E C O S D E L A L M A
E L H I J O N O R E C O N O C I D O
D E V I C E N T E H U I D O B R O p o r E u g e n i o B a s t í a s C a n t u a r i a s |
Eugenio Bastías Cantuarias es Diplomado en Gestión Cultural, miembro de la Sección Folclore dependiente de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, aprendiz de mapudungun, encontrador de objetos perdidos y perdedor de objetos encontrados, aprendedor de viejos chuchetas y músico popular.
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Registrando en su primera página la fecha del 26 de octubre de 1911 y dedicado a su "niña del alma" (Manuela Portales Bello, quien sería luego su primera esposa), a quien le ofrece el autor los versos que contiene el libro por haber nacido éste "bajo el influjo de su mirada", la primigenia publicación del que fuera el pequeño dios creador de nuestra literatura, es una obra que después fue rechazada y negada por su propio padre. Razones hay muchas.
Huidobro se instaló en el parnaso chileno como uno de los cuatro grandes de la poesía nacional del siglo pasado. Rompió drásticamente con el canon modernista y del romanticismo decimonónico. Buscó ser coherente con la propia humanidad y se sumergió en las aguas profundas de la cultura latinoamericana, mestiza por excelencia, pero con una potente deuda con Europa, en un tiempo donde aún el eje cultural del mundo occidental giraba en torno a Paris. Huidobro también torció su destino de burgués banquero y mercader que le deparaba su origen familiar. No sólo privilegió lo nuevo y se exigió al máximo para correr cada vez más allá los límites de su cosmovisión poética, también fue un agente teorizador en todos los campos del arte. Tuvo la pretensión, como todo artista que se tenga en alta estima, de ser fundador de una escuela del arte poético, iniciador y núcleo de atracción para la juventud. Llegó, en su impulso vital y voraz por cambiar el mundo poéticamente, a militar en las filas del Partido Comunista. Precisamente él, un hijo de la rancia "aristocracia" chilensis.
Uno de sus biógrafos nos dice de este libro que "recogía sus composiciones escolares, y no tiene más importancia que la que le confiere la psicología adolescente que delata y la iniciación en la vieja y nueva retórica de clásicos y modernistas, bajo la probable dirección del profesor de Retórica del colegio donde estudiaba", el Colegio San Ignacio, establecimiento de los jesuitas de Santiago, a quienes posteriormente el poeta los hiciera víctimas de sus ácidas y constantes críticas. Sólo este profesor, el padre Rafael Román, a quien va dedicado un poema del libro que nos ocupa, se salvó de las iras de Huidobro. Ellas tuvieron una primera expresión en Pasando y pasando, libro publicado en 1914, escrito en prosa y de contenido autobiográfico, donde se revelaban aspectos considerados muy inconvenientes para la familia García-Huidobro Fernández, por lo cual la edición fue recogida casi por completo y quemada por su abuelo, Domingo Fernández Concha, al punto que ya casi no es posible hallar ejemplar alguno. |
En este momento inicial de su poesía, donde Vicente tiene dieciocho años de edad, evidencia estar completamente influido por lo más destacado de la poesía decimonónica, citando a lo largo de su trabajo a Heine, Bécquer, Prudhomme, Lamartine, Campoamor, Zorrilla, Poe. El libro incluye 45 composiciones escritas entre los años 1910-11, de los más diversos metros y formatos estróficos. Hay temas característicos del romanticismo, como las leyendas ambientadas en cementerios, bajo el manto nocturno, a veces en compañía de la luna, donde la soledad y la muerte son presencias siempre triunfantes. Se encuentran muchas composiciones religiosas que denotan la influencia de su profesor y su pasada por el colegio ignaciano, donde se dedica a exaltar la figura de la Virgen María. Como reflejo automático de esto último y debido al tremendo amor que el poeta siente por su madre, María Luisa Fernández, también dedica buena parte de sus motivos a destacar su relación con ella. Conocido es el caso de la señora Fernández reconviniendo a su hijo por su mala cabeza y sus locuras, remachándole que ella lo había criado no para que fuera Presidente de Chile, sino Rey.
