C a r l o s   D r o g u e t t

S O Y   U N   P A S I O N A L


p o r   T o m á s   P .   M a c   H a l e

 

 

 


 

Esta entrevista, formulada por el periodista Tomás P. Mac Hale, fue publicada en "El Mercurio" del 24 de Enero de 1971, un día antes de emprender mi viaje.  Su texto, naturalmente, fue censurado por el cauteloso y tímido entrevistador, a saber: suprimiendo en la respuesta al punto dos, la palabra "lisa" y en la respuesta al punto tres, la palabra "siútico" y la frase "y en esto creo que estoy cometiendo un pleonasmo".  Esta vez se da el texto completo.

 

Carlos Droguett.


 

 

 

El escritor Carlos Droguett recibió en 1970 el Premio Nacional de Literatura y hace algunas semanas el Premio Alfaguara, de España, por su novela "Todas esas muertes".

 

¿Qué significado tienen para Ud. Los premios literarios que ha recibido últimamente?

 

Un significado relativo, pero sugerente: para muchos especialistas, profesores, críticos, historiadores, antologadores, ha llegado el desagradable momento de extender mi partida de nacimiento literario.  Antes del Premio Nacional, con contadísimas excepciones, no se me conocía o se me desconocía.  En cuanto al español, personalmente me ha servido para probar mis propias fuerzas, ya que es para mí sintomático que un ganador del Premio Nadal haya sido uno de los concursantes.  Pero creo que los torneos literarios no le agregan finalmente talento ni dimensión al escritor, ya que en definitiva el único concurso, el único jurado a prueba de influencias, humores, presiones y frivolidades, es el más remoto futuro.  No, yo no miro la pitanza cuando escribo.

 

 

 

En un reciente número de la revista "Portada" se dijo que en vista de sus despectivas declaraciones sobre el Premio Nacional de Literatura, Ud. Debió, por coherencia, haberlo renunciado públicamente y también los Eº 20.000.  En el diario “El Siglo” el presidente de la Sociedad de Escritores, Luís Merino Reyes, sostuvo algo parecido.  ¿Qué responde Ud. Sobre el particular?

 

Hago diferencia entre lo que pueda decir un gacetillo anónimo y solapado sobre lo que usted llama mis despectivas declaraciones y lo que pueda decir Luís Merino Reyes.  Las palabras del autor de "Regazo amargo", algo desenchufadas, pero honestas, las respeto pero no las comparto.  La renuncia al Premio Nobel de Sartre nada tiene que hacer en la especie, el mismo Merino Reyes lo reconoce y todo el mundo sabe que renunciar al Nobel, aun al Goncourt, es tan buen negocio como aceptarlo.  Mi posición tenía y tiene otro sentido, lo he dicho por la prensa, por la radio, por la televisión:  el premio nacional de literatura es malo porque nada agrega a la difusión de nuestra literatura y nada hace por conservar la vida útil de nuestros auténticos creadores.  En este país, donde hay más pergenios que genios, no debiera darse de ninguna manera anualmente, sino cada tres o cinco años y por un monto que, por lo menos, permitiera al escritor vivir el resto de su vida sin penurias ni sobresaltos.  ¿Se justifica un premio nacional de literatura –que se supone corona una vida entregada a la creación – en un país que ha visto morir en la soledad y la miseria a grandes valores como Joaquín Edwards Bello y Pablo de Rokha?  ¿Se justifica un premio nacional que ha ignorado sistemáticamente a reales valores, como Vicente Huidobro y Nicomedes Guzmán, mientras se premiaba a poetas y novelistas de cuarta categoría?  ¿Por qué no podía aceptar yo el premio y decir, al mismo tiempo, que es malo, que hay que mejorarlo y transformarlo?  No hay falta de coherencia entre lo que dije antes del premio y lo que he dicho después:  la ley es mala, hay que mejorarla, hay que darle una cuantía digna para evitar que los escritores mueran en la miseria en una cama de hospital, como Acevedo Hernández y Nicomedes Guzmán, o suicidados, como Edwards Bello y de Rokha.  ¿No le hace a usted hervir la sangre saber que Joaquín, Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de Periodismo, recibía una jubilación de trescientos escudos al mes?  ¿Cuánto recibe un parlamentario, un Ministro de Estado, un Rector de Universidad?  ¿Vale más un parlamentario que un escritor, la lengua de un parlamentario que la lengua de un escritor?  El Premio Nacional de Literatura, que se da una sola vez en la vida, es menor en su monto que lo que reciben esos caballeros de la política y de la administración en un solo mes de funciones.  ¿No se puede decir esto y, al mismo tiempo, aceptar el premio?  Si lo sintiera y no lo dijera por cobardía o por cálculo –esas conocidas musas_ sí que mi conducta sería censurable.  Cuando los jubilados de la prensa reclaman lo miserable de sus rentas, ¿hay incoherencia en ellos al no renunciarlas?  Me lo imagino a usted, con su mente lisa de abogado, gritándoles persuasivo: ¡Si son malas no las reciban y muéranse de hambre!  Si Merino Reyes, por ejemplo, recibe alguna vez el premio –y es más bien probable que lo reciba- comprenderá la intención de Manuel Rojas y la mía, que nos hemos atrevido a señalar la situación de absoluta y perezosa miseria que arrastran los creadores de literatura en Chile.  Finalmente, ¿sabe por qué no rechacé el premio?  Porque necesitaba la plata.

 

 

 

Ud. Tiene  fama de escritor agresivo. Incluso ha pronunciado insólitos discursos fúnebres en el Cementerio General.  ¿Comparte Ud. Aquella apreciación?

