Los Jóvenes del '38

Conversación con Gonzalo Rojas y Volodia Teitelboim.

Registrada en noviembre del 2000 en la 20ª Feria Internacional del Libro de Santiago.


 

Gonzalo Rojas :  Me abruma hablar del '38.  Se ha escrito tanto ya.  Pero recordemos algunas cosas muy conocidas:

 

En 1958, es decir  cuando los jóvenes de esa generación contaban con 20 años más, decidimos vernos la suerte entre gitanos en Concepción a orillas del río Bio-Bio y nos reunimos en un encuentro nacional de escritores para revisar las cosas que habíamos proyectado o semi proyectado (ya que no era una gran cosa lo que habíamos visualizado en ese momento).  Concurrieron una veintena de escritores de ese trazo, unos diez injertos inmediatamente posteriores, de la generación del '50 o algo así y uno que otro espigado de la promoción anterior, como Humberto Díaz Casanueva.  Allí tratamos de poner en práctica un ejercicio dialogante en un mundo desdialogado como era entonces Chile y como sigue siéndolo en gran medida.

 

El '38 fue un año sintomático y crítico como ninguno, necesario en nuestro proceso cultural y no el año '42 como dijera por ahí alguno de los letrados.

 

Históricamente,  asume el poder el Frente Popular; de telón de fondo está la Guerra Civil española que estaba ardiendo hace un par de años; se alcanza a olfatear la Segunda Guerra mundial y hay un proyecto de mudanza de la economía nacional desde la agraria a la semi industrial.

 

Volodia Teitelboim :  Nosotros no teníamos para ser elegantes, éramos pobres de solemnidad y también gozosos, porque a los veinte años el dinero no interesa en absoluto, sobre todo si se tienen sueños.  Éramos provincianos: Gonzalo Rojas venía de Lebu y yo de Curicó.  No teníamos un centavo.  En Santiago vivían 600.000 habitantes, ni siquiera tomábamos tranvía, era la gran crisis del '29 al '31.  Lo pasábamos mal;  vivíamos en pensiones misérrimas, a veces dormíamos en el suelo, pero cerca de la universidad y éramos felices porque estábamos cambiando el mundo.  

 

Esa generación del '38 fue marcada por la historia y la historia era la de un mundo que estaba crujiendo.  La mayor crisis económica, política y social que se vivió en el siglo XX, que partió en Estados Unidos, se extendió por América Latina y llegó a Chile.  Arruinó completamente el país:  el producto de exportación era casi exclusivamente el salitre y se cerraron todas las oficinas salitreras, por lo tanto, cientos de pampinos se quedaron enganchados, ellos que habían venido del centro del Norte Chico, tuvieron que volver a sus hogares y ni siquiera tenían un trozo de pan para comer.  Estallaron las enfermedades de la miseria, sobre todo el tifus exantemático, la gente moría todos los días.  Por entonces llegué a Santiago, con sueños inmensos que se sumaron a los deseos de cambio social que se sentía en todas partes.  Al mismo tiempo, yo tenía el sueño de la poesía.

 

A es altura, en mi adolescencia, ya me había recibido de poeta sin sueldo por haber sido premiado en los Juegos Florares de la  Fiesta de la Primavera, y también había obtenido mi título de agitador político, ya que a los 15 años, en Junio de 1931, me había subido a un banco de piedra en la Alameda de Curicó e hice mi primera arenga.  Era un tiempo en que los estudiantes se habían tomado la Universidad pidiendo la renuncia de Carlos Ibáñez del Campo, que era un dictador militar.  Hablábamos de libertad y democracia, palabras que siempre me han interesado.  O sea, tenía dos pequeños sueños :  cambiar el mundo y cambiar la poesía.

 

Mucha gente pensaba como yo.  No eran tiempos de sumisión ni de indeferencia social, lo que se estaba viviendo hacía que la gente quisiera cambiar de vida y por eso esa generación fue empujada por la historia hacia la revolución, pero habían dos elementos importantes :  esta revolución no sólo debía ser social y política; también quería ser una revolución intelectual y artística tal como se estaba produciendo en el mundo entero.