Como decíamos, revisar este libro iniciático del llamado "padre del creacionismo" –denominación que no le acomodaba al poeta, ya que él se limitaba a responder que simplemente prefería la poesía nueva, toda aquella que fuese un paso adelante para el arte y que desechase todo lo viejo- es encontrarse con todos los tópicos y formatos estróficos vigentes en el novecientos: seguidillas de diversas combinaciones silábicas; cuartetos endecasílabos, dodecasílabos y hasta alejandrinos; versos de rima pareada; redondillas de diversos metros; versos de tirada larga, con rima en las líneas pares, al modo de los romances; el infaltable y clásico soneto; además, combinaciones de estrofas con distintos formatos dentro de un mismo poema, tal vez una insinuación de cambios en las atmósferas de cada composición y, también probablemente, como anticipo de los posteriores juegos visuales que el poeta entabla en su obra más resonante. |
Vicente Huidobro en 1896 |
Entre los títulos de los poemas que podemos hallar, y que nos remiten a las temáticas influyentes en su época, están: "Sáficos a la Virgen", "Otoñal", "A la Santísima Virgen", "La muerte del poeta" (tópico que el autor jamás abandonará, aunque a la manera nueva en que logró expresarlo), "El Cristo del monte", "Al cementerio", "Ojos de cielo" y, lo más diverso temáticamente respecto del resto del libro, el poema "La epopeya de Iquique", una larga composición en cuatro cantos, 49 estrofas y una Dedicatoria, dispuesta en diversos metros y formas estróficas, aunque la mayoría en cuartetos alejandrinos.
Y veamos algunos ejemplos, fragmentados todos ellos. Distintos sabores colores y olores nos sugieren estas composiciones, todas con el valor agregado de saber que son el punto de partida de un poeta como Vicente Huidobro que, aunque profunda e irrestrictamente rupturista con el pasado, también, podemos descubrirlo en sus Ecos del alma, algo le debe a él.
Entre las flores
Perdióse la pareja enamorada Entre el vergel risueño de flores; Iban ambos soñando sus amores Y mostrando su dicha en la mirada
Ella en el hombro de él iba apoyada, Y escuchaban los mágicos rumores Del agua de los bellos surtidores Y de la brisa tímida y helada.
Y entre aquella canción primaveral Del viento que susurra entre las hojas, Y la fuente en sus notas de cristal;
Entre aquella armonía de embeleso De las aves que cantan sus congojas…, ¡Se oyó cual nota musical un beso! |
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La muerte del poeta
Murióse el bardo, el de la lira de oro, El que cantaba trémulo de amor, De cuyas notas en raudal sonoro Se escapaba un gemido de dolor.
Murióse abandonado en su cabaña Porque el mundo jamás lo comprendió, Llamóle loco y en su fiera saña Sus ideales por tierra le arrojó.
Y fue una noche. El viento suspiraba Con dolorosa voz una elegía Mientras el pobre bardo agonizaba Descolorido el rostro, el alma fría.
En vano con su vista desmayada Busca aquella mujer que tanto amó. No está junto a él la prenda idolatrada Que en sus versos tiernísimos cantó.
¿Recuerdas? ¿Recuerdas? Con su dulce melodía Sollozaba Beethoven en el piano, Y evocado de nuevo por tu mano Más romántico y tierno parecía.
En el cielo contigo me sentía, Y ese llanto de notas tan lejano Despertó en mi alma un misterioso arcano: La diosa te creí de la armonía. |
Consuelo A un amigo
Oye, amigo, este consuelo: Desde que murió tu bella Cada vez que miro al cielo He visto que allá en su velo Fulgura una nueva estrella.
Una lágrima Una tarde sentados en el parque Hablábamos los dos, Hablábamos los dos cosas muy tristes De un desgraciado amor.
Rodó por tus mejillas una lágrima Que a nuestros pies cayó; Volví a aquel mismo sitio al otro día Temblando de dolor, Y vi maravillado que del suelo Creciendo iba una flor.
Bibliografía
Goic, Cedomil. "La poesía de Vicente Huidobro", en Anales de la Universidad de Chile, Año CXIII, Cuarto Trim. 1955, Nº 100, pp. 21-61.
------------------. "La poesía de Vicente Huidobro", en Anales de la Universidad de Chile, Año CXIV, Primer Trim. 1956, Nº 101, pp. 61-119.
Huidobro, Vicente. Obras completas, Tomo I. Santiago: Ed. Andrés Bello, 910 p.
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