Raúl Alberto Montoya
Rodríguez es Psicólogo de la Universidad de la Sabana, Colombia.
Siempre me ha sido de gran duda lo referente al tema de la
poesía. En el colegio se aprendió más bien poco y en la adultez el navegar por la
literatura no hizo más que causar dudas ya que, por diversas
razones, muchas veces llegaba a poemas carentes de sentido,
pomposos y artificiales que lo ponían a uno a pensar si se era
muy tonto para no entenderlos o el poeta muy necio para
construir cualquier cosa y venderla como arte.
De dicho cuestionamiento parte la necesidad de diferenciar
poesía a poema, pues muchas veces se piensa que son iguales y no
es así. Si bien un poema esta lleno de poesía, una poesía no es
siempre un poema. ¿Pero entonces que es en si la poesía? La
considero como una expresión del
alma que busca retratar un fenómeno del contexto que la circunda
en algún tipo de lenguaje; es decir, una pintura,
una melodía
o
un
poema,
puede
ser
poesía
-‐De
allí
que
uno
pueda
hablar
de
<<un
instante
poético>>-‐
y
por
ende
debería
tener la
capacidad
de
conmovernos
en algún sentido.
Ahora bien,
en el caso del poema como expresión literaria, la poesía suele
tener métrica y aludir a metáforas profundas con distintas
figuras gramaticales
para lograr expresar lo percibido por el alma. Puede también ser
en verso libre -‐ mediocre
pero no
despreciable-‐
muy común
en los
amantes.
También
siempre
esta dividida en
versos. Puede tener distintas estructuras que, si bien no
siempre riman, si navegan en la profundidad de nuestro
ser.
Ya que es una
expresión del alma, los poetas suelen ser seres sensibles que,
parafraseando a Gastón Soublette, se convierten en profetas de
su tierra y su tiempo. Los cantores del alma de su nación. Así
lo fue Violeta Parra y Goethe por citar algunos conocidos,
empero existen poetas de poetas en infinidad de lenguajes. Por
ello, puede que una persona no sepa hacer poemas pero logre
imprimirle a una frase o acto todo su ser y marcarlo con ese
esfuerzo verdadero y sincero, volviéndolo ya bello y
poético.
Pintura de
Miguel Ángel Huerta
El
humano, como ser lleno de alma y espíritu debería ser
sensible a la belleza de la poesía y a su manifestación en
todo lo existente, pues la poesía es la caída de la hoja de
un árbol, el trinar de un pájaro o el sonido del silencio en
un llano; es allí, en la naturaleza, donde emergen sublimes
inspiraciones como las de Basho. Es la piedra angular que
luego se reflejase en el alma humana, para ser el cimiento
metafórico de la profundidad del hombre que se lee en
Tagore, Gilbrahn o en la potente Piedra infinita de
Ramponi.
Sin
embargo, en la actualidad la capacidad de vibrar o percibir
la poesía del mundo
mengua. Parafraseando a Cristián Warken, son
<<tiempos de indigencia>> para
el pensamiento
vivo, el cual es la manifestación de la espiritualidad del
hombre. Esta indigencia es una herencia de los movimientos culturales que
han marcado a la humanidad desde mediados del siglo pasado y
que la han llevado a una miopía para
ver el
alma de
las cosas,
dejándonos
inmersos en
lo
superficial del
consumo fácil, de
la frase armada, olvidable y repetida, que no se deja
contemplar y vivir. En la ausencia de tiempo para observar y
callar.
Es
precisamente esta sociedad de gente <<única y frágil>> pero
igual y fugaz, que no logra mantenerse por el tiempo necesario
en el sobrecogedor silencio del alma del mundo, que no pueden
contemplar siquiera la poesía más sencilla y magna: la de la
naturaleza. La velocidad de nuestros días nos lleva pues a
pensar que Benedetti es empalagoso y un atardecer una historia de instagram que raudamente desaparece en la visualización de la
pequeña pantalla.
Así es que
nuestro corazón ya no tiembla ante el monte verde y el magno
fluir de las aguas, no se deleita con los colores y las formas
de una danzante, no se detiene en medio de la multitud a oler o
mirar el cielo y ver que la poesía, aunque oprimida, sigue allí,
en cada esquina y alma envelada por el rabión y precipitado día
a día. Por ello, cómo Natalia Contesse, todos debemos hacer una
breve invocación a los poetas y a la poesía, detenernos a
contemplar y:
Que lleguen
por todas partes
Todas sus
plumas se abren
Que crucen
todas las puertas
(…)
En los
tiempos de miseria La poesía es asilo
Corta las
trampas,
Los hilos
alza las anclas que pesan |