E L C A N T A R D E L O S C A N T A R E S , L A B I B L I A Y L A C E N S U R A .
p o r H é c t o r Z a b a l a |
Héctor Zabala es escritor y jefe de redacción y diagramación de Revista SESAM (Sociedad de escritores de San Martín, Argentina) en cuya edición número 81, de mayo de 2008, apareció este artículo por primera vez. En esa publicación fue incluida una versión completa de la obra en estudio. Acá sólo transcribimos un capítulo para ilustración de nuestros lectores. |
|
Capítulo cinco de El Cantar de los Cantares. Se ha dispuesto el texto para su comparación según la versión de "El Cantar de Cantares" de Fray Luis de León (1), en octava rima, con la grafía del siglo XVI (2) y el "Cantar de los Cantares", de Casiodoro de Reyna (1569), corregida por Cipriano de Valerta (1602) con la grafía moderna. |
|
El Cantar de Cantares |
Cantar de los Cantares |
Capítulo
V
ESPOSO
Vine yo al mi huerto, hermana Esposa, y ya cogí mi mirra, y mis olores, comí el panal, y la miel sabrosa, bebí
mi vino, y leche, y mis licores:
venid, mis compañeros, que no es cosa, que dexeis de gustar tales dulzores: bebed hasta embriagaros, que es suave mi vino: el que mas bebe, mas le sabe.
ESPOSA
Yo duermo, al parescer, muy sin cuidado, mas
el mi corazon está velando:
la
voz de mi querido me ha llamado.
ESPOSO Abreme,
amiga mia, que esperando
está
la tu paloma este tu amado:
ábreme,
que está el cielo lloviznando:
mi
cabello, mi cabeza está mojada
de
gotas de la noche, y rociada.
ESPOSA Todas
mis vestiduras me he quitado,
¿cómo
me vestiré, que temo el frio?
y
habiéndome tambien los pies lavado,
¿cómo
me ensuciaré yo, amado mio?
Con
su mano mi Esposo habia probado
abrirme
la mi puerta con gran brio,
por
entre los resquicios la ha metido,
el
corazon en mí ha estremecido.
Levantéme
yo á abrirle muy ligera,
de
mis manos la mirra destilaba,
la
mirra, que de mis manos cayera,
mojó
la cerradura, y el aldaba:
abríle;
mas mi amor ya ido era,
qu'el
alma, quando abria, me lo daba:
busquéle,
mas hallarle no he podido;
llaméle,
mas jamas me ha respondido.
Halláronme
las guardas, qu' en lo obscuro
de
la noche velaban con cuidado:
hiriéronme
tambien los que en el muro
velaban,
y aun el manto me han quitado.
O
hijas de Sion, aquí os conjuro,
digais, si acaso viéredes mi amado, quán enferma me tienen sus amores, quán triste, y quán amarga, y con dolores.
|
Capítulo
5
1.
Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía. He
recogido mi mirra y mis aromas; he
comido mi panal y mi miel. Mi
vino y mi leche he bebido. Comed,
amigos; bebed en abundancia, oh
amados.
El
tormento de la separación
2.
Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es
la voz de mi amado que llama:
Ábreme,
hermana mía, amiga mía, paloma
mía, perfecta mía, porque
mi cabeza está llena de rocío, mis
cabellos de las gotas de la noche.
3.
Me he quitado la ropa; ¿cómo me he de vestir?
He
lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar? 4.
Mi amado metió su mano por la ventanilla,
y
mi corazón se conmovió dentro de mí.
5.
Yo me levanté para abrir a mi amado, y
mis manos gotearon mirra. Y
mis dedos mirra, que corría sobre
la manecilla del cerrojo.
6.
Abrí yo misma a mi amado; pero
mi amado se había ido, había ya pasado; y
tras su hablar salió mi alma. Lo
busqué, y no lo hallé; Lo
llamé, y no me respondió.
7.
Me hallaron los guardas que rondan la ciudad. Me
golpearon, me hirieron; me
quitaron el manto de encima los
guardas de los muros.
