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F E S A L
C H A I N
E S C R I B
I R E S S O B R E
T O D O P E N S A R
p o r S a n d r a M a l d o n a d o
H e n r í q u e z
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Fesal Chain,
escritor chileno, 52 años. Su trabajo en se encuentra
principalmente en los sitios web Revista SITIOCERO, Revista
Lakúma Pusaki, Letras de Chile y en su Blog Poesía para alentar
coraje. Además ha sido publicado en La Jiribilla, Cuba y en el
blog del poeta español Marcos Ana, entre otros. Ha publicado:
"La Sociología de la Resistencia", Chile, año 2006; Poemas y
Relatos", Cochabamba, Bolivia, año 2011. En Antologías:
"Poemario", Pontevedra, España, 2010 y "El Mar de los Poetas",
Chile, 2009. Ha sido referenciado en El Mercurio de Valparaíso
por Juan Cameron como un escritor migrante. Dirigió durante
cinco años junto al pintor Gonzalo Ilabaca el Programa Radial
Vuelvo al Sur, que se transmitía desde Valparaíso a Chile,
Argentina y Suecia.
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Fesal,
te conocí por tu poesía. Los Infelices es una novela, ¿qué te
lleva a escribir narrativa?
Lo primero que se me viene a la
mente es aquel poema de Nicanor Parra en Versos de Salón de
1962: “La poesía se ha portado bien / Yo me he portado
horriblemente mal / La poesía terminó conmigo”. Es decir, en
algún momento comprendí, que a pesar de mi persistencia y por
qué no decirlo, del enorme volumen de mi producción poética, no
había logrado desarrollar una poesía de una cierta profundidad y
abstracción lírica o lárica. O por decirlo de otro modo, mi voz
siempre estuvo más cerca de la poesía de lo concreto, del
reconocer y describir la belleza del habitar desde el diario
vivir y desde el paisaje urbano o rural. Así reconocí que mi
poesía de lo concreto entroncaba con mayor facilidad en el
lenguaje de la crónica y me adentré en ella durante siete u ocho
años de modo sistemático en Sitiocero. Al contrario de lo que me
sucedió en el primer intento poético, donde la narrativa era
disruptiva respecto del lenguaje abstracto, la poesía de lo
concreto se acopló casi naturalmente en el lenguaje de la
crónica. Luego pasar de esta última a la novela, fue un paso
sin solución de continuidad. Obligatorio y fluido. Allí esta
poesía de lo concreto se explayaba con toda su fuerza y pasaba a
ser la casa o la estructura que permitía construir paisajes,
escenas a través de los personajes y un subtexto o relato que va
por debajo de la mera historia.
¿Cómo fue el proceso creativo
para escribir esta novela?
Arduo. Por una razón fundamental.
Escribir narrativa, en mi caso fue lograr tener conciencia del
oficio de escritor. Que ya no era esté producir automático y
frenético, sino una disciplina de construcción de personajes, de
un lenguaje, de una historia y de un subtexto que luego debía
ser corregido innumerables veces. Aprendí que escribir es
corregir. A la versión definitiva de los Infelices, la anteceden
a lo menos nueve versiones, algunas muy distintas y distantes
del resultado final. Un ejemplo de esto es lo que le sucedía a
José Donoso cuando comenzó a profesionalizar su oficio. Sabía
que tenía que escribir una cantidad de páginas en un determinado
período de tiempo y a partir de ello calculaba cuantas páginas
debía hacer y corregir por día y cuantas horas requería para
ello. Si se quiere, un proceso algo neurótico, de encierro, pero
muy necesario. En mi caso yo trabajaba día por medio, pues al
día siguiente de haber hecho un par de páginas o una sola,
sentía un cansancio físico y mental que me hacía imposible
continuar. Entonces decidía descansar un día respecto de estar
frente al computador. Lo que no significaba que dejase de
escribir, puesto que escribir es sobre todo pensar, y sin estar
frente a la máquina seguía pensando, reflexionando en torno a la
novela o leyendo relatos, discursos y otras novelas que me
pudiesen ayudar a lograr el lenguaje y el estilo que yo deseaba
plasmar.
¿Cuánto te demoraste en escribir
Los infelices?
