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D A B S I N  -   D U B S I N

                          D Í A Z   V A R Í N   Y   N E R U D A


p o r   M a r t í n   H u e r t a

   

 

 

 

Martín Huerta es fotógrafo, escritor, encargado cultural del diario "La Nación" y amigazo nuestro.  El siguiente es un relato que aparece en su libro "La gran bohemia" y que muestra la relación de camaradería y respeto que existía entre dos inmensos escritores chilenos, Stella Díaz Varín y Pablo Neruda.

 


 

 

 

1954.

Cincuenta años de vida de Pablo Neruda.


 

 

Neftalí Reyes llegó al mundo, vía trauma uterino; por todos conocido.  Era el 12 de julio de 1904 en plena Belle Èpoque.

 

Casi cincuenta años más tarde; el 20 de junio de 1954, Neftalí ya no se llamaba Neftalí, sino Pablo.  Pablo Neruda; publica su libro Las uvas y el viento con la Elegía a Stalin y, talvez arrepentido de su veneración a Stalin, en un acto reparatorio, dona su biblioteca a la Universidad de Chile.

 

Reunidos en el Salón de Honor de la casa central, a la sazón regida por Don Juan Gómez Millas, Neruda dice: "En fin, es poco lo que devuelvo al patrimonio cultural de la patria.  Son cosas pequeñas e íntimas; universales del saber y atrapadas en el viaje del mundo.  Doy la belleza que me deslumbró y que desde hoy, pertenecerán a ojos nuevos".

 

¡Viva Pablo Neruda, mierda!, irrumpió una voz firme y ronca desde las primeras filas de la selecta concurrencia compuesta por los académicos de esa casa de estudios, connotados miembros de la Sociedad de Escritores de Chile, jurisconsultos y enviados culturales del Cuerpo Diplomático.

 

Era la voz inconfundible de la poeta Stella Díaz Varín.

 

La voz gangosa de Pablo Neruda le sugiere a Stella, a quien temía por sus exabruptos: ¡Cállate, mujer eléctrica!

 

Pasaba que la Stella había hecho una pasada –según ella- de reabastecimiento por Il Bosco y algo entonada, se permitía ciertas salidas de protocolo.

 

- Si no digo lo que siento –adujo después-, se me revienta la hiel...y ñau ñau.

 

 

 

A poco andar, la misma universidad quiso celebrar los cincuenta años de vida de Pablo Neruda y comisionó a la joven osornina Delia Domínguez, ahijada poética del vate para organizar las celebraciones...

 

La Delia se puso de tiempo completo a elaborar la estrategia de la festividad.  No todos los días cumplen cincuenta años los poetas –adujo.

 

Entonces, Delía Domínguez, comenzó con el listado de invitados, se reunió con la gente de la oficina de protocolo de la universidad, se ocupó de quienes servirían el vino y los canapés, se mandó a confeccionar un vestido de tono beige acorde a las circunstancias, mandó a cambiarle tapillas a sus zapatos de tarde y se acercó a la Sociedad de Escritores de Chile porque quería que algún poeta le dedicara un poema a Neruda.  En eso estaba, reunida con los mandamases de la SECh, cuando aparece Pablo y se impone de sus intenciones...-He decidido- dijo Neruda- que sea la Stella Díaz quien se encargue de eso.

 

Casi se le caen los calzones a la Delia.

 

Los viejos de la SECh pensaron que a Neruda se le habían perdido los kilates y trataron de hacerlo cambiar de opinión.

 

- ¿La Stella?...¿La misma que te aportilla todos los discursos?  Le preguntó Benjamín Edwards Bello.

- No tiene nada que ver –adujo Neruda- su calidad poética no va de la mano con sus exabruptos ocasionales.  Punto.

 

 

 

La noticia cundió en los ámbitos académicos e intelectuales de la ciudad y los comentarios afloraron: -Es que Pablo le tiene miedo a la Stella- aseguró Teófilo Cid- si no la invita queda la grande!

 

Delia se dio a la tarea de contactar a la poeta y como nadie sabía donde la Stella vivía; a consejos de Jorge Teillier la mejor hora para dar con ella era acercarse a Il Bosco, cualquier día a golpe de la media noche.

 

¿Qué irá a decir mi papá? –pensó la joven Delia Domínguez...¿Yo, tarde en la noche y visitando tugurios donde se bebe vino?

 

La pobre Delia se hizo acompañar por sus amigas Angélica "Queca" Matte y la "Panchita" Llona y tiritando de incertidumbre llegaron al Bosco.  Allí estaba la Stella enfrascada en una pendencia con el "Gato" Gamboa, periodista del diario Clarín.  Lo primero que la Stella dijo cuando las vio llegar fue: ¿Y esas beatas, qué hacen por aquí?  Las visitas se acercaron a la mesa para confesarle sus propósitos y la Stella se dirigió a los comensales:  -Tenemos visita de las monjas Carmelitas -  y solicitó un brindis por las tres.

