JORGE
LUÍS BORGES
Nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra
el 14 de junio de 1986. Fue poeta, ensayista y cuentista.
JUAN
LÓPEZ Y JHON WARD
Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno
provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin
dudas heroico, de derechos, de agravios, de una mitología
peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y
de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba
las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en
las afueras de la ciudad por las que caminó Father Brown. Había
estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor a Conrad, que le había sido revelado
en una aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara,
en unas islas ndemasiado famosas, y cada uno de los dos fue
Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
JUAN
JOSÉ ARREOLA
Nació en México en 1918, figura clave de las letras
hispanoamericanas, es uno de los escritores más reconocidos en
el ámbito internacional; no sólo por su peculiar sentido del
humor y su habilidad para borrar las fronteras entre la realidad
y la fantasía, sino también por la precisión de sus metáforas.
Entre sus obras figuran: La feria, Palindroma; bestiario,
Confabulario y Varia invención. Muere en Guadalajara el 3
de diciembre de 2001.
CUENTO DE HORROR
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar
de sus apariciones.
TOPOS
Después de una larga experiencia, los agricultores llegaron a la
conclusión de que la única arma eficaz contra el topo es el
agujero. Hay que atrapar al enemigo en su propio sistema.
En la lucha contra el topo se usa ahora unos agujeros que
alcanzan el centro volcánico de la tierra. Los topos caen en
ellos por docenas y no hace falta decir que mueren
irremisiblemente carbonizados.
Tales agujeros tienen una apariencia inocente. Los topos,
cortos de vista, los confunden con facilidad. Más bien se diría
que los prefieren, guiados por una profunda atracción. Se les
ve dirigirse en fila solemne hacia la muerte espantosa, que pone
a sus intrincadas costumbres un desenlace vertical.
Recientemente se ha demostrado que basta un agujero definitivo
por cada seis hectáreas de terreno invadido.
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