U N G U I Ó N B R E V E P A R A E L O Y D E C A R L O S D R O G U E T T |
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Extraído del libro "Escrito en el aire", de Carlos Droguett, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1972. |
Eloy camina por el campo hacia el rancho. Es noche de luna y debe ser temprano todavía. Más allá, por el camino, pasan automóviles, un autobús rural con su techo lleno de maletas y canastos. Hace calor. Eloy arrastra por la brida a un caballo, en la silla del caballo se ve, cuidadosamente doblado, junto a una guitarra, un vestido de mujer. Eloy camina penosamente, afirmado en una muleta, pues tiene una sola pierna, pero su rostro se ve extrañamente rejuvenecido y pasional. Cuando llega cerca del rancho, se siente la música de la victrola, la música es pausada y suave, más bien triste o recordatoria. Eloy sonríe, agradecido, su boca se muestra ansiosa. Llega junto a la ventana y ve adentro a la mujer, peinándose frente al espejo. Ella lo ve y corre hacia la puerta, en la victrola el disco da vueltas todavía, silenciosamente.
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La mujer, en un gesto cruel y sensual, comienza a quitarse su propio vestido y Eloy, humilde y arrobado, la contempla. La figura de la mujer se diluye en la neblina. Eloy tiene la mirada perdida. Suspira, pero no se ve desesperado. Su cabeza se alza en un gesto voluntarioso, que luego se torna feroz y comienza lentamente a caminar. Cojea bastante y, como comprende que hace ruido, tiene sumo cuidado en caminar y va mirando con tiento el suelo embarrado, los arbustos, las sombras. Se sonríe con burla, hay un evidente entusiasmo desesperado en su mirada.
Pasa con cuidado una mano por la carabina, acariciándola, levándosela a la cara, tocándose instintivamente la sien con ella. Mira el cañón enteramente embarrado, la neblina sale de él como el humo de los disparos.
La mirada se le queda perdida y el rostro inmóvil, apegado al árbol. Sonríe con dificultad y luego ríe corto, histéricamente. Pugna por ponerse de pie, su mano se arrastra hacia arriba por el tronco del árbol, para cogerse bien. Se queda respirando, mirando el tronco ensangrentado, su mano ensangrentada, después la neblina y las linternas, que están inmóviles al otro lado.
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