N o n   S e r v i a m


p o r    V i c e n t e   H u i d o b r o

 

 

Y he aquí que una buena mañana, después de una noche de preciosos sueños y delicadas pesadillas, el poeta se levanta y grita a la madre Natura : Non serviam.

 

Con toda la fuerza de sus pulmones, un eco traductor y optimista repite en lejanías : "No te serviré".

 

La madre Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebelde, cuando éste, quitándose el sombrero y haciendo un gracioso gesto, exclamó : "Eres una viejecita encantadora".

 

Ese non serviam quedó grabado en una mañana de la historia del mundo.  No era un grito caprichoso, no era un acto de rebeldía superficial.  Era el resultado de toda una evolución, la suma de múltiples experiencias.

 

El poeta, en plena conciencia de su pasado y de su futuro, lanzaba al mundo la declaración de su independencia frente a la naturaleza.

 

 

Ya no quiere servirla más en calidad de esclavo.

 

El poeta dice a sus hermanos: "Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus aspectos, no hemos creado nada.  ¿Qué ha salido de nosotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o nuestras manos?"

 

"Hemos cantado a la naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa).  Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de impulsos creadores".

 

"Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias.  Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma Madre Naturaleza a él y únicamente a él".

 

Non serviam.  No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo.  Te servirás de mí; está bien.  No quiero y no puedo evitarlo; pero yo también me serviré de ti.  Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas.

 

Y ya no podrás decirme: "Ese árbol está mal, no me gusta ese cielo...los míos son mejores".

 

Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse.  Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones exageradas de vieja chocha y regalona.  Ya nos escapamos de tu trampa.

 

Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no reniego ni te maldigo por los años de esclavitud a tu servicio.  Ellos fueron la más preciosa enseñanza.  Lo único que deseo es no olvidar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para andar solo por estos mundos.  Por los tuyos y por los míos.

 

Una nueva era comienza.  Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te saludo muy respetuosamente.

 

Leído por Vicente Huidobro en el Ateneo de Santiago, en 1914.

 

 


 

 

E l   C r e a c i o n i s m o


 

El creacionismo no es una escuela que yo haya querido imponer a alguien, el creacionismo es una teoría estética general que empecé a elaborar hacia 1912, y cuyo tanteos y primeros pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje a París.

 

En el número 5 de la revista chilena Musa Joven, yo decía:

 

"El reinado de la literatura terminó.  El siglo veinte verá nacer el reinado de la poesía en el verdadero sentido de la palabra, es decir, en el de la creación, como la llamaron los griegos, aunque jamás lograron realizar su definición".

 

Más tarde, hacia 1913 ó 1914, yo repetía casi igual cosa en una pequeña entrevista aparecida en la revista Ideales, entrevista que encabezaba mis poemas.  También en mi libro Pasando y Pasando, aparecido en diciembre de 1913, digo en la página 270 que lo único que debe interesar a los poetas es el "acto de creación", y oponía a cada instante este acto de creación a los comentarios y a la poesía alrededor de.  La cosa creada la cosa cantada.

 

En mi poema Adán, que escribí durante las vacaciones de 1914 y que fue publicado en 1916, encontraréis estas frases de Emerson en el Prefacio, donde se habla de la constitución del poema:

 

"Un pensamiento tan vivo que, como el espíritu de una planta o de un animal, tiene una arquitectura propia, adorna la naturaleza con una cosa nueva".

 

Pero fue en el Ateneo de Buenos Aires, en una conferencia que di en junio de 1916, donde expuse plenamente la teoría.  Fue allí donde se me bautizó como creacionista por haber dicho en mi conferencia que la primera condición del poeta es crear, la segunda crear, y la tercera crear.

 

Recuerdo que el profesor argentino José Ingenieros, que era uno de los asistentes, me dijo durante la comida a que me invitó con algunos amigos después de la conferencia:  "Su sueño de una poesía inventada en cada una de sus partes por los poetas me parece irrealizable, aunque usted lo haya expuesto en forma muy clara  e incluso muy científica".

 

Casi la misma opinión la tienen otros filósofos en Alemania y dondequiera yo haya explicado las mismas teorías.  "Es hermoso pero irrealizable".

 

¿Y por qué habrá de ser irrealizable?

 

Respondo ahora con las mismas frases con que acabé mi conferencia dada ante el grupo de Estudios Filosóficos y Científicos del doctor Allendy, en París, en enero de 1922:

 

"Si el hombre ha sometido para sí a los tres reinos de la naturaleza, el reino mineral, el vegetal y el animal, ¿por qué razón no podrá agregar a los reinos del universo su propio reino, el reino de sus creaciones?"

 

El hombre ya ha inventado toda una fauna nueva que anda, vuela, nada, y llena la tierra, el espacio y los mares con sus galopes desenfrenados, con sus gritos y sus gemidos.

 

Lo realizado en la mecánica también se ha hecho en la poesía.  Os diré qué entiendo por poema creado.  Es un poema en el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra un hecho nuevo, independiente del mundo externo, desligado de cualquiera otra realidad que no sea la propia, pues toma su puesto en el mundo como un fenómeno singular, aparte y distinto de los demás fenómenos.

 

Dicho poema es algo que no puede existir sino en la cabeza del poeta.  Y no es hermoso porque recuerde algo, no es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, a su vez hermosas, ni porque describa hermosas cosas que podamos llegar a ver.  Es hermoso en sí y no admite términos de comparación.  Y tampoco puede concebírselo fuera del libro.

