra un movimiento en dos direcciones:

  1. Movimiento de diástole. Esto es, el despliegue de las cosas desde una unidad o centro hasta llegar a un punto de diversidad y expansión límites (como en la idea de big bang).

  2. Movimiento de sístole, o reabsorción de todas las cosas hasta su punto de origen (hecho que coincidiría con el patrón del indriso: un “ir del tres al uno”).

 

Después, ¿qué sentido tiene la duplicación de las estrofas? Recuerdo para esto la interpretación que ofrecen los antropólogos Jean Chevalier y Alain Geerbrandt en su Diccionario de los símbolos, y que entiende la duplicación de un objeto como la facultad de mostrarse éste en su máxima expresión. Estaríamos ante algo así como el mostrar las dos caras de una misma moneda.

 

En un momento determinado se da un indriso que permitirá entender estas ideas no a través del argumento y sí de la imagen. En aras de la verdad, hay que asumir que cuando se entra en este género de discurso el extraviarse en especulaciones metafísicas sin un fundamento real resulta algo más fácil de lo deseable, pero el poema que sigue me proporcionó la seguridad necesaria para atreverme a afirmar que, en efecto, se puede hablar del indriso como imagen arquetípica. Es este:

 

Descripción bisilábica del cosmos

 

Yin.
Yang.
Yin.

 

Yang.
Yin.
Yang.

 

Yin.

 

Yang.

¿A dónde queremos llegar con todo esto? Bien, por un lado, a conocer el poema desde el mayor número de ángulos posible (puede observarse que existe un correlato nítido entre la simple forma métrica y la dimensión simbólica); por otro, a la cuestión de su posible facultad para sugerir.

 

Una objeción probable a estas ideas sería la pregunta: ¿cómo es posible armar tal entramado de argumentos si, al fin y al cabo, se trata de un poema que proviene del soneto? La respuesta se da en el simple hecho de que el soneto también es susceptible de ser interpretado en términos metafísicos y simbólicos, así como viene sucediendo desde sus orígenes. Ya los poetas anteriores al Renacimiento emplean nociones pitagóricas para investigarlo; hablan de sus números, de su geometría, usando términos como “cuadratura del círculo”, “proporción áurea”, etc.

 

En el nivel del símbolo, el soneto resulta una combinación de los números 4 y 3. El 4 es representación numérica de la materia densa, la tierra, lo estable (el correlato formal de esto se observa en la escasa movilidad de las rimas, que infrecuentemente se han apartado hasta hoy de las combinaciones ABBA y ABAB). El número 3 representa lo múltiple, el mundo sutil, lo dinámico (correlato formal: el alto grado de variaciones en la rima). La suma de 4 y 3 da 7, número sagrado por excelencia, el número que expresa el universo armonizado, lo que comúnmente se llama “un matrimonio entre el cielo y la tierra”.

 

En resumidas cuentas, opino que si el indriso ha de tener capacidad para sugerir positivamente, una de las causas principales habrá de encontrarse en su naturaleza arquetípica, en el hecho de que nace y participa de aquello que conocemos en términos modernos como “inconsciente colectivo”.

 

 

Esos dos versos

 

Otro asunto que traerá sus dificultades es el decidir cómo nos referimos a esos dos últimos versos del indriso. ¿Qué son, versos o estrofas? A lo largo del proceso de estudio pedí la opinión de diversos expertos de las letras, que adscribían a opiniones como las que siguen.

 

En un primer grupo están los que afirman que deben definirse como “versos”. Algunos proponen la expresión “verso suelto”, sin reparar en que el término ya se utiliza en los manuales para designar al verso que, inserto en una estrofa rimada, carece de rima.

 

La palabra “sentencia” es otra opción. Ésta se refiere a un enunciado breve y sintético que no tiene relación con otros. Ciertamente, no resulta difícil aceptar este segundo término, porque en el indriso el tono del discurso tiende a adoptar un cariz sentencioso, al condensarse la voz en los dos enunciados separados por espacios en blanco. Pero puede objetarse a los defensores de “sentencia” que la palabra no resuelve la cuestión todavía porque esos versos están integrados en un conjunto estrófico y, por tanto, deben de ser algo más que sólo versos. Con todo, según definición tradicional, “estrofa” implica la existencia de más de un verso contiguo...

 

En un segundo grupo están los detractores de “verso” y similares, afirmando que es coherente hablar de “estrofa” porque los dos renglones están separados y/o relacionados respecto de ellos mismos y de los tercetos mediante pausa interestrófica, constituyendo todo ello un conjunto orgánico.

 

Sin embargo, es en la obra del gramático Tomás Navarro Tomás donde aparece la propuesta que hasta hoy me ha parecido más adecuada, esto es, la expresión “estrofas de verso único”.

 

Entender a los defensores de ambas posiciones enfrentadas es relativamente fácil, puesto que, a priori, cuando observamos esos dos renglones y pensamos aisladamente en la palabra “verso” nos damos cuenta de que no termina de resolverse el problema, resulta una definicición insuficiente; tampoco cuando pensamos de forma aislada en la palabra “estrofa”. La propuesta de Navarro Tomás permite entender que quizás lo mejor no sería excluir uno u otro término, sino integrarlos en una misma expresión. Esto lleva de nuevo a la idea de la síntesis de contrarios: son estrofas (multiplicidad) y también son versos (individualidad), son estrofas de verso único.