 

Hemos venido –dijo Delia- porque Pablo Neruda cumplirá cincuenta años y ha querido que Usted sea quien enhebre un poema en su honor.  ¿Qué me dice? Solicitó Delia.

 

-"Dabsin, dubsin"

 

Y las muchachas salieron expulsadas desde Il Bosco ante el asedio de los contertulios y los efluvios alcohólicos y el humo del tabaco.

 

¿Qué diría con eso de "dabsin, dubsin" - se preguntaban las amigas.

 

 

 

Total que llegó el día de la celebración y de la Stella ni fulgores.

 

El salón de Honor de la Universidad de Chile estaba vestido de gala, la "Jovita" había barrido hasta el último rincón, los maestros habían reparado los hoyos de la alfombra, sacaron el polvo del estrado, desinfectaron las letrinas y se habían esmerado también en traer flores para los maceteros de los lados.

 

La universidad había querido que la celebración fuera a "todo chancho" e invitó a personalidades internacionales, tales como : el escritor Pablo Rojas Paz y María Rosa Oliver, argentinos; Jorge Amado y su esposa Zelia representando a Brasil; vino también Elbio Romero de Paraguay y la Embajada de Checoslovaquia envió a su poeta Jan Drda.

 

La cosa estaba para mayores.

 

Entre la sabrosa concurrencia se pudo ver a : Ángel Losada y Carlos Nascimento, editores de Pablo Neruda, al historiador Tomás Lago, a Benjamín Subercaseaux, a Ángel Cruchaga Santa María, Juvencio Valle, en fin, lo mejor de lo mejor de la intelectualidad.

 

¿Y la Stella?  Obvio.  No aparecía.

 

La Delia y el Rector Don Juan Gómez Millas sudaban petróleo porque aparecía su nombre en el programa y no era cosa de llegar y fallar ante tan notable concurrencia.

 

 

 

Quien presidió el homenaje fue el secretario de la Facultad de Artes Plásticas de la universidad Don Luis Oyarzún; quien dijo en parte de su discurso : La Universidad de Chile debería estar ciega y sorda si no se plegara a este homenaje...

 

Luego vino el discurso de la poeta argentina María Rosa Oliver.

 

Los acontecimientos se sucedían.  La Federación de Estudiantes de la universidad le otorgó flores y el Consejo Nacional Juvenil de Partidarios de la Paz le hicieron un simbólico regalo :  Una jaula dorada con dos palomas blancas.

 

A esta altura de la vida; La Delia, Luis Oyarzún y otros estaban en la vereda de la universidad esperando por la Stella.  La "Jovita", tuvo la triunfal idea de acercarse por Il Bosco y al rato llegó con la Stella.

 

Fue una pasada de reabastecimiento – confesó la Stella.

 

Entraron apresuradamente al Salón de Honor; con la Stella Díaz Varín enfundada en un traje negro y ésta con toda calma, cual diva que era, subió al estrado y se dirigió al homenajeado:

 

 

 
 

A Pablo Neruda y a todos los poetas que le anteceden y le "suceden"...

 

Un hombre frente al mar.

Un hombre caminando sobre el mar

Sobre su corazón

Camina cielo adentro

Sobrecogiendo al sol con su mirada.

Un hombre

Para quien todas las cosas

Son parientes lejanos.

Nacido de la luz y de la sombra

Con solamente aparentar tristeza

Mueve a risa

A quien tenga el placer de mirarlo.

 

Perseguido por las aves y por las fieras

Y pensar

Que sólo en su mano izquierda

Han crecido cien robles

Que para vivir un día de su vida

No hay clepsidra inventada

Ni medida de tiempo.

Él, con su corazón

Bajo los pies, sobre el agua,

Junta los cuatro puntos cardinales .

                                                           (extracto)

 

 

 

 

Con este poema cósmico, Stella Díaz Varín, "La Colorina" rendía tributo a su amigo.  Pablo Neruda había organizado una comida en "La Chascona", pero eso no sería posible sin antes dar una pasadita por Il Bosco.  En ese lugar, Neruda terminaría sobre una silla agradeciéndole a los muchos presentes que le escuchaban y aplaudían con un poema al Amor.

 

Luego del trago del estribo, Neruda con todo y comitiva abordó taxis que los llevaron a los faldeos del Cerro San Cristóbal; cuidándose que La Colorina no se diera cuenta de su partida.

 

No fuera a ser cosa que la Stella se uniera al grupo y dejara la cagada en "La Chascona".

 

Sin embargo la Stella igual llegó y ante sus potentes y roncos gritos llamando a Pablo Neruda, el vate envió a otras personas a detener a la Stella mientras él se escondía en alguna habitación.  La Stella, llevada por sus ideas como siempre y ante la argucia de Neruda, agarró a peñascazos la casa rompiendo las ventanas.