8.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si
halláis a mi amado, que
le hagáis saber que estoy enferma de amor.
|
|
1
Hay versos que en algunas copias presentan pequeñas
variantes, pero no los incluimos porque sería demasiado largo para
editarlos. 2
La grafía desde la época de Fray Luis de León ha variado,
producto de la evolución del español. Por ejemplo hasta el siglo XIX los
acentos no tenían una regla absolutamente estricta; de ahí las muchas
palabras graves con tilde terminadas en vocal,
S o N, cosa hoy prohibida.
Algo análogo ocurría con los vocablos agudos (corazon, jamas), con
muchos monosílabos (á, vén) o con determinados hiatos (vgr. envia en
lugar de envía). También que la interjección oh
se escribiera ó y que se
utilizaran muchas contracciones ya perdidas, como della
(de ella) o qu’en (que en). En
algunos casos se agregaban ciertas letras, como S antes de C (paresce) o C
antes de T (fructos) o bien existían ciertas permutas, como X en lugar de
J (debaxo) o Q en vez de C (quales). También se anteponía artículo al
demostrativo (el mi amado, la mi amada), etc. Algunos
vocablos del siglo XVI ya en desuso: aljorca = ajorca. ansí = así. atravancando = pasando deprisa. oya = oiga. raposa = zorro. reiletes = aritos. só = bajo.
Selección
de Isabel Llorca Bosco, Agustín Romano y Héctor Zabala. |
|
E l A u t o r . El texto se atribuye a Salomón,
tal como muestra su primer verso. Este rey hebreo (circa siglo XI - X a.
JC) fue quien construyó el primer templo dedicado a Jehová 1
en Jerusalén y gobernó el mayor territorio a que alcanzaron los judíos
antiguos como nación organizada.
Co
Poseedor de enormes riquezas, Salomón
supo también tejer alianzas con muchos reyes vecinos, garantizadas
mediante sucesivos enlaces matrimoniales con princesas y mujeres nobles de
dichos reinos. Se dice que hasta la hija del Faraón fue una de sus tantas
esposas.
Según el profeta Jeremías en el Primer Libro de Reyes y el escriba Esdras, a quien se le atribuyen los de Crónicas (I y II), Salomón fue famoso por su sabiduría y ecuanimidad, tanto en sus funciones de rey como en las judiciales. |
Hombre ilustrado, se interesó por
las ciencias –habría sido autor de un libro de botánica que
lamentablemente se perdió– pero en especial por sus conocimientos
literarios. Se le atribuyen varios textos de la Biblia, a saber: Eclesiastés,
El Cantar de los Cantares, gran parte del libro de Proverbios
(unos treinta capítulos sobre un cúmulo de treinta y dos) y un Salmo
3. No faltan quienes le atribuyen también el libro Sabiduría
(deuterocanónico para el catolicismo y directamente apócrifo para judíos
y protestantes), pero esta autoría es cuanto menos muy dudosa 4.
Pese a todas esas expresiones de
alabanza al dios verdadero, según gustaban llamarlo los judíos antiguos,
hacia el final del reinado su celo a Jehová se entibió y terminaría
mezclando dicha devoción con las ofrecidas a deidades extranjeras; las
muchas que introdujeron en el país sus muchas mujeres. Para entonces los
textos bíblicos aseguran que este gran rey tenía unas mil concubinas y
unas trescientas esposas. Realmente el hombre no era partidario de la
monogamia.
Después de la muerte de Salomón, su
hijo Roboam –mal aconsejado por algunos jóvenes de su corte– pretendió
mantener los altos impuestos que creara su padre y el reino se escindió
definitivamente, quedándole al legítimo sucesor solamente las tribus de
Judá y la más pequeña de Benjamín. El resto de las tribus hebreas (las
diez del norte) eligieron como monarca al caudillo Jeroboam, quien organizó
el reino de Israel, nombre que lo diferenciaría del reino del sur o de
Judá. No sería temerario decir que aquí comienza la decadencia política
del antiguo pueblo hebreo, pues nunca más lograron unificarse. 5
L a O b r a .
El nombre de El Cantar de los
Cantares (Schir hasch-Schi-rím, en hebreo; o Canticum
canticorum Salomonis, según la Vulgata Latina), y en el sentido de
canción superlativa, proviene de su primer verso. Al parecer fueron los
copistas antiguos quienes le pusieron nombre al libro, porque los hebreos,
como tantos pueblos de la antigüedad, generalmente no titulaban sus
obras, aunque nadie desconocía de qué se trataba y quizás por eso
mismo.