Tres años. Un año completo en que
fueron más bien intentos de relatos, historias inconexas,
escenas. Borradores. Luego durante el siguiente año comencé a
darle una estructura al texto. Construir una especie de historia
y ahí me di cuenta que ese intento era equivocado. No era
posible estructurar nada sino a partir de fijar ciertos
criterios. En esencia, no dejar atrás el lenguaje que había
logrado plasmar en las crónicas más literarias, comprender que
el punto de vista del narrador y el relato era posible solo a
partir de la mirada y el habla de los personajes y nunca fuera
de ellos, Eso en esencia. Hay otras consideraciones que uno
estudia y son arte y parte de la tradición narrativa, que, por
ejemplo, detalla muy bien Vargas Llosa en Cartas a un joven
novelista. Ese libro lo leí completo, lo resumí y tomé de allí
cuestiones claves. En el tercer año decidí trabajar “en proceso”
con un editor literario, ya con una cantidad de trabajo
acumulado suficiente, dividido en capítulos etc., que permitiese
un diálogo con alguien capaz de tener una mirada no sólo
crítica, sino también colaborativa en torno a las múltiples
cuestiones que considera una novela. El trabajo con el editor
fue esencial. Unos 8 meses de conversación, de orientaciones que
me empujaban a escribir libremente y a corregir en un proceso
combinado. Y en mi caso específico, además una contención de
parte del editor, respecto de las emociones, ansiedades y
preocupaciones que te va provocando el mismo avance del trabajo,
que siempre es de texto a libro. Fue fundamental también la
capacidad del editor de adelantarse a las posibles
preocupaciones de uno y enmarcarlas como un proceso normal de
cada etapa. Para mí es muy necesario reconocer que más que un
trabajo de edición tradicional, fue una especie de taller
literario personalizado y un laboratorio narrativo de un editor,
que mi juicio debe ser por lejos uno de los mejores de Chile,
Cristóbal Riego.
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Si bien el título está muy bien
escogido, una de las protagonistas, Marcela no era precisamente
infeliz, a diferencia de los otros personajes. ¿Qué crees tú?
El título esconde una doble
lectura. Los Infelices, aquellas personas comunes y corrientes,
algunas muy alejadas de la política, otras más cercanas, pero
desde una posición subordinada y otras más bien con un
pensamiento o una adscripción superficial o de meros gustos a
ciertas concepciones políticas. Todos personajes que provienen
de una clase media baja, que arrastra la angustia de la
sobrevivencia y del esfuerzo como elementos muy anteriores al
suceso del golpe y que se extienden confrontándose al entorno
dictatorial. En esta confrontación, el mundo de cada personaje
es aquel que toma elementos de aquel entorno según sus propias
características e historias personales, familiares o de otro
tipo. Y también los infelices como esa frase que usamos en Chile
para denostar a alguien sin valores, desleal, oportunista o lisa
y llanamente amoral o inmoral. Hay por decirlo de algún modo
entre los personajes principales, secundarios e incidentales
infelicidades de todo tipo. En ese sentido Marcela es más bien
una mezcla, no es feliz “en su matrimonio” como diría la
canción. No fue feliz en su infancia ni en su adolescencia.
Comienza a ser feliz o tener ciertos logros desde el golpe de
estado, ella se siente cercana al ideario del poder, pero al
mismo tiempo se convierte, sin quererlo y sin saberlo en una
infeliz, en una persona de un pragmatismo extremo, dispuesta a
cualquier cosa para progresar.
¿Cómo nace el personaje de
Carlos, un hombre tan depresivo sin una motivación a superarse?
