G o n z a l o   R o j a s

C o n t r a   l a   m u e r t e


L a k ú m a  -  P u s á k i

 


 

Gonzalo Rojas es un poeta vital, esdrújulo por gusto, comprometido con el ejercicio de vivir y hacerlo de un modo socialmente justo.  Su obra es tan vasta que resulta muy difícil escribir sobre él.  Apenas dar unas pinceladas que ayuden a sumergirse en los escritos del poeta.

 

Suele ocurrir que, en este tipo de análisis sobre los escritores y su obra,  lo que resulta son inacabables mamotretos que enturbian más de lo que aclaran, que llenan los estantes más que las almas.  Hace unos días, a modo de ejemplo, en una tienda de libros, encontré un legajo sobre "La mujer en la tierra baldía de T.S Eliot"; sin querer denostar esta obra que puede ser interesante, me llamó la atención que se utilizaran más de ciento cuarenta páginas de letra pequeña en tratar de explicar sólo una parte de lo que T.S Eliot nos entregó en cinco cantos desparramados en veinte hojas.  De esta misma forma, para acercarnos de manera justa y certera a la poesía de Gonzalo Rojas, al igual que a todo artista de la palabra, no hay más que leerlo, respirarlo y disfrutarlo.

 

 

En ese sentido es interesante la lectura de estos dos textos que entregamos a continuación.  Cuando apareció en 1964 la primera edición de Contra la Muerte, en su interior iba desprendida una breve ars poética, si se quiere, donde el autor postulaba las significaciones de su escritura, una poesía sin ego posible, ser "apenas uno más en el coro".  Documento valioso e iluminador.  

 

El mismo poema que da nombre al libro es otra forma de plantar la bandera y decir "adoro la vida, no me canso de amar a las mujeres" y "abrir el mundo en ellas".  Así Gonzalo Rojas se plantea frente al tiempo que le tocó habitar, sólido y lleno de vida.

 

 


 

 

 

 

G o n z a l o   R o j a s

o   l a   v u e l t a   a l   m u n d o


 

¿Dónde andará el que dijo LA MISERIA DEL HOMBRE hace más de quince años, en Valparaíso?

 

Siempre lo dije - y lo repito -  que ella, LA POESÍA, es más grande que todos nosotros: - La realidad detrás de la realidad.

 

No soy David, ni San Juan de la Cruz, ni Baudelaire, ni ese sagrado alcohol de Dylan Thomas.  Ni los volcanes libre de la Mistral, Neruda, o de Rokha; ni Vallejo, ni el Océano, ni Vicente, ni nadie.  Apenas uno más en el coro invisible.

 

Pero oigo con urgencia que me llaman y llaman:  OIGO VOCES, Y ESCRIBO.

 

Escribo mi guitarra de cinco cuerdas duras, como flechas que se empujan y empujan para subir más alto en la cohetería de los tiempos oscuros; escribo mi CONTRA LA MUERTE que ahora mismo empieza a sonar y a llamear en la palabra, y en el silencio.

 

No temo ni voy a temer nunca que no me entienda el que tiene sus orejas, por mucho que se revuelque en las calenturas equívocas  - como hubiera dicho mi Quevedo - o en la pereza de su frustración y su frivolidad.

 

También, también escribo para los muertos todavía sin sepultura.

 

Por último este mundo es un villorrio.  Un villorrio antes de ser un cementerio.

 

¿Qué quise decir, entonces, con cada una de estas cuerdas?  NADA.  Nada sino lo que se alcanza a oír debajo de las cinco puntas de la estrella:

 

 

Uno : Todo es tan falso y tan hermoso.
Dos : Cambiar, cambiar el mundo.
Tres : Las personas son máscaras.
Cuatro : Eso que no se cura sino con la presencia y la figura.
Cinco : Ya todo estaba escrito.

 

Líbrenme, líbrenme los dioses de esos manifiestos originalistas, y del fulgor por el fulgor, y de esas artes poéticas en la misma clave autoerótica de siempre.

 

Non omnis moriar:  no me moriré del todo, viejo Horacio querido.  Pero me moriré como la abeja, la pobre abeja que zumba y que ilumina.

 


 

C o n t r a   l a   m u e r t e


 

Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.

No quiero ver  ¡no puedo!  ver morir a los hombres cada día.

Prefiero ser de piedra, estar oscuro,

a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír

a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.

 

No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad

en mitad de la calle y hacia todos los vientos:

la verdad de estar vivo, únicamente vivo,

con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.

 

¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas

a la velocidad del pensamiento, demonios:  qué sacamos

con volar más allá del infinito

si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir

fuera del tiempo oscuro?

 

Dios no me sirve.  Nadie me sirve para nada.

Pero respiro, y como, y hasta duermo

pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme

de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento, allá abajo.

 

No lloro, no me lloro.  Todo ha de ser así como ha de ser,

pero no puedo ver cajones y cajones

pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto

llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver

todavía caliente la sangre en los cajones.

 

Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro

la vida, no me canso de amar a las mujeres:  me alimento

de abrir el mundo en ellas.  Pero todo es inútil,

porque yo mismo soy una cabeza inútil

lista para cortar, por no entender qué es eso

de esperar otro mundo de este mundo.

 

Me hablan del Dios o me hablan de la Historia.  Me río

de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre

que me devora, el hambre de vivir como el sol

en la gracia del aire, eternamente.


 

Finalmente, entregamos en este breve artículo el acertado poema que, con motivo de la partida de este mundo de Gonzalo Rojas, escribiera Fesal Chaín.

 


C i f r a d o   e n   A b r i l


Gonzalo
Gonzalo
Gonzalo Rojas viejo sátiro
de la palabra chilena,
reporfiado libertario
contra la baba tiránica,
susurrante embajador de las sombras
del silencio,
gran arquitecto de la fantástica
pausa entre dos estridencias y estallidos,
Rojas por "Relámpago"
en cielo despejado,
Gonzalo "Contra la muerte"
fétida en el nicho inundado por la lluvia,
correteando ligero que ya vuelas,
desde un Lebu tembloroso de negra roca
mar y terremotos,
hasta ese Chillán seco y derrumbado
lleno de cuervos y de brujas,
Gonzalo Rojas
desde lo "Oscuro"
contra lo oscuro,
regurgitando sobre "la Miseria del hombre"
tu alimento,
eyaculando sobre los "pétalos abiertos"
de la ansiosa mujer que se retuerce
en el tibio aceite del deseo,
Gonzalo, Gonzalo Rojas
un veinticinco de Abril,
día o noche de tu primer alarido
resurrecto,
"te han echado
al corral de la morgue",
y nosotros los esquizoides o andróginos
muchachos y muchachas del ayer,
bajo un cielo de terribles lunas
y escorpiones,
"ya no te veremos
hasta después".



(*) Entre comillas, títulos de los libros del poeta Gonzalo Rojas, y/o paráfrasis a sus poemas.


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F e s a l   C h a i n
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