EL PADRE. |
El padre brusco vuelve de sus trenes: reconocimos en la noche el pito de la locomotora perforando la lluvia el viento en una ráfaga entraba con mi padre y entre las dos pisadas y presiones la casa se sacudía, las puertas asustadas se golpeaban con seco disparo de pistolas, las escalas gemían y una alta voz recriminaba, hostil, mientras la tempestuosa sombra, la lluvia como catarata despeñada en los techos ahogaba poco a poco el mundo y no se oía nada más que el viento peleando con la lluvia.
Sin embargo, era diurno. Capitán de su tren, del alba fría, y apenas despuntaba el vago sol, allí estaba su barba, sus banderas verdes y rojas, listos los faroles, el carbón de la máquina en su infierno, La Estación con los trenes en la bruma y su deber hacia la geografía.
El ferroviario es marinero en tierra y en los pequeños puertos sin marina -pueblos del bosque-el tren corre que corre desenfrenando la naturaleza, cumpliendo su navegación terrestre. Cuando descansa el largo tren se juntan los amigos, entran, se abren las puertas de mi infancia, y destella el fulgor de los ojos del vino.
Mi pobre padre duro allí estaba, en el eje de la vida, la viril amistad, la copa llena. Su vida fue una rápida milicia y entre su madrugar y sus caminos, entre llegar para salir corriendo, un día con más lluvia que otros días el conductor José del Carmen Reyes subió al tren de la muerte y hasta ahora no ha vuelto. |
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