 

Yo nací cuando la Primera Guerra mundial sangraba a Europa y había triunfado la Revolución Rusa.  Cuando se declaraba el quiebre de todas las formas artísticas prevalecientes en ese tiempo;  estallaba el Cubismo;  revolución en la pintura;  revolución en la música con Stravinsky  y con el Atonalismo; revolución en la danza...eran los tiempos que todavía estaban marcados por la teoría de la relatividad, el Freudismo, el psicoanálisis.  Todo estaba en crisis y nosotros éramos los tocados por ese nuevo ambiente y queríamos traerlo a Chile.  Entonces, de repente el año 1932, nos encontramos con el plenipotenciario de la vanguardia, de la revolución estética europea, que venía llegando directamente del viejo continente envestido con plenos poderes, era Vicente Huidobro quien nos reclutó a Eduardo Anguita y a mí para que fuéramos sus escuderos a fin de provocar un terremoto en la literatura chilena y destruir a las bestias sagradas para hacer la poesía de nuevo.  

 

De allí nació esa aventura desmesurada, irrespetuosa e irreverente que fue la antología de la poesía chilena de 1935, en donde tuvimos la increíble tupé de no incluir a Gabriela Mistral, lo que significó el triunfo total de la injusticia y del desafío.  Como dijo en su época, fusilándonos, Alone en el diario La Nación :  estos dos jovencitos que son dos preciosos ridículos, toman medidas muy anticipadas para entrar a la inmortalidad.  Y no dejaba de tener razón.

 

Gonzalo Rojas : En ese año de 1935, yo estaba en Iquique, en la calle Vivar,  y me encuentro con un libro  de formato mayor, de letras de cierto punto que era esta Antología de la Poesía Chilena Nueva.   Ya había leído otras antologías con anterioridad, pero era la primera vez que me encontraba con una en un formato tan bello como esta, realizada por Volodia y Eduardo Anguita.  De inmediato se transformó en un tesoro para mí; era temeraria, presuntuosa, implacable, reducida a ocho nombres entre los cuales, claro, se incluían ellos dos mismos.

 

Yo era un provincial.  Chile entero era provincial, casi aldeano, de modo que no se extrañe que aquellos  jovencitos que surgieron el año '38 no sacaran el nombre de Chile hacia afuera.  No fuimos mundanos de mundanidad, ni continental, si no apenas provincial de nuestro Chile.  Vivimos hablando de los poetas chilenos y me pregunto si no será mucha la alabanza obsesa Mistraliana, Rokhiana, Huidobriana, Nerúdica  y de los otros, ¿o eso de La Patria Grande no corre para la poesía?.   Hay que recordar, por ejemplo, al surrealismo que en Chile fue estimable, digno, decoroso y que también tuvo la protección de Huidobro; pero sucede que ya había surrealismo como filial en Buenos Aires desde 1928, con diez años de anticipación al chileno, cuando Aldo Pellegrini puso en marcha la revista QUÉ y por supuesto, para qué hablar de César Moro y el grupo surrealista de Perú.  De modo que, según mi punto de vista, al escarbar en los recuerdos, no debemos envanecernos.  Sólo fuimos unos que empezamos a hacer nuestras armas en esos días, pero sabiendo mirar hacía atrás y también hacia adelante.

 

Volodia Teitelboim :  La generación del '38, difícilmente podía escapar a la época en que vivía, pero no creamos que todos los participantes de esta generación pensaban lo mismo.  Habían diferentes puntos de vista políticos, como es natural ya que cada ser humano es único e irrepetible.  Si un poeta, un escritor, no es único e irrepetible no tendrá mayor significación; cada cual debe definir su propio rostro.  Pero es evidente, por ejemplo, que así como la generación del año '20, la nerudiana, está marcada en un sector muy apreciable y representativo por el anarquismo;  nosotros no pudimos abstraernos del magnetismo del Frente Popular que era más que una simple etiqueta política, era la necesidad de cambiar un país atrasado, vetusto y conservador.  Un país donde el arte y la poesía no tenían ninguna importancia.  Nosotros soñábamos con un Chile culto que se integrara a la renovación mundial de la estética,  y fue así porque este espíritu conmovió a todas las artes.  Esto es algo que marcó la cultura en Chile en el siglo XX entero, vean, se creó entre otras muchas cosas el Ballet Nacional;  el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, que se asemeja al Teatro del Galpón de Montevideo.

 

Gonzalo Rojas :  Cierto, tal como dice Volodia, hablamos mucho de Chile, pero olvidamos que en el resto de América también existieron movimientos de aproximación semejantes.  No somos los mejores, somos solo uno más en este moverse del tiempo.

