Prolífico en
escribir, tal parece que sus ochenta y tantos años a cuestas los
lleva en los bolsillos, y que estos están rotos, porque la
vitalidad que demuestra, la diablura que habita en sus ojos, ya
se las quisiera cualquier jovencito achacoso. Estoy seguro que
nos entregará más libros, más nuevos poemas, más talleres y más
historias.
De este libro me
llaman siempre la atención dos poemas-autorretratos, uno incluso
donde toma la distancia de un tercero y se refiere a sí mismo
como el Edmundo Herrera que es y que será siempre, aunque no sé,
como dice el texto, si morirá en el olvido.
Organillo y Ceniza para Edmundo Herrera
Ahora conoces,
Edmundo Herrera, el terrestre
rostro del
organillo, los espantapájaros
que persiguen tu
nostalgia; lejos del sur,
de su salmuera y
mordedura, perdido en París,
con lluvia y
ventoleras pegadas a la piel,
náufrago extraviado
en tu desgarradura,
como una antigua
campana tocada en viejas islas.
Eres ciego, Edmundo
Herrera, con la semilla a cuesta,
levadura de difícil
amarra, la sangre del exilio vagamundo
en alto te circula;
eres un aparecido detrás de todas
las puertas. París
lo sabe y te acoge con ternura.
Aquí la paz y la
esperanza, la libertad te acosa
de nuevo en
madrugadas. Como iluso navegante,
Edmundo Herrera,
perdido entre la niebla, cazador
de luces
prisioneras, no conoces brújulas peregrinas;
buscas raíces de la
patria delgada. Ella está muy lejos,
herida, sojuzgada,
acuchillada; acorralado, como siempre,
te encuentra el
otoño, perseguido el que canta. Eres
vagamundo sin
memoria en los costados y los pájaros del sur
vuelan su última
canción en soledad.
Un día morirás en
el olvido, Edmundo Herrera,
y tu ceniza no
cruzará el aire de tu patria lejana.
Post Scriptum:
Si quieren conocer el otro poema-autorretrato, busquen el libro
y cómprenlo, creo que está en la librería de la Sech, Almirante
Simpson 7, providencia, Santiago, horario indeterminado.
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