Esta pregunta es clave. Toda
novela parte de una imagen. Así de simple. Y mi imagen
fundacional siempre fue, desde hace años: “el hombre solo”. Tal
cual el epígrafe de Teillier que puse en las primeras páginas:
“Un hombre solo en una casa sola (…) / No tiene deseos de dormir
o estar despierto / Un hombre solo en una casa enferma.” En el
año 1991, yo me encontraba cesante, no había logrado integrarme
a la reconstrucción democrática (como sociólogo). Nunca nadie me
llamó para colaborar, ni nada por el estilo. Entonces una tarde
en que me habían prestado dinero, compré algunas cosas para
comer y quizás de manera un poco irresponsable, dada mi
situación, me compré un libro. Me fui al Jaque Mate a leerlo y a
tomar una cerveza. Morir en Berlín, de Carlos Cerda. Y
observando por el ventanal a la gente muy formal, con uniformes
de trabajo, pensé: “estoy cagado, cesante, no sé cómo adaptarme
a esta nueva etapa”. Pero la vez también pensé que era capaz de
reflexionar no sólo sobre mí y mis incapacidades, sino también
sobre los demás, sobre aquellos que caminaban tan rápido y en
busca del éxito. Y ahí me dije a mi mismo: “bueno, estoy solo,
pero tengo algo que los demás no tienen o están perdiendo, la
reflexión, que como tú sabes es el espacio de la libertad por
antonomasia. De esa situación vivida y pensada como imagen nació
la novela. Ahora volviendo a Carlos, es cierto que no es un tipo
demasiado reflexivo, pero en su tensión interna tiende a pensar
y poner en duda su situación y a observar en algunos momentos a
los demás como seres extraños. Yo no diría que es un depresivo,
sino que más bien está choqueado, pero no por la represión o el
totalitarismo político que difícilmente es capaz de ver, sino
más bien porque no logra entender los cambios económicos, del
mercado laboral y no logra adecuarse a ellos. Es el típico
hombre que queda paralizado por no lograr comprender los
mecanismos del nuevo sistema y a su vez creer que solo él es el
responsable de su situación. Todos los personajes de la novela
están choqueados y responden de modo distinto al entorno y a
distintos elementos de él. Tal cual yo no comprendía el enorme
cambio de la lucha contra la dictadura a un sistema democrático
liberal. En cualquier caso, yo no soy Carlos ni ningún
personaje. Cada personaje es la suma de personas que he
conocido, pero también de personajes públicos. Es decir, cada
personaje es la sumatoria de muchas personas cercanas o no y
también son personas en sí mismas con sus características
propias que no necesariamente se basan en la realidad.
¿Crees que durante la época a la
que se remonta la Novela ocurrieron esos casos?
Esta pregunta está relacionada
con la respuesta anterior y te la voy a contestar a través de
una reflexión de Vargas Llosa en su libro Cartas a un joven
novelista: “Aunque el punto de partida de la invención del
novelista es lo vivido, no es ni puede serlo el de llegada. Éste
se halla a una distancia considerable y a veces astral de aquél,
pues en ese proceso intermedio —vaciado del tema en un cuerpo de
palabras y un orden narrativo—, el material autobiográfico
experimenta transformaciones, es enriquecido (a veces
empobrecido), mezclado con otros materiales recordados o
inventados y manipulado y estructurado —si la novela es una
verdadera creación— hasta alcanzar la autonomía total que debe
fingir una ficción para vivir por cuenta propia”. Esta respuesta
me parece central pues, por ejemplo, efectivamente muchas de las
escenas y personajes son recuerdos de mi niñez, sin embargo, tal
cual dice el autor citado, la novela es una invención que parte
de lo vivido y por lo tanto de casos reales, pero no se queda
allí. Ni podría hacerlo. Entonces dejaría de ser una novela es
decir una ficción. Al respecto y como anécdota, te puedo contar
que el momento del mayor quiebre positivo en la escritura de Los
Infelices, fue cuando me puse a pelear, literalmente, con un
personaje “oye, pero no puedes actuar así, no puedes ser tan
descarnado”. Es decir, el personaje había cobrado vida propia y
mi voz como autor no se podía ni debía hacerse presente
torciéndole las ideas y los actos.
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¿Crees que la situación que vivía
Chile llevaba a las personas a caer en una depresión tal que no
les permitiera a luchar por sí mismo por una mejor calidad de
vida o simplemente eran personas débiles incapaces de afrontar
la vida con entereza?
A pesar de que esta pregunta está
en parte contestada, te puedo decir que en el Chile de los 70
posterior al golpe, la gran mayoría de la gente, más allá de su
ideología, más que deprimidos quedaron tal lo cual afirmé antes,
choqueados. No se imaginaron jamás la violencia que se desató,
no se imaginaron jamás el cambio radical no sólo de la economía
sino de los modos de vida, no se imaginaron jamás los actos a
los cuales fueron de algún modo obligados, no se imaginaron
nada. Y en ese sentido, se convirtieron en personas debilitadas.
Hubo por cierto un segmento, que siempre existe, de refractarios
a todo ello, que tomaron la opción de la lucha frontal.