 

 

Indrisos monorrimos

 

Una última característica del poema que puede merecer comentario es su buena receptividad ante el empleo de versos monorrimos, ya sea en rima externa como interna. Ello es debido, sencillamente, a que se trata de una composición muy breve. Me permito entonces presentar algunos ejemplos:

 

  • Con rima asonante interna.

Profunda garganta

A Linda Lovelace

—Señor doctor, yo quiero oír cohetes,
bombas y gongs. Y por abajo cuesta...
¿Qué tendré yo?
                              —¡Enfermera, el catéter!

—la explora—
                    ¡Dios! ¡No tiene usted barquita
según patrón de la mujer corriente!
Mmmmm... tome un mentol... tosa...
                                                              ¡¡¡está en la garganta!!!

¡Tutéame, oh, y traga!...
                                            —¡Tú... tú... mete!

                                              ¡uy!
                                     —¡Ey!     ¡ay!...
                               ¡brof!...            —¡dong!
                            ¡arf!                           ¡bummm!
                      ¡Eslups!                              ¡brrrrrom!

 

  • Con rima asonante externa.

Nunca el poeta podrá sustraerse

a un hechizo de ojos de dama

 

Tienes ojos de gata de angora,
o de puma o pantera o leona,
o de Eva que ofrece su poma.

 

Sulamita que invita a la alcoba
sabe bien que su rey se desboca
por el iris que en él leve posa.

 

Sabes tú bien usar la vil pócima

 

y su dosis exacta: una gota.

 

  • Con rima consonante interna.

Il bagno

En su 35 aniversario, a Lisi

A la nenita la vamos a bañar.
Con la espumita que corra por la espalda
y mordidita en nuca y yugular.

 

Y el agüecita, que es acurrucadora,
y la pompita, de breve susurrar,
y la esponjita, que baja a donde gusta.

 

A la nenita, chiquita, en la bañera,

 

a la nenita la vamos a bañar.

 

  • Con rima consonante externa.

Dos canciones para un bucanero

 

&

 

Bucanero, carroñero;
asesina por dinero
al noble, por gusto al clero.

 

Bucanero, pendenciero,
fiero, matrero, putero,
come al niño y al cordero.

 

Sueñan cura, juez, banquero,

 

rey: ¡Quién fuese bucanero!...

 

&&

 

Y todos le quieren dar,
acabar, apiolar,
machar, trincar, degollar,

 

destripar y escabechar,
fusilar y acochinar,
ahogar y guillotinar.

 

Todos lo quieren cazar,

 

a don Satanás del mar.

 

  • Indriso con esquema de rima doble. Interna: versos monorrimos en consonante. Externa: versos alternados en asonante.

Blanchefleur

 

Perceval busca una flor blanca
y un grial. Lleva un dolor blanco,
de puñal, bajo la coraza.

 

Perceval lleva su desierto
de cristal adonde cabalga,
y un lustral león brama en su pecho.

 

Perceval, obscuro y sonámbulo,

 

un grial busca y una flor blanca.

 

  • Con distintas variantes de estrofa monorrima en asonante dentro de un mismo poema.

El Dios de amor posee un fortín en la tierra,
que recibe el asalto de dos ejércitos

 

Ejército primero

 

Por su general, el Estancamiento.
Lo siguen la Cólera, el bravo Deseo
de Dominio, Duda, Tibieza y el Miedo.

 

La Rigidez sigue a Brutalidad
y al Resentimiento y a la Material
Fantasía (hipnótica) y al Mirar Atrás.

 

Prepotencia empuja, se arma el Egoísmo;

 

y cerrando el séquito, la Desconfianza.

 

Ejército segundo

 

Como general, marcha el Movimiento.
A la par lo siguen la Carne y Afecto,
Perdón y la Entrega, Dulzura y lo Cierto.

 

Sigue la Firmeza con la Suavidad,
Picardía, el Libre Albedrío, el Mirar
Adelante, el Sí y lo Liberal.

 

Y atrás azuzando, la Perseverancia,

 

y la Voz del Alma da un vibrante grito.

 

  • Con distintas variantes de estrofa monorrima en consonante dentro de un mismo poema.

Menage a t...

 

Justine se come la verga de Paul.
Morena, lleva la marca del sol
en los pezones, y en el caracol.

 

Justine recibe la verga de Etienne
en... “¡animal!” y “¡cabrón!” y... “¡qué bien!...”.
La cama es mar de saliva y semen.

 

Justine, la diva lasciva de Paul.

 

Justine, la perra sumisa de Etienne.

 

Conclusión

 

Así pues, diré que los años dedicados al desarrollo de esta figura han significado para mí una aventura poética apasionante y, hoy por hoy, no me queda sino ofrecer los resultados de la labor. Si están ustedes entre los que hacen la poesía para que puedan, si es su deseo y creen que la ocasión lo vale, seguir indagando sobre ello; si son ustedes lectores, sencillamente para que conozcan esta nueva y a la vez vieja forma de decir las cosas. En cualquier caso, encontrándome en la situación de dar a conocer el indriso, consideraré prudente transmitir una frase que me ha servido siempre bien desde el momento en que la recibí: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno”.