Los antiguos tampoco numeraban párrafos
ni frases para que sirvieran de referencia rápida. Fueron los masoretas
6 quienes dividieron la Biblia en versículos. Ellos también
agregaron puntos vocálicos y signos de acentuación al antiguo texto
hebreo, exclusivamente consonántico y de abreviatura frecuente. Hasta
entonces era el lector, según su cultura, quien debía agregar las
vocales al pronunciar cada palabra.
La partición en capítulos es de
tiempos más modernos; se debe a un impresor, Robert Estienne (o Estéfano),
quien en 1553 editó la Biblia completa tal como se la divide y conoce
actualmente.
El
Cantar de los Cantares
trata del intento frustrado del rey Salomón –soberano magnífico en
riqueza y sabiduría, quien llegó a impresionar a la mismísima reina de
Saba 7– por seducir a una simple campesina de quien se enamoró.
A la chica nada le importaría que él fuera un rey prestigioso, respetado
hasta por el propio Faraón y por cuanto sujeto anduviera gobernando por
el vecindario político, que por entonces ya tuviera sesenta reinas y
ochenta concubinas, que paseara en litera dorada y púrpura y que le
prometiera el oro y una vida de novela. Ella sólo amaba a su hombre, un
simple pastor. El muchacho parece que sin corona ni fama ni muchos siclos
de plata en el bolso, igual se las traía. |
C e n s u r a d e l a O b r a .
Más allá de lo bello de este texto
–incluso parece que en hebreo su poesía es superlativa 8–,
creo que El Cantar es otro ejemplo más de la inutilidad y
estupidez (aunque peligrosa) de la censura, la haga quien la haga. Y digo
inutilidad y estupidez porque si usted quiere que algo se difunda,
entonces empiece por prohibirlo.
La versión El
Cantar de Cantares (escrito así, sin el artículo los), de Fray
Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1528 – Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591)
le trajo enormes problemas a este gran literato. Él la tradujo al
castellano por los años ‘60 del siglo XVI, sin intención de
publicarla, tras el pedido de una monja y prima suya que no sabía latín.
Si bien la bellísima traducción de
Fray Luis parece un tanto libre y quizá acentúa ligeramente el erotismo,
el problema esencial no fue ese. El verdadero delito de nuestro héroe
fue que partió de textos hebreos en lugar de la aceptada y posterior
versión latina de la Vulgata de Jerónimo de Dalmacia. Al poco tiempo de
traducida, un familiar de la religiosa hizo circular este texto privado a
partir de unas copias hasta que –conocido el asunto– la Inquisición
detuvo a Fray Luis en 1572, junto a otros dos hebraístas, tras la
denuncia de un rival religioso. Como vemos, el tema no pasó tanto por lo
técnico sino por lo político, lo jurídico-religioso y quizá hasta por
la envidia, que, como Dios mismo, parece eterna.
Las acusaciones fueron graves. La jerarquía católica había prohibido que se hicieran traducciones de la Biblia (de toda, no sólo de El Cantar de los Cantares) a lengua vulgar, cuestión confirmada por el accidentado Concilio de Trento (1545-1563). Fray Luis no sólo había desdeñado la Vulgata como base, lo cual presuponía una falta de fe absoluta |
en el texto sagrado y consagrado
oficialmente por la alta jerarquía eclesiástica, sino que con esto
violaba además el juramento de obediencia. La ascendencia judía de Fray
Luis, por otra parte, empeoraba la cosa al predisponer a los inquisidores.
Tampoco le fue de gran ayuda su rango de profesor de la Universidad de
Salamanca, ni que fuera un hebraísta notable; lo más seguro es que al
principio hasta le jugara en contra.
Felizmente tanto para él como para
los amantes de la literatura no fue condenado, si bien no pudo salvarse de
unas largas vacaciones en prisión, cosa que aprovecharía para escribir
una obra importante, Nombres de Cristo. En aquel tiempo, en que según
parece primero decidían la condena y recién después se dignaban a
comenzar los interrogatorios, el asunto hubiera podido llegar a mucho peor
término, como seguidamente veremos en otros casos no tan felices.
C e n s u r a s a l a B i b l i a .