Militantes, familiares de víctimas de los derechos humanos,
etc., etc., etc. Pero la Novela no es sobre ellos. Aunque si
bien muestra a personajes, como el victimario que se convierte
en tal a partir de ser víctima y de haber sido duramente
castigado, hasta llegar al desquiciamiento o al profesional que
sufre el escarnio de la detención, se centra en víctimas de un
supuesto segundo orden. Digo supuesto, pues fue en realidad el
sufrimiento de la gran mayoría. Como el médico que pierde su
trabajo por sus ideas y le quitan lo más preciado, el poder
ejercer su vocación de médico público, como el tipo que durante
años había hecho esfuerzos por ascender en el trabajo con la
expectativa de estar décadas en el mismo lugar y se encuentra
botado en la calle porque su área de actividad ya no existe. O
la mujer que actúa amoralmente porque ve en la nueva etapa su
única oportunidad de un progreso individual que le había sido
vedado antes del golpe. En fin, la historia de chilenos y
chilenas comunes y corrientes que toman roles obligados por
circunstancias que quebraron todos los límites de la vida
nacional y por tanto personal. Con esto yo discuto la teoría de
Sartre o de Foucalt de que siempre se puede elegir. Creo que es
muy fácil decirlo como juicio académico, pero hasta el mismo
Sartre no fue capaz de elegir en la ocupación nazi. Más bien se
trató de adecuar y no de un modo tan heroico, pidiéndole a
Celine que intercediera por él para poder seguir publicando bajo
el régimen de Vichy. Es en suma también la tensión interna entre
una ética de la convicción y una ética de la responsabilidad. Es
decir, entre desplegar la disidencia total o ceder y conceder en
distintos grados, para poder no solo evitar ser asesinado o
torturado o fustigado, sino para quizás ilusoriamente seguir
haciendo una vida normal.
¿Qué esperas de las personas que
lean Los Infelices?
Saque 32 libros de prueba para
repartirlos a distintas personas y además envié la misma
cantidad en PDF. Las reacciones han sido muy positivas y a
partir de ellas te puedo contestar. Los lectores se han
entretenido, cuestión para mí fundamental que debe cumplir
cualquier relato. Por otra parte, la han considerado bien
escrita, es decir no como un texto que bajo una supuesta
experimentación esconde errores o baches. Por otra parte, muchos
lectores me han dicho que se han sentido atrapados o subyugados
por la historia. Otros, que vivieron la época, se han
angustiado. También muchos han alabado su visualidad, es decir
como un texto plagado de imágenes, quizás susceptible de ser
convertido en lenguaje fílmico. Por mi parte espero que haya
muchos lectores, es la pretensión de todo escritor, que su obra
sea muy leída, pero lo que más deseo es que sea leída en su
subtexto. Me explico, que sea considerada no una novela de
trinchera o la típica historia de denuncia de la dictadura, sino
más bien la historia de personas comunes y corrientes que han
perdido su libertad y su dignidad humana, frente al
totalitarismo, que siempre promete la belleza y termina
instalando el horror, considerando despectivamente no sólo a los
contrarios sino también a los propios y convirtiendo a adeptos y
disidentes en víctimas de ese horror construido desde el poder.
¿Qué opinas del Chile de hoy?
Chile vive una decadencia enorme.
Una decadencia cultural, no meramente educativa, sino de los
modos de vida. La novela muestra el germen de lo que se instaló
en Chile. Hoy no vivimos un régimen totalitario, pero las
personas, de cualquier signo ideológico actúan bajo la propuesta
cultural de lo que se construyó en 1973 y especialmente en los
primeros 5 años del régimen. Pero que eso haya sucedido, no es
sólo por la violencia y el terrorismo de Estado impuesto, sino
también porque cada chileno y chilena ya tenía en su seno, en su
interior, elementos muy sombríos que la dictadura fue capaz de
gatillar y despertar en cada uno. Nada externo, como acto, no
existe en lo interno. En ese sentido la novela pretende mostrar
nuestra identidad en el peor momento de nuestra historia
contemporánea. Por eso creo que el Chile de hoy, es el Chile de
esa época y el Chile de antes y de siempre. De una violencia en
subterfugio, de un individualismo endémico, de siglos. De un
cinismo ancestral. De un oportunismo exacerbado, de una ceguera
del otro. La Dictadura sólo le dio cauce a todo ello, pero no lo
inventó.
¿Con qué sueña hoy Fesal Chain?
Te voy a responder con un poema
de Nicanor Parra escrito para el Disco “Pichanga: profecías a
falta de ecuaciones” del grupo Congreso, un disco por lo demás
muy poco escuchado:
“Ya no sueño / ya no sueño
árboles, como antes / ahora sueño con partidos / de futbol y
países / enfermos de cólera. / Ya no sueño / ya no sueño
árboles, como antes/ ahora sueño con sesiones, plegarias y
despliegues / de tropas en el desierto. / A eso se reducen / mis
sueños ahora / a miserables programas / de televisión /
(incluidas las pausas comerciales) / Desastre total /desastre
total / desastre total, desastre total. |
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