 

Pero recuerdo algo que simboliza muy bien el espíritu de la generación del '38.  Esto fue cuando en Concepción, celebrando mis 80 años, se sentó a un lado mío Volodia (N.R.  comunista)  y a mi otro costado Miguel Serrano (N.R.  nazi), allí estábamos los tres, era para la risa ya que eso éramos entre otras cosas: diversos de opinión del mundo, arrogantes en las oposiciones, pero siempre respetuosos de la grandeza de pensar en Chile, de la belleza de pensar.

 

Volodia Teitelboim : En ese tiempo estábamos atentos a la aparición de escritores que trataran a América y a Chile como tema literario.  Neruda y otros ya lo estaban haciendo.  Pero reconozco que nosotros en cierto momento  habíamos sido muy europeizantes; yo por lo menos en el momento inicial ya que Chile parecía muy lejano a las corrientes  renovadoras.  Había que ser muy moderno y seguir el grito de Rimbaud.  Huidobro nos señaló el camino de la cultura francesa y fue sumando adherentes a su grupo, primero estábamos Eduardo Anguita y yo, luego llegaron Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Teófilo Cid; existía la mirada fija en una poesía que no tuviera nada que ver con la realidad social en la que vivíamos; de allí surgió el grupo "La Mandrágora".  Vicente Huidobro ya no hacía en ese tiempo proselitismo del Creacionismo, ya estaba mirando hacia otro lado y ninguno fue un discípulo propiamente tal de él ni tratamos de imitarlo.  Lo que él sí entregó fue la preciosa libertad de elegir el camino propio.  Eso también marcó entre nosotros las diferencias y las distancias.  A veces se habla de La Mandrágora como un movimiento decisorio, cuando en realidad fue un tren solitario.

 

En cambio habíamos otros para quienes la poesía no era un torre de marfil o un refugio de cristal 

donde se hacía el arte por el arte, si no que era una instancia entrañable de comunicación con los otros.  No quiere decir con esto que planteáramos una poesía de manifiestos ni una poesía panfletaria, sino que habiendo pasado por la revolución estética, comprendíamos que todo lo que se había hecho antes y en el siglo XIX, estaba obsoleto.  Participábamos de Carl Young, del dictado automático, de la corriente de la conciencia, así que en nosotros no existió una literatura politiquera ya que el arte y la política tienen distintos lenguajes, pero estábamos al servicio y junto al que hacer de la gente.

 

Gonzalo Rojas : Reafirmando eso, nosotros tuvimos la oportunidad del diálogo con el mundo y además se nos dio una conciencia crítica del lenguaje y por eso me harté de La Mandrágora, que nadie se enoje conmigo por favor, pero yo salí no sólo del ejercicio mandragórico, si no también del huidobriano  y  vanguardero entero allá en el año '42  y,  en algo que fue muy propicio para mí,  me marché al Desierto de Atacama, donde bajo las estrellas y sobre las cumbres, en diálogo con los mineros aprendí más de ellos que en todos los años inmerso en la Biblioteca Nacional y en todos sus libros.

 

Pensando en el lenguaje y en la poesía actual, quiero decir que lo que se ha perdido es el desvelo por la palabra, por inercia, por pereza, porque no se sabe leer correcto, porque se ha caído demasiado en las trampas metodológicas del proceso y de la horrible teoría literaria.  No existe un ejercicio con esto.  No se sabe silabear el mundo.  Rimbaud amaba las vocales, incluso las cromatizó.  A mí me gustan las sílabas ¿qué le voy a hacer?.  No he hecho más que silabear el mundo toda mi vida.  Eso de saber olfatear las palabras y verlas en toda su diversidad es lo que se ha perdido por todo esto de la comunicación y la tecnología.  La imaginación es la que anda en deuda y esta especie de rigor y sacrificio frente a la palabra para merecerla,  a ella que es el más peligroso de los bienes; para esto le ha sido dada al hombre la palabra, para dar testimonio de lo que es.

 

Me gustan las palabras, sobre todo las esdrújulas.  Soy un esdrujulero y amo los esdrújulos.  Sería por que fui tartamúdico.  Yo entiendo lo que es el respiro y el irrespiro, la asfixia.  Me encanta la gente que registra en su tono  fisiológico un esdrújulo: la gente asmática, eso de respirar y no respirar a la vez, de no alcanzar a decir con la palabra.

 

Hacer poesía es hacerla con palabras y con silencio, ¡con silencio!, con blanco, como en la música.