El caso de Fray Luis de León no fue
único ni la censura de traducir la Biblia se limitó sólo al castellano.
Antes de fines del siglo XIV, los
censores estaban tranquilos porque no sólo el El Cantar de los
Cantares sino la Biblia en su conjunto era de muy difícil
acceso para la gente común 9. Las razones eran varias.
Para empezar, la gran mayoría de la
población no sabía leer. Eso permitía que quienes estaban en posición
de leerles desde un púlpito tenían libertad de elegir qué leerles y qué
no. En segundo lugar, la única traducción editada de la Biblia fue
durante siglos la Vulgata Latina 10. Pero caído
el Imperio Romano (476 d. JC), el latín vulgar fue derivando poco a poco
en las lenguas romances, que después se conocerían como castellano,
portugués, francés, italiano, rumano y varias otras; al punto que muy
pronto fue imposible para la gente común entender el latín. Por aquellos
tiempos sólo los muy cultos y adinerados accedían a su aprendizaje.
Todavía peor estaban los pueblos eslavos y germanos, cuyas lenguajes eran
ajenos casi por completo al idioma latino.
No extraña entonces que de un pueblo germánico saliera un grito de libertad de imprenta, aunque paradójicamente sea el idioma inglés el más relacionado con el latín dentro del contexto de las lenguas del norte europeo. Un profesor de Oxford, John Wycliffe (1320?-1384), inició el arduo trabajo de traducir la Vulgata al inglés, cosa que estaba prohibido, pero que igual culminó hacia 1382. No fue declarado hereje pero el asunto no gustó nada. Sus ideas fueron declaradas herejes por un sínodo local aunque en principio no pasó de ahí. En realidad salvó su vida por razones políticas y por sus buenos contactos, tal como dice el Martín Fierro respecto del palenque y la picazón de espalda. Por si acaso, no les dio demasiado tiempo a sus perseguidores al morir de un infarto apenas dos años después. Lo que el pobre John Wycliffe no pudo impedir fue que el Concilio de Constanza (1416) lo declarara hereje y ordenara la quema de sus libros así como la de su cadáver. Sus huesos fueron exhumados en 1428 y quemados en la hoguera, para después tirar sus cenizas al Támesis como señal de castigo pos mórtem por la “herejía” de traducir las Santas Escrituras. Y pensar que hoy nos quejamos de alguna respuesta enojosa que un funcionario somnoliento de cualquier país occidental le haga a la prensa. |
El problema era que
la jerarquía católica se encontraba en un difícil brete allá por los
siglos XIII al XVI. Por un lado no podía decir abiertamente que no
deseaba que la Biblia se tradujera a lenguaje corriente, pero por otro no
podía permitirlo ante las evidentes contradicciones (aparentes o ciertas)
que ya se percibían entre las doctrinas bíblicas primitivas y las
tradiciones de quince siglos de eclecticismo religioso. Por otra parte, a
partir de las
noventa y cinco tesis de Lutero (1517) la reforma protestante empezó
a ganar cientos de miles de adeptos en países de habla germánica y en
Francia.
En 1536 William Tyndale
sería víctima de la hoguera por haber traducido y publicado gran parte
de la Biblia al idioma inglés (1525) a partir de textos hebreos, arameos
y griegos, es decir de sus lenguajes originales, según el texto de que se
trate. Aunque parezca absurdo, así eran las cosas en aquella época. Por
supuesto, los cargos inquisitoriales fueron otros, pero a pocos
historiadores les cabe duda de que la principal razón fue esa, sumada al
carácter levantisco de este buen inglés. 11
Estos fueron, entre otros, los
motivos de lo que se conoce en la historia como la Contrarreforma,
que endureció las persecuciones hacia los cristianos disidentes y suprimió
casi toda libertad de imprenta, si es que en algún momento la hubo
realmente por aquellos años. Es común encontrarse en las primeras hojas
de los libros de ese tiempo (y aun hasta varios siglos después) con el imprimátur;
es decir con la necesaria autorización de algún funcionario eclesiástico
para que el texto pudiera editarse.
