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H . G .
W e l l s
U n r e v
o l u c i o n a r i o
c o n i m
a g i n a c i ó n
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En 1895 aparece en Londres una
curiosa novela que obtuvo un éxito inmediato. Su título:
La máquina del tiempo. Su autor: un tal Herbert George
Wells. Esta novela rompía con toda la producción literaria de una
Inglaterra todavía muy victoriana.
Se trata de una novela de ciencia
ficción en la que el héroe, "el explorador del tiempo", inventa una
fantástica máquina que le permite desplazarse en el tiempo del mismo
modo que es posible hacerlo en el espacio. Su primer viaje lo
lleva al año 802.701 de nuestra era. Allí encuentra a unas
curiosas criaturas. los Elois, de gran belleza, pero cuyas actividades
se limitan a jugar, comer y dormir. Pero lo que más sorprende a
nuestro héroe es el terrible miedo que esos seres tienen a la oscuridad.
Rápidamente descubre la razón de
ello. En las profundidades de la tierra habita un curioso pueblo,
los Morlochs. Son seres desagradables a la vista a causa de su
parecido con los hombres, pero activos y astutos. De hecho, los
Morclochs son los verdaderos dueños del planeta. Y surge la
terrible verdad: los Morlochs se alimentan de los Elois, sus
antiguos amos, cuyas facultades para luchar han desaparecido, y los
mantienen en un estado de esclavitud atenuada, proporcionándoles, eso
sí, lo que necesiten.
En resumidas cuentas, este paraíso
aparente no es más que un infierno. |
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Con esta novela, Wells había
encontrado su camino, el de la ficción científica, apoyada en un fondo
de mesianismo social. Lucha del bien (representado por los
proletarios) contra el Mal (los patronos y burgueses) y "entierro" de un
mundo que se acaba, el de la sociedad victoriana y sus valores morales,
en beneficio del mundo que está a punto de surgir y cuya directriz
fundamental será la ciencia.
Contrariamente a las obras de la
generación que había dominado esa Inglaterra de la reina victoria (dickens,
Thackeray, Eliot), la obra de Wells, profundamente agresiva, constituía
una extraordinaria máquina de guerra contra la sociedad de su tiempo.
Wells conocía bien los temas sociales
de los que hablaba. Había nacido en 1866 en Brombley, en el
condado de Kent, donde su padre poseía una miserable tienda de loza y
porcelana. El niño H.G. Wells, frágil y solitario, se refugia en
la lectura de las narraciones de viajes del capitán Cook. Su madre
soñaba en convertirle en un empleado modelo de unos grandes almacenes.
Pero su sensibilidad y su individualismo no van por este camino.
A los catorce años deja la escuela, y
más tarde va abandonando también los diferentes empleos que logra.
Busca entonces, con todas sus fuerzas, el modo de escapar de esta vida
"sórdida" y del determinismo social que pesa sobre las gentes de su
condición. Al reanudar sus estudios, obtiene una de las escasas
becas que permiten el acceso de los pobres a la Universidad. En
1884 se matricula como becario en el Museo de South Kensington en
Londres para iniciar sus clases de biología, botánica y matemáticas.
Allí tiene lugar un hecho de gran repercusión para él, el encuentro con
el gran biólogo Thomas Henry Huxley. Se convierte en partidario de
las teorías de Darwin y de Spencer sobre el evolucionismo. Su obra
entera quedará impregnada de estas nuevas teorías. |
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Ilustraciones de
Los primeros hombres en la Luna.
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Wells es uno de los primeros que
comprende el abismo que separa al mundo del devenir de la tecnología y
la incompatibilidad que existe entre ambos. Para él el problema
radica en lo siguiente: "¿Cómo puede la humanidad afrontar la era de la
electricidad y del átomo con un corpus de ideas sobre la vida, el sexo y
la moral que datan del medioevo?".
Es entonces que abandona la enseñanza
para dedicarse por completo a su obra. En 1986 publica La isla
del doctor Moreau, novela fantástica cuya estructura recuerda la del
Frankestein de Mary Shelley. En ella, el doctor Moreau se
dedica a hacer experimentos con animales para redimirlos de su condición
animal y transformarlos en hombres. La angustia, y más tarde el
horror, no surgen de la mutación de la bestia en hombre, sino de ligeras
faltas de precisión: un brazo demasiado largo, un hombro caído, un
ojo de través. Ya no se trata de un oso o de un lobo, pero tampoco
aún de un hombre. "La isla del doctor Moreau", dirá un crítico,
"es el Jardín de las delicias del Bosco, el museo de cera de los
mutilados de guerra". |
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La guerra
de los mundos ( 1897) [ cubierta de Franck R. Paul para la
revista norteamericana Amazing stories ] |
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Una vez más, Wells profiere un grito
de alerta: es preciso que esto cambie, en política, en economía,
en biología. Y la biología se lanza al asalto de las convenciones
gritando: "Si el mundo no les gusta, ¡cámbienlo!". Se
acentúa entonces el aspecto profético y mesiánico de su obra, en
Narraciones del espacio y del tiempo, Los primeros hombres en la Luna
y El hombre invisible. En esta última
novela asistimos al combate contra la sociedad por parte de un joven
pobre, que ha encontrado la forma de hacerse invisible. El hombre
invisible produce miedo y, por esta razón, acabará linchado por la
multitud. En esta obra, Wells se vuelca con todas sus fuerzas
contra una sociedad paralizada desde el punto de vista de la moral y de
los estatutos sociales.
Nada se resiste a esa pluma diabólica
que acosa, en una visión onírica y científica, a todos los conformismos
y a todos los lastres de una sociedad pudibunda que admite el sexo tan
sólo en los animales.
Wells, que fue durante un tiempo
miembro de la Sociedad Fabiana, escribió posteriormente libros con un
contenido cada vez mças netamente ideológico: en Una utopía moderna
sueña con el establecimiento de una nueva aristocracia que encontraría
en la ciencia los caminos de un poder absoluto sobre la naturaleza y
sobre sí misma. |
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Escena de
La máquina del tiempo (1895), novela que obtuvo un éxito
popular inmediato |
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Luego vinieron ya los ensayos -entre
ellos El esquema de la historia y La ciencia de la vida,
este último escrito en colaboración con el biólogo Julián Huxley- y una
Autobiografía sobrecogedora por su sinceridad.
Hasta el final de su vida, Wells
llevaría a cabo su combate en solitario. Su obra sigue siendo un
testimonio: nunca se habían planteado con tanta fuerza los
problemas capitales de nuestra civilización en un contexto dominado por
la ficción y la fantasía. |
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Extraído
de Maestros de lo insólito, publicado en 1981 en el semanario Lo
inexplicado.
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