 

Nada se le parece en el mundo externo;  hace real lo que no existe, es decir, re hace realidad a sí mismo.  Crea lo maravilloso y le da vida propia.  Crea situaciones extraordinarias que jamás podrán existir en el mundo objetivo, por lo que habrán de existir en el mundo objetivo, por lo que habrán de existir en el poema para que existan en alguna parte.

 

Cuando escribo : "El pájaro anida en el arco-iris", os presento un hecho nuevo, algo que jamás habéis visto, que jamás veréis, y que sin embargo, os gustaría mucho ver.

 

Un  poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él.

 

Los poemas creados adquieren proporciones cosmogónicas; os dan a cada instante el verdadero sublime, este sublime del que los textos nos presentan ejemplos tan poco convincentes.  Y no se trata del sublime excitante y grandioso, sino de un sublime sin pretensión, sin terror, que no desea agobiar ni aplastar al lector: un sublime de bolsillo.

 

El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización.

 

Así, cuando escribo:

 

El océano se deshace

Agitado por el viento de los pescadores que silban

 

presento una descripción creada; cuando digo: "Los lingotes de la tempestad", os presento una imagen pura <creada, y cuando os digo : "Ella era tan hermosa que no podía hablar", o bien : "La noche está de sombrero", os presento un concepto creado.

 

Si para los poetas creacionistas lo que importa es presentar un hecho nuevo, la poesía creacionista se hace traducible y universal, pues los hechos nuevos permanecen idénticos en todas las lenguas.

 

Es difícil y hasta imposible traducir una poesía en la que domina la importancia de otros elementos.  No podéis traducir la música de las palabras, los ritmos de los versos que varían de una lengua a otra; pero cuando la importancia del poeta reside ante todo en el objeto creado, aquel no pierde en la traducción nada de su valor esencial.  De este modo, si digo en francés:

 

La nuit  vient des yeux d'autrui

 

o si digo en español:

 

La noche viene de los ojos ajenos

 

o en inglés:

 

Nigth comes from others eyes

 

el efecto es siempre el mismo y los detalles lingüísticos secundarios.  La poesía creacionista adquiere proporciones internacionales, pasa a ser la Poesía, y se hace accesible a todos los pueblos y razas, como la pintura, la música o la escultura.

 

Cuando apareció Horizon Carré, he aquí cómo expliqué dicho título en una carta al crítico y amigo Thomas Chazal:

 

"Horizonte cuadrado.  Un hecho nuevo inventado por mí, creado por mí, que no podría existir sin mí.  Deseo, mi querido amigo, englobar en este título toda mi estética, la que Ud. conoce desde hace algún tiempo.

 

"Este título explica la base de mi teoría poética.  Ha condensado en sí la esencia de mis principios.

 

1º    Humanizar las cosas.  Todo lo que pasa a través del organismo del poeta debe coger la mayor cantidad de su calor.  Aquí algo vasto, enorme, como el horizonte, se humaniza, se hace íntimo, filial gracias al adjetivo cuadrado. El infinito anida en nuestro corazón.

 

2º    Lo vago se precisa.  Al cerrar las ventanas de nuestra alma, lo que podía escapar y gasificarse, deshilacharse, queda encerrado y se solidifica.

 

3º    Lo abstracto se hace concreto y los concreto abstracto.  Es decir, el equilibrio perfecto, pues si lo abstracto tendiera más hacia lo abstracto, se dehacería en sus manos o se filtraría por entre sus dedos.  Y si Ud. concretiza aún más lo concreto, éste le servirá para vino o amoblar su casa, pero jamás para poblar su alma.

 

4º    Lo que es demasiado poético para ser creado se transforma en algo creado al cambiar su valor usual, ya que si el horizonte era poético en sí, si el horizonte era poesía en la vida, al calificársele de cuadrado acaba siendo poesía en el arte.  De poesía muerta pasa a ser poesía viva".

 

Las pocas palabras que explican mi concepto de la poesía, en la primera página del libro de que hablamos, os dirán qué quería hacer en aquellos poemas.  Decía:

 

"Crear un poema sacando de la vida sus motivos y transformándolos para darles una vida nueva e independiente.

 

"Nada de anecdótico ni de descriptivo.  La emoción debe nacer de la sola virtud creadora.

 

"Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol".

 

En el fondo, era exactamente mi concepción de antes de mi llegada a París:  la de aquel acto de creación pura que hallaréis, como una verdadera obsesión, en cualquier parte de mi obra a partir de 1912.  Y aún sigue siendo mi concepto de la poesía.  El poema creado en todas sus partes, como un objeto nuevo.

 

Debo repetir aquí el axioma que presenté en mi conferencia del Ateneo de Madrid, en 1921, y últimamente en París, en mi conferencia de la Sorbona, axioma que resume mis principios estéticos:  "El Arte es una cosa y la Naturaleza otra.  Yo amo mucho el Arte y mucho la Naturaleza.  Y si aceptáis las representaciones que un hombre hace de la Naturaleza, ello prueba que no amáis ni la Naturaleza ni el Arte".

 

En dos palabras y para terminar: los creacionistas han sido los primeros poetas que han aportado al arte el poema inventado en todas sus partes por el autor.

 

He aquí, en estas páginas acerca del creacionismo, mi testamento poético.  Lo lego a los poetas del mañana, a los que serán los primeros de esta nueva especie animal, el poeta, de esta nueva especie que habrá de nacer pronto, según creo.  Hay signos en el cielo.

 

Los casi-poetas de hoy son muy interesantes, pero su interés no me interesa.

 

El viento vuelve mi flauta hacia el porvenir.

 

 

De Manifeste.  Ed. de la Revue Mondiale, París, 1925.