La primera Biblia traducida por completo al idioma castellano y editada masivamente fue obra de Casiodoro de Reina (1520?-1594), monje jerónimo quien, perseguido por la Inquisición, abandonó España y terminó siendo protestante. Logró imprimirla en 1569 en Basilea, Suiza. Se la conoció popularmente como la Biblia del oso, |
por tener una figura de ese animal en la tapa. También es autor de un
libro contra la inquisición de entonces. Su compañero de monasterio
12, Cipriano de Valera
(1532-1602), quien también fuera perseguido por los inquisidores, corrigió
esta versión, trabajo que pudo finalizar poco antes de su muerte, que
ocurrió en Londres, Inglaterra, país donde también tuvo lugar la edición.
En la versión de Valera se
suprimieron los libros de Tobías, Judit, Macabeos
I, Macabeos II, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc,
así como la Historia de Susana y la Historia de Bel y el dragón,
ambos del libro de Daniel, y los Capítulos 11 al 16 del libro de
Ester, por no haber sido nunca considerados canónicos por los antiguos
hebreos y muy dudosos por los primeros cristianos. Estos textos habían
sido confirmados como deuterocanónicos por el catolicismo romano durante
el Concilio de Trento. 13
Habría que esperar hasta fines del
siglo XVIII para que la Iglesia Católica autorizara la edición de una
Biblia completa en castellano. Se trata de la versión de Felipe Scío
de San Miguel, obispo de Segovia, publicada en 1793, en Valencia,
y traducida desde la Vulgata por encargo del rey español Carlos IV.
L a O p o r t u n i d a d P e r d i d a .
Lamentablemente por las mezquinas
cuestiones político-religiosas de aquel siglo XVI, a que ya se hizo
referencia, el idioma castellano perdió la gran oportunidad de que
tengamos traducida toda la Biblia (o al menos el Antiguo
Testamento) por un hombre de la talla de Fray
Luis de León; hombre en quien se reunían los profundos conocimientos de los
lenguajes originales y el exquisito sentido artístico del literato
eximio. No hay más que leer los diez o veinte primeros versos de su
estupenda versión de la izquierda y compararla con la de la derecha para
entender lo que hubiera sido si este gran escritor hubiera gozado de
libertad para hacerlo.
Es más, no sólo nuestro idioma,
sino la propia Iglesia perdió una herramienta inmejorable de difusión
doctrinaria, que probablemente hubiera promovido el interés de mucha más
gente que la que hoy se acerca a pálidas versiones castellanas, cuando no
poco entendibles o sin gracia.
¿Tendremos semejante oportunidad
otra vez? |
|
1
El
nombre propio Jehová es traducido también como Yavé, Yaveh,
Yaweh, etc. porque corresponde al Tetragrámaton, cuatro letras hebreas,
todas consonantes, pues los antiguos hebreos no hacían referencia alguna
a las vocales. El Tetragrámaton está formado por las letras Yod,
He, Waw y He, equivalente a YHVH o YHWH o JHVH o JHWH, salvo que en hebreo
(como en todos los idiomas semitas) las palabras se escriben de derecha a
izquierda.
2
Jerónimo
de Dalmacia es conocido entre los católicos como San Jerónimo.
3
El
salmo compuesto por Salomón es el Salmo
72.
4
Si
bien en el inicio de uno de los capítulos se hace referencia a la autoría
de Salomón, los antiguos judíos no lo consideraban obra de este rey.
Incluso, el libro Sabiduría nunca formó parte del canon
hebreo ni del cristianismo primitivo. Recién se lo declara canónico en
el Concilio de Nicea del año 1564, año en que lo incorpora a la Biblia
el catolicismo romano junto con otros seis libros y algunos textos de
dudosa atribución al profeta Daniel. Reconocidos autores como Agustín de
Hipona (san Agustín) y Jerónimo de Dalmacia (san Jerónimo) tampoco
consideraron que Sabiduría hubiera sido escrito por Salomón y jamás
aceptaron su carácter sagrado.
5
Estos
dos reinos sucumbieron unos cuatro siglos después del reinado de Salomón.
