BERNARDO  CHANDÍA  FICA  (1965-2001)


Por Enrique Pezoa Vega.

 

No quiero agobiar al lector con el curriculum vitae de Bernardo Chandía Fica, otros se encargarán de escribirlo.

 

Sin embargo, y contradiciéndome, puedo decir de él:

 

Bernardo fue director y colaborador de la Sociedad de Escritores de Chile.  Colaborador del periódico El Siglo.  Sus trabajos han sido incluidos en revistas y antologías de Chile y del extranjero.  Entre sus libros publicados figuran: Nadie Está a Salvo (1992);  Furo el Poeta (comic, 1993);  Último Barrio (1995); Evocaciones de un Dios Cansado (1998);  Las Azoteas del Miedo (1999); Bitácora de los Vencedores (2000).   Recibió el premio Fundación Pablo Neruda en 1999.

 

Sólo puedo agregar íntimamente, parafraseando al poeta lusitano Fernando Pessoa, que hay dos fechas:  la de tu nacimiento y la de tu muerte, todos los demás días son tuyos.

 


EN EL PRINCIPIO.


 

Inclinen la cabeza, nos decían,

saluden a los perfectos,

a los dueños del fuego y la tierra,

glorifiquen a quienes

nos protegen del hambre y del caos.

 

Pero sólo querían nuestra inocencia.

 

Lo verdaderamente original

era morir de un violento amor

y vivir amaestrando sombras.

 

 

ÚLTIMO BARRIO.


 

Fuimos los últimos

y debemos agradecer.

 

Los últimos 

en jugar a la pallalla

en estirar nuestras manos

para medir la cuarta.

 

El sueño de Ícaro

brillaba en nuestras pupilas,

la espera de la nieve

nos hacía impacientes.

 

El tombo,

la pinta

y la escondida,

patadas y combos

en la pichanga.

Últimos de pandilla sana,

construimos carretones blindados,

soñamos con zapatillas de moda.

 

Y no debemos ilusionarnos.

Atrás nadie viene,

nadie nos sigue los pasos

excepto un leve zumbido

que se acerca y se aleja,

cauteloso,

esperando.

 

(Del libro Último Barrio)

 


 

RABIA.


Rabia turbia de intestinos y huesos

cayendo como río por las narices,

levantando labios,

sacando afilados dientes,

rabia de perro maltratado

de paloma hambrienta.

Rabia muerta y resucitada siempre

que no tiene fin porque es de adentro

con sangre en los dedos, en la frente,

rabia por no tener más rabia

y estrangular el silencio.

 

Vivir pero vivir con la rabia más violenta

trizar vidrios

torcer la espalda

hacer doler el cerebro.

Una rabia puta

acostándose con otras rabias

deshaciendo catres y colchones grasientos.

 

Rabia transpirada gota a gota

para beberla

con la sed de todos los amigos.

Arcada rabiosa por los besos equivocados,

las fingidas caricias,

los amores tibios,

eso, una rabia hermosa y desquiciada

por ser la mejor rabia

la valiente que saca aplausos

recordándome a cada momento

y en cualquier instante

que soy digno para seguir viviendo.

 

 

SON SÍLABAS ABIERTAS

TUS PALABRAS.


 

A veces la ilusión espera años

para que un buen día la aprieten

como una polilla entre los dedos.

 

(Del libro Evocaciones de un Dios Cansado)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LOS NORMALES.


 

A quién se le ocurre

que luego de dos semanas

de tanta noche larga

y días cortos

de tanto vino

y pan amasado

todos volveremos

a ser normales.

 

 

CANSANCIO.


 

Llega un momento

en que nos dicen viejos

necesitamos ayuda sicológica

prepararnos para la muerte:

los brazos cansan

duelen las piernas

estamos solos.

 

Nadie imagina lo terrible

de ser viejo antes de ser joven.

 

 

VETERINARIOS.


 

Si fuimos la generación castrada

hay que reconocer que muy mal

nos castraron.

 

Pudimos ser mansos como bueyes

o arremeter como toros

buenas razones tuvieron

para temernos.

 

 

PARA TERMINAR.


 

No nos enseñaron a pedir limosna

hubo que aprenderlo

y toser con fuerza entre harapos.

 

Luego

sonreír para la fotografía

agradecer la pensión de gracia

y sobrevivir esperando la muerte.

 

(Del libro  Nadie Está a Salvo)

 


 

Cómo evitar que sufras, Bernardo.  Acaso pidiendo prestadas escaleras a una saeta popular.   Tomo tu mano en silencio.   No puedo desde mi mortalidad sentir en mis entrañas algo de tu sufrimiento.   Toda la ciencia de los hombres no pudo con una muerte demasiado joven que se enamoró de ti, poeta.