 

En un país de pusilánimes y genuflexos no es raro que yo tenga fama de escritor agresivo.  A este respecto le agradezco la devoción con que sigue al milímetro mi carrera literaria, acompañándome incluso hasta el cementerio en el momento de pronunciar oraciones postreras.  Quiero suponer que se refiere a los funerales del Padre Escudero, a quine conoció y supongo estimó.  Si usted no es un hipócrita y su estimación no era fingimiento, tendrá que concordar conmigo en las palabras que dije en aquella ocasión.  Fueron, entre otras, éstas:  "Este hombre se permitió el lujo de ser académico de la lengua en Uruguay o ser llamado por la Universidad de Buenos Aires para presidir una comisión en el examen de postulantes a una cátedra de literatura hispanoamericana, pero aquí en Chile no era nada, no fue académico de nada, en circunstancias de que cualquier redactor siútico de "El Mercurio" – y en esto creo que estoy cometiendo un pleonasmo- es designado a lo ancho de la página académico de la lengua chilena".

 

En su autobiografía (1966) Ud. afirma: "La matanza del Seguro Obrero me remeció profundamente y me hizo conocer mi capacidad de odiar".  Esa capacidad ¿ha disminuido con el tiempo o se ha incrementado?

 

 

 

Lo veo muy preocupado por el incremento o disminución de mis pasiones.  Para tranquilizarlo le contesto: Cualquier persona normal debe sentir odio ante las periódicas matanzas de obreros y estudiantes en nuestro país.  ¿Usted no?

 

Su obra literaria novelística aparece signada por la sangre y la violencia.  ¿Por qué ahonda Ud. el tratamiento literario de esos temas?

 

Mi obra novelística aparece signada por la sangre y la violencia porque la historia de nuestro país aparece signada por la sangre y la violencia.  Si usted se remite a mi respuesta anterior y si no sólo hojea someramente mis obras me comprenderá o empezará a comprenderme.

 

¿Cree Ud. en la literatura comprometida?

 

Creo profundamente que sólo hay literatura comprometida.  Para mí la literatura es un acto total que interesa al cuerpo y al espíritu del escritor, en términos teológicos, como un sacramento, en términos psiquiátricos, como un suicidio.  Si el escritor no se satura de pasión por su tema y por su personaje, se queda en la superficie, transitoriamente y para siempre en la superficie.  Yo soy un pasional y mi pasión es la literatura, pasión de vida y no de muerte, aunque usted no lo crea.  Para tipos como yo escribió León Bloy estas palabras memorables: "Si los que recibieron la investidura de la palabra se callan, ¿quién hablará por los mudos, por los oprimidos y los débiles?  El escritor que no escribe por la justicia, es un despojador de los débiles, un ladrón".

 

Ud. ha sostenido que actualmente la mejor novela en lengua española proviene de México. ¿Cómo justifica este aserto?

 

Sí, creo que no sólo desde ahora sino desde la revolución mexicana los mejores escritores de nuestra lengua están en México.  José Revueltas, Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Rubén Marín, Fernando Benítez, Juan José Arreola, Rosario Castellanos y Carlos Fuentes a veces, son algunos de estos nombres espléndidos y "Al filo del agua", "Pedro Páramo" y "Los otros días" algunos de sus productos.

 

 

 

Ud. ha emitido duros juicios sobre la crítica chilena.  ¿No cree que hay entre las nuevas generaciones, con formación universitaria, algunos nombres atendibles?

 

Como usted está a menudo ausente del país, mis opiniones sobre la crítica le llegan, estoy casi seguro, por interpósita persona.  Claramente y con majadería he hecho siempre diferencia entre la crítica aficionada, periodística, impresionista, que muestra en los rasgos de la cara las marcas y las líneas del pesimismo y la desazón, y la otra crítica, la joven, la actual, culta, profunda y sobre todo, sabia, escrita por brillantes escritores, auténticos creadores de crítica literaria.  Con respeto y amistan menciono algunos nombres:  Ariel Dorfman, Marcel Coddou, Jaime Concha.

 

Los escritores chilenos se quejan a menudo que en Chile no hay estímulos culturales suficientes.  ¿Participa Ud. de esta creencia?

 

Sí, participo de esa creencia.  Ya me extendí sobre el punto en mi segunda respuesta.

 

¿Qué opina Ud. sobre la próxima creación de la editorial del Estado?

 

Creo que la editorial del Estado, sobre todo en el Gobierno del compañero Allende podrá, por fin, evitar que los mejores escritores chilenos sean sólo producto de exportación: Manuel Rojas, José Donoso, Enrique Lafourcade, Jorge Edwards, Alfonso Alcalde, Antonio Skarmeta.

 

 

 

¿Podría Ud. señalar a algunos narradores chilenos jóvenes que a su entender son promisorios?

 

Estoy seguro que entre los nuevos narradores chilenos Alfonso Alcalde y Antonio Skarmeta llegarán muy lejos.  Y con Ángel Rama puedo testimoniar que Alfonso Alcalde es la nueva voz genial de la poesía chilena.  Por eso mismo desconocido en Chile y conocido fuera de Chile.

 

¿Cuáles son sus proyectos literarios inmediatos?

 

Mis proyectos literarios inmediatos tienen la forma de un viaje:  preparo en estos momentos las maletas con rumbo a España, donde revisaré las pruebas de mi próximo libro y estaré presente en su entrega.  Después creo que seguiré el itinerario de mi novela "Eloy": Italia, Dinamarca, Holanda, Alemania, Checoslovaquia, para regresar hacia el otoño.