El de Israel, a manos de Salmanasar IV, rey de Asiria, quien a
continuación de la toma de Samaria, su capital, deportó en masa a la
población israelita (esto dio origen a lo de las diez tribus perdidas)
y trajo inmigrantes al distrito samaritano. Casi un siglo y cuarto más
tarde Nabucodonosor II, rey de Babilonia, deportaría a su vez a buena
parte de la población de Judá y Benjamín, cuando los
asirios ya habían desaparecido de la historia. Nuevos levantamientos judíos
contra Nabucodonor hicieron que éste destruyera Jerusalén y su templo,
pasados unos diez años desde la primera deportación del rey caldeo. Una
vez liberados por el rey persa Ciro el Grande, tras unos setenta años de
cautiverio en Babilonia (c. 538 a. JC), los judíos volvieron a reedificar
Jerusalén, pero ya nunca más gozarían de real independencia. La vuelta
a casa en épocas de Ciro el Grande influyó en que sus nuevos vecinos
samaritanos adoptaran el judaísmo, aunque sólo a medias. De ahí que los
hebreos de tiempos de Jesús de Nazaret (unos cinco siglos más tarde)
todavía consideraran a los samaritanos como extranjeros, tanto por su
origen como por su heterodoxia religiosa. La segunda destrucción de
Jerusalén tuvo lugar en el año 70 d. JC por Tito Vespasiano, por
entonces general de su padre, Flavio Vespasiano. El pueblo judío se salvo
de la total destrucción gracias a la diáspora (comunidades judías en
diversas ciudades foráneas) que entretanto se venía produciendo por todo
el Mediterráneo.
6
Los
masoretas fueron judíos copistas que sucedieron a los soferim en
la era cristiana y hasta el siglo XI aproximadamente.
7
Saba
era el actual Yemen, sur de la península Arábiga.
8
Al
menos así le pareció al rabino Akiba (siglo I d.JC) quien dijo del El
Cantar de los Cantares: “El mundo entero no era digno del día
en que esta Canción sublime le fue dada a Israel”.
9
Una
de las causas de que se salvara la Biblia se debe a que los textos
del Antiguo Testamento fueron transcriptos con una voluntad encomiable
siglo tras siglo. En efecto, pese a pequeños errores que pudieron
cometer, los copistas hebreos mantuvieron un gran celo al no dudar de la
santidad del texto. Alguien que coadyuvó también a conservar la Biblia
fue Jerónimo de Dalmacia, quien sin lugar a dudas fue un hombre muy
honrado. Cuando un Papa del siglo V le solicitó llevar a cabo la
recopilación de los textos bíblicos, el espíritu científico de este
noble fraile, que indudablemente buscaba la verdad por sobre toda otra
cosa, hizo que tradujera cuanto texto hebreo encontró relacionado con la
historia sagrada del antiguo Israel, así como griego del cristianismo
primitivo. Incluso hasta varios rollos que los antiguos siempre
consideraron apócrifos, si bien dejó constancia de este hecho.
10
Existen
algunas pocas traducciones parciales de la Biblia a idiomas romances que
datan del medioevo, especialmente durante el reinado de Alfonso X, el
sabio (1252-84). Estas traducciones directas del hebreo fueron costeadas
en su mayoría por nobles castellanos para uso particular, aunque de
ninguna manera se difundieron masivamente. En 1430, Don Luis Guzmán,
Maestre de la Orden de Calatrava, encargó a Moisés Arragel, de
Guadalajara, la traducción del Antiguo Testamento, cosa que este rabino
cumplió en 1433. El manuscrito, ornamentado por los franciscanos de
Toledo, no se aparta de la Vulgata, salvo cuando hay evidentes diferencias
con los textos de lengua hebrea. Esta versión desapareció con la expulsión
de los judíos de España en 1492 y reapareció en 1622 en la biblioteca
del Palacio de Liria, residencia del Duque de Alba; de ahí que se la
conozca como Biblia de Alba.
11
Se
dice que, en medio de una disputa con un clérigo prominente, William
Tyndale
(1495?-1536) le habría dicho: “Si Dios me da vida haré que el
peoncito que guía el arado conozca las Escrituras mejor que tú”,
aunque hay historiadores que atribuyen la frase a John Wycliffe. De
todas formas, no cabe duda que al valiente Tyndale no le importó exilio
ni una muerte ignominiosa con tal de cumplir su objetivo.
12
El
monasterio era el de San Isidro del Campo.
13
Los
judíos, por su parte, jamás reconocieron como canónicos los veintisiete
textos, entre libros y epístolas, del Nuevo Testamento, es decir
desde el Evangelio de Mateo al Apocalipsis. |
|